—Esperen aquí abajo, quiero descansar —dijo con un tono amable pero firme.—Está bien, señorita Avy. Estaremos atentos —respondió uno de los guardaespaldas, sin quitarle la mirada mientras ella entraba al elevador.Los dos hombres intercambiaron miradas, acostumbrados a cumplir órdenes, aunque su instinto les dijera lo contrario. Decidieron relajarse un poco y aprovechar el tiempo para tomar un refrigerio en la pequeña cafetería del complejo. Conversaban de manera despreocupada cuando un rugido de motor irrumpió en la tranquilidad del lugar. Un auto negro salió disparado del estacionamiento subterráneo, dejando un chirrido de neumáticos que resonó como un grito de alerta.—¿Qué diablos fue eso? —preguntó uno de los guardaespaldas, dejando caer su taza de café.—Algo no está bien. Vamos arriba —ordenó el otro, ya encaminándose hacia las escaleras.El ascensor les pareció una pérdida de tiempo; cada segundo contaba. Subieron corriendo los cuatro pisos hasta el departamento de Avy. Al ll
El secuestro de Avy era solo el principio. Ahora, Claribel había ganado una ventaja crucial. El resto del juego era cuestión de tiempo.Lo que Claribel no sabía, sin embargo, era que el secuestro de Avy marcaría el inicio de una cadena de eventos que cambiarían la vida de todos, y que ni siquiera ella, con todo su control, podría prever.La familia Wong estaba sumida en la desesperación. El secuestro de Avy había dejado una profunda herida en el corazón de todos, especialmente en Eliezer, su hermano mayor. Aunque el contacto con la policía no había traído resultados inmediatos, Eliezer no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados. La incertidumbre y el miedo lo consumían mientras pensaba en cada momento que había compartido con su hermana. No podía permitir que algo le pasara.Después de días de angustia, Eliezer recordó a un viejo amigo, alguien que había conocido en su juventud. Un amigo que había sido parte de un círculo oscuro, involucrado en negocios turbios, un hombre cuyo
Eliezer se adelantó con paso firme, el eco de sus zapatos resonando en el amplio almacén abandonado. Sus ojos, oscuros y calculadores, se clavaron en Claribel como si fueran dagas. Ella, de pie en el centro del lugar, mantenía una postura altiva, aunque era evidente que su fachada comenzaba a resquebrajarse. Su mirada de desprecio no logró ocultar el leve temblor de sus manos. Sabía que estaba acorralada.—Esto termina aquí —dijo Eliezer, su voz grave y fría mientras alzaba una mano para indicar a sus hombres que rodearan el lugar.Claribel levantó las manos lentamente, una fingida rendición, pero su rostro mostraba algo muy distinto: rabia contenida, orgullo herido, y una chispa de desafío que no lograba apagar.—¿De verdad crees que esto es el final, Eliezer? —su voz era un veneno suave, un susurro peligroso que contrastaba con la tensión que llenaba el aire —Todavía no sabes lo que he preparado.Eliezer no contestó. Estaba cansado de sus amenazas, de sus mentiras. Dirigió una mirad
La familia Wong respiró aliviada cuando Avy fue liberada, pero sabían que lo peor aún estaba por venir. Claribel no se detendría ahí, y su relación con Marcus estaría marcada por la obsesión para siempre por el caos que ella había creado.La detención de Claribel fue un golpe devastador para ella, pero también para su padre. La acusación de secuestro, junto con todas las pruebas que Eliezer había reunido a través de sus contactos, dejaron claro que Claribel había estado detrás de todo. Sin embargo, el impacto de su captura no solo afectó a Avy, sino que también reconfiguró el poder dentro de las esferas oscuras en las que tanto ella como su padre se movían.Claribel estaba sentada en una fría celda de la cárcel. Su cuerpo estaba rígido, y su mente, aunque llena de ira, no podía dejar de procesar lo que había ocurrido. Durante semanas, había estado manipulando los hilos a su alrededor, planeando su victoria sobre Avy y Marcus, sin darse cuenta de que todo se había derrumbado como un ca
