NICOLLEMe levanté más temprano, la verdad tenía mucha emoción. Me tomé la molestia de recorrer un poco las instalaciones del hotel, dejé una nota a Jesús para que no se preocupara y lo esperaría para desayunar en el restaurante. El desayuno fresco se veía muy apetecible, la mantequilla en el pan caliente era exquisita. A esta hora mi esposo ya debió a levantarse, esperaba que ya estuviera aquí. Vi a alguien sentarse, creí que era Jesús.—Disculpe. ¿Quién es usted? —pregunté en francés.— ¿Habla español señorita?—Sí. —respondí con seriedad y él sonrió. —Usted es... Impresionante mi lady.—Disculpa Milord. Debo pedirle que se vaya de mi mesa—dije lo más cordial que podía ser.—Oh, discúlpeme si la incómodo. Me presento, Frank Hamings.— ¿Es inglés? —Londinense, y usted por ese marcado acento ubico que es española, pero habla fluidamente y sin errores el francés.—Milord por favor le ruego que termine con esto y se retire de mi mesa, mi esposo no tardará y...—Lo siento, solo querí
JESÚS. Nicolle estaba entre mis piernas, el agua de la tina se había caído un poco al piso. Acariciaba su pecho, pero ella estaba diferente a las otras veces que hemos compartido el baño, Nicolle se encontraba muy pensativa.—Nicolle —la nombré y ella volteó. — ¿Qué es lo que pasa esposa?— ¿De qué hablas Mon coeur?—Estás distante, cuéntame. ¿Qué es lo que pasa? —Nada.—No te creo, dímelo. —Mon coeur, te digo que no es nada.—De acuerdo, no me lo digas ahora. Pero quiero que pronto me lo confieses Nicolle. —ella no respondió. Salí de la tina y comencé a vestirme, Nicolle aún no había salido del cuarto de lavado. Me adelantaría al restaurante para verificar que el reservado que pedí estuviera listo, salí de la habitación. Deseaba saber que era lo que le acoge a Nicolle, pero estaba reacia a decírmelo a mí. Entré al exclusivo restaurante, el reservado estaba casi listo. Solo faltaban unos insignificantes detalles, así que decidí esperar un poco en la barra de licores. Todos a mí
ELENA.Entré a mi oficina y para mi sorpresa me encontré un presente sobre mi escritorio. Lo tomé y lo abrí, sonreí al ver los pequeños zapatos de bebé, había una tarjeta adentro de la caja."Elena compré estos zapatos para nuestro hijo. Espero sean de tu agrado".—Este regalo dice mucho más que esta miserable nota. —cerré la caja y fui a buscarle. Lo encontré ocupado con su trabajo. Él detuvo lo que estaba haciendo y me miró con una ceja levantada. — ¿Qué sucede?—Solo... Quise agradecerte por el regalo, aunque no era necesario. —Antonio no mostró expresión, se mantuvo casi indiferente. —Hablaré con mi padre sobre nuestro compromiso. — ¡Seguirás con...!—Elena ya está decidido, ese niño tendrá mi apellido. Lo reconoceré como mi hijo y tú no puedes hacer nada. — ¡No me retes Antonio! —respondí enfurecida. —No soy una estúpida a la que podrás controlar como se te dé la gana.Se levantó de su silla.—Elena no deseo pelear.—No es lo que tu comportamiento me está demostrando. No te
ANTONIO.Entré a la oficina de mi padre, era el momento de decirle sobre mi compromiso con Elena. Me senté frente a su escritorio. Él siguió revisando sus documentos.— ¿Qué pasa hijo? —preguntó sin mirarme.—Me casaré con la duquesa Palacios—. Mi padre detuvo lo que estaba haciendo y me miró— ¿Qué fue lo que dijiste?—Me casaré padre, Elena Castelo y yo nos casaremos.— ¿Elena? Ya hasta la llamas por su nombre de pila. Antonio explícame esto, no puedo permitirlo, tú estabas comprometido para...— ¿Esmee Belmonte? Lo lamento padre, porque Elena Castelo es la única mujer con quien me casaré—Antonio, La viuda de Palacios es una mujer hermosa, sí, pero tú necesitas a una esposa acorde a tu edad, que piense igual que tú. Que pueda darte un heredero.—Precisamente por eso nos casamos padre, Elena está embarazada y ese niño es mío. —mi padre parecía estupefacto. —Antonio me dejas perplejo, tú.... Elena es nuestra mejor diseñadora y tú...—Padre, solo te informo de mi decisión. Voy asu
