NICOLLE.Él me confirmó que el retrato ya no lo tenía, pero aún quería escuchar que dijera que me ama, es todo lo que necesito para ser completamente feliz. Había cierto tema que me había estado atormentando estos últimos días. Ya mañana partiremos a Francia y quería salir de mis dudas. Esperaba a mi hermana afuera de la casa de mis padres. Ella salió y se subió a la diligencia. El cochero se puso en marcha.— ¿Dime qué pasa Nicolle? —Preguntó con el ceño fruncido —Me sorprendió que quisieras salir...—Creo que podría estar en cinta. —los ojos de mi hermana me miraron con sorpresa.—Nicolle... Ya era de esperarse que eso pasara. ¿Por qué aún no lo has confirmado?—Estaba tan metida en mis sueños y discusiones con Jesús...— ¿Ustedes discuten?—Por vanidades sin importancia.— ¿Con quién planeas ir para que lo confirme?—Esperaba que tú me ayudaras con eso.— ¿Yo? —Esmee no te hagas la desentendida, siempre has sido la dama más sociable, acompañas a nuestra madre a todas esas reuni
NICOLLE.Me encerré en mi dormitorio, era frustrante la manera en cómo se desprecia a sí mismo. Los hijos no somos responsables por los errores de los padres, ¿Por qué él no lo entiende? Me cambié el bonito vestido por un camisón y me quité todos los arreglos que había hecho por él. No esperaba que viniera tocando, pidiendo hablarme. Lo escuchaba pero no le respondía.—Si no abrirás, me sentaré aquí y diré lo que tengo que decir si no tengo más alternativa—me levanté de la cama y me acerqué a la puerta, sentándome en el suelo, recostada sobre la puerta como supongo que estaba él. Lo escuché suspirar.—Nicolle sé que di la impresión de no querer a ese niño... Perdóname, mi padre... El antiguo Conde, no fue el mejor ejemplo paterno, él me enseñó que nadie ama de manera verdadera, todos tienen motivos ocultos, todos somos peones en el juego de quien tiene más poder en el tablero. Soy un maldito, un desgraciado, cometí miles de errores antes de estar contigo. Siempre fui un hombre de
*PARÍS, CAPITAL de Francia. JESÚSEl barco por fin había llegado a aguas francesas. No tomó mucho tiempo abordar y comenzar bajar del barco. El cochero subió todo el equipaje a la diligencia y nos llevó rumbo al hotel.—Es preciosa esta ciudad. —miré a Nicolle, ella estaba embelesada con todas las calles de París. — ¿Podríamos ver algunos lugares antes de ir al hotel?Era una niña toda emocionada por conocer lo desconocido. Nicolle no había cambiado, me hacía gracia recordar a la niña curiosa que vino a mi ayuda por haber arruinado un documento de su padre. —Primero nos instalaremos en el hotel y te prometo que te llevaré a conocer los lugares más emblemáticos de esta ciudad.— ¡Gracias Mon coeur!La diligencia nos trajo frente a la opulenta entrada del famoso hotel “Le Meurice". Le hace honor al prestigio que recibe, quise buscar el mejor hospedaje para Nicolle y para mí, y Le Meurice me pareció el más adecuado. Además que está ubicado entre la Plaza de la Concordia y el Museo L
NICOLLEMe levanté más temprano, la verdad tenía mucha emoción. Me tomé la molestia de recorrer un poco las instalaciones del hotel, dejé una nota a Jesús para que no se preocupara y lo esperaría para desayunar en el restaurante. El desayuno fresco se veía muy apetecible, la mantequilla en el pan caliente era exquisita. A esta hora mi esposo ya debió a levantarse, esperaba que ya estuviera aquí. Vi a alguien sentarse, creí que era Jesús.—Disculpe. ¿Quién es usted? —pregunté en francés.— ¿Habla español señorita?—Sí. —respondí con seriedad y él sonrió. —Usted es... Impresionante mi lady.—Disculpa Milord. Debo pedirle que se vaya de mi mesa—dije lo más cordial que podía ser.—Oh, discúlpeme si la incómodo. Me presento, Frank Hamings.— ¿Es inglés? —Londinense, y usted por ese marcado acento ubico que es española, pero habla fluidamente y sin errores el francés.—Milord por favor le ruego que termine con esto y se retire de mi mesa, mi esposo no tardará y...—Lo siento, solo querí
