JESÚS CASTELO.Abrí los ojos y su cabeza reposaba sobre mi pecho, la miré detallando su rostro, era una visión de dulzura y tranquilidad al mismo tiempo. Aparté su cabello sin despertarla, la puse a un lado, quité las sábanas y miré su cuerpo desnudo, esos senos firmes y medianos, sus caderas esbeltas y bellamente curvadas. —Eres preciosa. —me incliné y comencé a besar el comienzo de sus senos, ella se retorció y seguí con mi deber. Chupé su pezón y sus delgados brazos me envolvieron acercándome a ella, un gemido brotó en sus labios. Acaricié y recorrí con mis dedos cada curva, quité mi boca de su delicado pecho y me puse encima de ella para mirarla a los ojos. —Buenos días Nicolle. —ella sonrió. —Buen día mi Castelo. —apreciaba la escena que se desarrollaba ante mis ojos, su cabello esparcido en la almohada, mejillas rojas, ojos brillantes y una sonrisa cálida. Abrí sus piernas y volví hacerla mi mujer, una y otra vez. No quería detenerme. Ella era mía y nadie me iba a quitar
JESÚS. No recuerdo cuando fue la última vez que pisé la residencia de Palacios, al entrar ya nada era tan extravagante y de mal gusto como lo recordaba, mi hermana había decorado la gran residencia con mucha elegancia en cada detalle. El mayordomo me guió hasta la sala de visitas, donde mi hermana me esperaba con una mesa de bocadillos y jugo natural. — ¿Cómo has estado hermana?—Eso debería preguntarlo yo, se te ve de cierta manera ¿Feliz? Ya te acostumbraste a tu nueva esposa hermano. —dijo burlona, me senté y sonreí. —Nicolle es una buena esposa, no tengo de que quejarme. —Siempre estuvo enamorada de ti.—Lo sé desde hace mucho, por eso se coló a mi habitación cuando era una adolescente para robarme un beso —Elena soltó una gran carcajada. —Eso no lo sabía, no me sorprende. Esa muchacha te quiere mucho Jesús, no la destruyas como todo lo que tocas —me advirtió con profunda calma.—Entonces no la hubieras incitado a casarse conmigo.—Pero te recuerdo que tú fuiste él que dio l
ANTONIO.Me enamoré por primera vez y eso dolía, ella me rechaza cada vez que me confieso, recordaba como ella se había incrustado sin desearlo bajo mi piel.*Nunca me había interesado formar parte del negocio familiar, quería pintar. Llegó un día en el que padre no dejaba de hablar de la fantástica viuda de Palacios, la diseñadora y socia de la joyería; una mujer bastante capaz e inteligente para involucrarse en los negocios, no la había visto nunca, pero al ser viuda de un cerdo como lo era el Duque Palacios, me imagino a una mujer mayor, fría y desolada. -Acompáñame a la empresa, Antonio. - propuso mi hermano Andrés cuando entró a mi estudio privado. Llevaba días sin poder dibujar o pintar algo que valiera la pena, no tenía inspiración. -No gracias hermano, no deseo ir.-Antonio, si la miraras y te adentraras más en el trabajo tal vez podría gustarte. -hablaba y yo trazaba líneas sobre el lienzo pero volvía a pasarme lo mismo, no me gustaba y arruinaba todo -Hermano, vamos. Por t
NICOLLEÉl se durmió entre mis brazos, acaricié su cabello. Mi conde pesaba mucho y con cuidado de no quedar atrapada, me corrí a un lado y lo acosté en la cama, sonreí al verlo dormido. Aparté los mechones largos de su amplia frente. Cuando dormía podía verlo de otra manera, su rostro durmiendo reflejaba las marcas de su preocupación, había unas pequeñas arrugas sobre su entrecejo. Pero aun así no dejaba de ser mi atractivo conde. Yo estaría con él siempre. —Te amo demasiado. —besé su mano. —Y no sabes cuánto espero el día en que tú me digas lo mismo Jesús. —No merezco tu amor. —respondió con los ojos cerrados y cuando los abrió me miró sin expresión alguna. —Creí que estabas dormido. ¿Fingías?—pregunté sonriendo. Puse mi mano en su mejilla y él la besó —Puedo fingir frente a muchas personas, es lo que mejor se me da. Pero frente a ti, no creo que haga falta ¿cierto? Me descubrirás siempre. JESÚSTemprano en la mañana me levanté, Nicolle aún dormía plácidamente en mi cama. Ado