JESÚS CASTELONicolle se terminaba de arreglar y en su cuello colgaban las joyas que le había regalado, se veían hermosas en su fino cuello. Me acerqué, ella me miró por el reflejo del espejo y sonrió.—Luces hermosa.—Gracias Mon coeur. —se giró, me incliné para besarla con fervor. Besar sus labios siempre me resultaba dulce y adictivo. Seguía besándola y ella me separó con una sonrisa en los labios.—Mon coeur llegaremos tarde. —Besé su cuello y la escuché reír — ¡Jesús! —Mon Amour, tú eres mi vicio. Me es imposible dejar de besarte. —Tienes que hacerlo, porque sino no llegaremos. —Me dio un último beso y se levantó de su silla. —Debemos irnos.Suspiré resignado.—De acuerdo, vámonos Mon Amour. —le di un último beso en los labios haciéndola sonreír. Salí de la mansión, en el carruaje Nicolle recostó su cabeza en mi hombro y no dejaba hablar sobre el bebé, la escuchaba con atención. Me emocionaba saber sobre mi hijo, le había dado carta libre a Nicolle para que decorara la ha
NICOLLE.Desperté sola en la gran cama del dormitorio. Me senté, apretando las sábanas a mí para cubrir mi pecho desnudo, no veía a Jesús por ningún lado— ¿Mon coeur? —la puerta de la habitación se abrió y lo vi entrar con una bandeja de desayuno. — ¿Y eso?—Eres Mon Amour, deseo consentirte —. Él puso la bandeja sobre mis piernas. Acarició mi mejilla con dulzura —Eres preciosa. — ¿La mujer más hermosa de todo el mundo?—pregunté riéndome. —Sí, la mujer más bella de este mundo y ciento celos de cualquiera que ose mirarte. Porque tú eres mía, solo mía Mon Amour. —sonreí y lo besé. Rocé mi nariz con la suya y lo miré a los ojos. —Te amo Jesús. —Y yo a ti.—Ves que no era una penitencia decirlo Mon coeur. —bromee con él. —Sí y planeo decírtelo muchas veces de ahora en adelante —. Dijo con una sonrisaAl paso de las semanas los mareos eran cada vez más frecuentes, a veces venían ligeros arranques de apetito y otras veces no deseaba comer absolutamente nada, todo me hacía sentir asc
ANDRÉS.La vi marcharse del salón al escuchar la noticia del compromiso, sabía que reaccionaría de este modo. Mi hermano se veía feliz de al fin poder de decir que se casaría con Elena, Antonio era egoísta, solo pensaba en su felicidad y ahora su felicidad era Elena. Él estaba completamente enamorado de ella y no planeaba ocultarlo, mucho menos por Esmee, mi hermano ya había demostrado que lo que pase con la mayor de las Belmonte lo tiene sin cuidado, no le importaba. Seguí a Esmee y la encontré llorando en uno de los saloncitos privados de descanso. Al verme ella corrió a mis brazos.—Por favor, basta señorita. No puedo escucharla llorar, me parte. —dije abrazándola con fuerza. "Me enfurece que llores por él, cuando yo estoy aquí contigo”. -pensé furioso.—Siempre pierdo contra otras, siempre soy el plato de segunda mesa. Nunca soy lo suficiente para ser la primera de alguien.— ¿Tanto amor le tienes a mi hermano? —pregunté ocultando mis celos.—Soy una idiota, lo sé. Él me dijo c
PIERRE LEMOINE.— ¡Necesito dinero Maurice! Estoy hasta el cuello en deudas. —tomé la botella de un solo trago.— ¿Y tus padres?—Ese viejo avaro ya no es tan rico como antes. No va a prestarme nada, estoy casi desheredado. —Esa maldita de Nicolle Belmonte era mi boleto a una vida segura, pero el desgraciado del conde Castelo se atravesó en mi camino. — ¿Y qué sucede contigo Maurice?—Esmee Belmonte...—La ramera mayor. —Maurice me miró con una expresión sombría. — ¡No hables así de ella! —De acuerdo, me disculpo. ¿Pero por qué tu obsesión? Es bella pero no impresionante, no como aquella duquesa Palacios.—Es perfecta para mí, la quiero a ella. Y va ser mía, mi mujer, le confesé mi amor y todo habría resultado como quería si tan solo aquél imbécil de Andrés Ferrer no hubiera aparecido en medio de todo. —Al parecer los dos tenemos el mismo problema, siempre se entrometen en nuestros planes. —Escuché una información que tal vez te interese.—Dímela entonces.—Al parecer tu ex promet