JESÚS. Nicolle estaba entre mis piernas, el agua de la tina se había caído un poco al piso. Acariciaba su pecho, pero ella estaba diferente a las otras veces que hemos compartido el baño, Nicolle se encontraba muy pensativa.—Nicolle —la nombré y ella volteó. — ¿Qué es lo que pasa esposa?— ¿De qué hablas Mon coeur?—Estás distante, cuéntame. ¿Qué es lo que pasa? —Nada.—No te creo, dímelo. —Mon coeur, te digo que no es nada.—De acuerdo, no me lo digas ahora. Pero quiero que pronto me lo confieses Nicolle. —ella no respondió. Salí de la tina y comencé a vestirme, Nicolle aún no había salido del cuarto de lavado. Me adelantaría al restaurante para verificar que el reservado que pedí estuviera listo, salí de la habitación. Deseaba saber que era lo que le acoge a Nicolle, pero estaba reacia a decírmelo a mí. Entré al exclusivo restaurante, el reservado estaba casi listo. Solo faltaban unos insignificantes detalles, así que decidí esperar un poco en la barra de licores. Todos a mí
ELENA.Entré a mi oficina y para mi sorpresa me encontré un presente sobre mi escritorio. Lo tomé y lo abrí, sonreí al ver los pequeños zapatos de bebé, había una tarjeta adentro de la caja."Elena compré estos zapatos para nuestro hijo. Espero sean de tu agrado".—Este regalo dice mucho más que esta miserable nota. —cerré la caja y fui a buscarle. Lo encontré ocupado con su trabajo. Él detuvo lo que estaba haciendo y me miró con una ceja levantada. — ¿Qué sucede?—Solo... Quise agradecerte por el regalo, aunque no era necesario. —Antonio no mostró expresión, se mantuvo casi indiferente. —Hablaré con mi padre sobre nuestro compromiso. — ¡Seguirás con...!—Elena ya está decidido, ese niño tendrá mi apellido. Lo reconoceré como mi hijo y tú no puedes hacer nada. — ¡No me retes Antonio! —respondí enfurecida. —No soy una estúpida a la que podrás controlar como se te dé la gana.Se levantó de su silla.—Elena no deseo pelear.—No es lo que tu comportamiento me está demostrando. No te
ANTONIO.Entré a la oficina de mi padre, era el momento de decirle sobre mi compromiso con Elena. Me senté frente a su escritorio. Él siguió revisando sus documentos.— ¿Qué pasa hijo? —preguntó sin mirarme.—Me casaré con la duquesa Palacios—. Mi padre detuvo lo que estaba haciendo y me miró— ¿Qué fue lo que dijiste?—Me casaré padre, Elena Castelo y yo nos casaremos.— ¿Elena? Ya hasta la llamas por su nombre de pila. Antonio explícame esto, no puedo permitirlo, tú estabas comprometido para...— ¿Esmee Belmonte? Lo lamento padre, porque Elena Castelo es la única mujer con quien me casaré—Antonio, La viuda de Palacios es una mujer hermosa, sí, pero tú necesitas a una esposa acorde a tu edad, que piense igual que tú. Que pueda darte un heredero.—Precisamente por eso nos casamos padre, Elena está embarazada y ese niño es mío. —mi padre parecía estupefacto. —Antonio me dejas perplejo, tú.... Elena es nuestra mejor diseñadora y tú...—Padre, solo te informo de mi decisión. Voy asu
JESÚS CASTELONicolle se terminaba de arreglar y en su cuello colgaban las joyas que le había regalado, se veían hermosas en su fino cuello. Me acerqué, ella me miró por el reflejo del espejo y sonrió.—Luces hermosa.—Gracias Mon coeur. —se giró, me incliné para besarla con fervor. Besar sus labios siempre me resultaba dulce y adictivo. Seguía besándola y ella me separó con una sonrisa en los labios.—Mon coeur llegaremos tarde. —Besé su cuello y la escuché reír — ¡Jesús! —Mon Amour, tú eres mi vicio. Me es imposible dejar de besarte. —Tienes que hacerlo, porque sino no llegaremos. —Me dio un último beso y se levantó de su silla. —Debemos irnos.Suspiré resignado.—De acuerdo, vámonos Mon Amour. —le di un último beso en los labios haciéndola sonreír. Salí de la mansión, en el carruaje Nicolle recostó su cabeza en mi hombro y no dejaba hablar sobre el bebé, la escuchaba con atención. Me emocionaba saber sobre mi hijo, le había dado carta libre a Nicolle para que decorara la ha