JESÚSElla parecía tan emocionada, no dejaba de abrazarme y cuando me llamaba "Mon coeur".Me hacía feliz, me embelesa escucharla hablar en francés, Nicolle es mi dulce francesa. —Entonces... ¿Te alegra la noticia?—pregunté con una sonrisa.—Más que eso, iremos a París. ¡París! Mi madre siempre me platicaba de lo hermosa que era su ciudad materna. Fui hace tanto que no lo recuerdo y volver a ir. Oh, Mon coeur. Me haces tan feliz.—Tú también me haces feliz. —su expresión cambió y me miró.— ¿Qué dices? —acaricié su mejilla. —Quiero que me muestres que tan feliz te sientes Nicolle. —me incliné y besé sus labios con fervor. La llevé a la cama, tiré todas las cajas al piso y comencé a quitar y desatar su vestido, ella desabrochaba mi chaleco y mi camisa. La miré a los ojos, siempre mostrándose tan bella y apasionada. —Mon coeur. —sentí de nuevo esos intensos latidos en mi pecho, chupé su cuello y lo mordía con suavidad. —Nicolle... —desnudé su pecho y lo acaricié con ternura. — ¿
ANDRÉS.Regresé a mi hogar y no fue sorpresa encontrarme a mi hermano esperándome.—Todos debieron irse a dormir. ¿Por qué tú no?—Necesito disculparme contigo Andrés. —levanté una ceja. —Confieso que actué mal con la mujer que amas, no debí tratarla de esa forma pero ese día estaba colérico hermano, no controlaba mis actos. Estoy harto de los rechazos de Elena, pero por más que ella se niegue, yo seguiré insistiendo.Miraba a Antonio y sentí cierto remordimiento. Debía hablarle sobre la propuesta de Elena.—Andrés, discúlpame...—Elena me pidió que me casara con ella. —sus palabras quedaron atoradas en su garganta y me miró de una manera que jamás pensé que me vería. —Repite lo que has dicho hermano —ordenó con voz fría. —Elena me propuso casarme con ella... Y yo acepté. — ¡Te mataré Andrés! ¡Juro por todos los infiernos que te mataré! —quiso irse encima de mí y logré frenarlo a tiempo, perdóname Elena pero él merece saberlo.—Quiere casarse conmigo porque está embarazada Antonio.
NICOLLE.Él me confirmó que el retrato ya no lo tenía, pero aún quería escuchar que dijera que me ama, es todo lo que necesito para ser completamente feliz. Había cierto tema que me había estado atormentando estos últimos días. Ya mañana partiremos a Francia y quería salir de mis dudas. Esperaba a mi hermana afuera de la casa de mis padres. Ella salió y se subió a la diligencia. El cochero se puso en marcha.— ¿Dime qué pasa Nicolle? —Preguntó con el ceño fruncido —Me sorprendió que quisieras salir...—Creo que podría estar en cinta. —los ojos de mi hermana me miraron con sorpresa.—Nicolle... Ya era de esperarse que eso pasara. ¿Por qué aún no lo has confirmado?—Estaba tan metida en mis sueños y discusiones con Jesús...— ¿Ustedes discuten?—Por vanidades sin importancia.— ¿Con quién planeas ir para que lo confirme?—Esperaba que tú me ayudaras con eso.— ¿Yo? —Esmee no te hagas la desentendida, siempre has sido la dama más sociable, acompañas a nuestra madre a todas esas reuni
NICOLLE.Me encerré en mi dormitorio, era frustrante la manera en cómo se desprecia a sí mismo. Los hijos no somos responsables por los errores de los padres, ¿Por qué él no lo entiende? Me cambié el bonito vestido por un camisón y me quité todos los arreglos que había hecho por él. No esperaba que viniera tocando, pidiendo hablarme. Lo escuchaba pero no le respondía.—Si no abrirás, me sentaré aquí y diré lo que tengo que decir si no tengo más alternativa—me levanté de la cama y me acerqué a la puerta, sentándome en el suelo, recostada sobre la puerta como supongo que estaba él. Lo escuché suspirar.—Nicolle sé que di la impresión de no querer a ese niño... Perdóname, mi padre... El antiguo Conde, no fue el mejor ejemplo paterno, él me enseñó que nadie ama de manera verdadera, todos tienen motivos ocultos, todos somos peones en el juego de quien tiene más poder en el tablero. Soy un maldito, un desgraciado, cometí miles de errores antes de estar contigo. Siempre fui un hombre de