Por su parte, la familia Wong estaba más unida que nunca. El secuestro de Avy había sido un duro golpe para todos, pero la resolución del caso había dejado una marca imborrable en cada uno de sus miembros. Marcus, al ver que Claribel no iba a quedar impune por lo que había hecho, finalmente se sintió libre, al fin obtener el divorcio.Avy, aunque traumada por la experiencia, había comenzado a sanar con el apoyo de su familia. La relación con Marcus había cambiado para siempre, pero ahora se encontraban más cerca que nunca, luchando por un futuro que no estaba marcado por las sombras del pasado.Por fin, el peso de la intriga y el juego de poder habían terminado. Y aunque las secuelas del plan de Claribel seguirían persiguiéndolos, Marcus y Avy sabían que el futuro que compartían sería suyo, sin interferencias de quienes habían intentado destruirlos.El día de la audiencia de Claribel había llegado finalmente. La tensión en los pasillos del tribunal era palpable
Una mañana, mientras Avy se encontraba sentada en su cama, sumida en sus pensamientos, Max entró corriendo, sin previo aviso. Con su pequeño cuerpo, corrió hacia ella y se subió a la cama sin dudar. Le dio un abrazo tan fuerte que Avy no pudo evitar sonreír, aunque con los ojos llenos de lágrimas.—Te quiero mucho, Avy —dijo Max, con la sinceridad que solo un niño podía tener —No llores, por favor.Avy lo miró, y algo en su interior cambió. Al ver el amor puro del niño, comenzó a darse cuenta de que la vida aún tenía belleza. Que el miedo no debía ganar, que no podía esconderse para siempre. Por Max, por su familia, por ella misma, debía intentar sanar.Avy abrazó al niño, sus lágrimas cayendo sin poder evitarlo. El pequeño Max, sin saberlo, le estaba dando la fuerza para salir de su encierro. La conexión con él la sacaba poco a poco de la oscuridad en la que se había sumido.—¡Gracias! , Max —susurró Avy, mientras lo apretaba más fuerte contra su
Al regresar a casa, Marcus se sintió más ligero, pero también consciente de que no podría dejar que el pasado lo definiera. Avy necesitaba su apoyo más que nunca, y su hijo, Máximo, necesitaba crecer en un ambiente lleno de amor y paz, lejos de las sombras de la venganza de Claribel.Esa misma noche, después de la visita, Marcus visitó a Avy. Ella lo estaba esperando en casa de sus papás, más tranquila, más relajada, aunque aún marcada por lo que había vivido.—¿Cómo te fue? —preguntó Avy, viendo la expresión en el rostro de Marcus.—Estoy libre de Claribel —respondió Marcus con una sonrisa ligera —Ya no tengo que cargar con esa parte de mi vida. Y eso me hace sentir más tranquilo. Pero lo más importante es que ahora puedo concentrarme en lo que realmente importa: nosotros.Avy lo miró, y aunque no podía olvidar lo que había pasado, sentía una pequeña chispa de esperanza dentro de ella. Marcus estaba allí, con ella, y eso era lo que más necesitaba
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo el cielo en un manto de estrellas titilantes. Marcus sostenía la mano de Avy mientras cruzaban el vestíbulo del hotel. La calidez de su toque se extendía por su piel como un bálsamo contra los recuerdos oscuros que Avy aún llevaba consigo.—¿Estás segura? —preguntó Marcus con un tono suave, casi temeroso, de romper el frágil hilo de confianza que ella le había brindado esa noche. Sus ojos buscaban los de Avy, esperando una señal, una palabra que reafirmara su decisión.Avy lo miró, respirando hondo antes de asentir.—Sí, Marcus. Estoy segura. Esta noche… quiero dejar atrás todo lo que me ha pesado. Quiero ser libre. Contigo.Marcus apretó ligeramente su mano, un gesto que hablaba más que mil palabras. La condujo hacia el ascensor, y mientras subían, el silencio entre ambos no era incómodo, sino lleno de una expectativa palpable.Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso reservado,