El juez alzó la mirada de los documentos que sostenía entre sus manos, y su voz cortante rompió el silencio de la sala:—El tribunal declara disuelto de manera definitiva el matrimonio entre Beate Katrine Halvorsen y Ole Thorsen.Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Katrine dejó de respirar, como si su cuerpo no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. ¡Era libre! Esas palabra resonaba en su mente como un eco, rompiendo las cadenas invisibles que la habían retenido durante tanto tiempo.Su corazón comenzó a latir con fuerza, y las lágrimas brotaron sin control. Pero no eran lágrimas de tristeza, sino todo lo contrario: eran de alivio, de puro júbilo, de algo que no recordaba cómo se sentía: felicidad y esperanza.—Libre… —susurró con labios temblorosos, saboreando aquella palabra.Primero fue apenas audible, y, luego, como una marea creciente, la emoción explotó en su interior. Su pecho se agitó, y de su garganta brotó una risa, al principio suave, pero que pronto se conv
Era la primera vez que Sofie entraba al hospital con pasos ligeros y una amplia sonrisa iluminándole el rostro. Había algo diferente en su andar, como si una nueva energía la impulsara. Detrás de ella, Mathias la seguía en silencio, su figura imponente destacándose en el pasillo. La atención y calidez que él había mostrado en las últimas semanas seguían desconcertándola, pero también llenándola de una reconfortante seguridad.De repente, Sofie se detuvo y giró sobre sus talones, encontrándose con la mirada de Mathias. Sus ojos brillaban con emoción, reflejando un entusiasmo que no podía ocultar.—Oye, si esto sigue así, tal vez pueda hacer algo que llevo tiempo postergando —dijo, rompiendo el silencio mientras se ajustaba el bolso al hombro.Mathias giró la cabeza hacia ella, alzando las cejas, ligeramente intrigado.—¿Postergando?—Sí. —Sofie sonrió, pero no lo miró directamente—. Había pensado en llevar a los niños de viaje.Mathias chasqueó la lengua, como si reflexionara sobre lo
Desde el ventanal del departamento que había adquirido recientemente para escapar del control de su familia, Kaja Lønn observaba cómo la ciudad se extendía bajo la lluvia, a sus pies. La copa de vino que sostenía en su mano reflejaba las luces de Copenhague, mientras un destello de satisfacción cruzaba su rostro.La tenue iluminación de la sala suavizaba los contornos de los muebles de estilo moderno, pero no eran capaces de aplacar la determinación que brillaba en sus ojos azules. Llevaba un vestido de seda que caía como una segunda piel, y su postura, relajada, irradiaba su acostumbrada confianza.El primer movimiento en el tablero había sido todo un éxito. Ahora las piezas se encontraban en el lugar indicado, y todo lo que debía hacer en ese momento era dejar que las cosas fluyeran y el destino hiciera lo suyo. Mathias siempre había sido predecible, incluso dentro de su imprevisibilidad. Sabía cómo picarlo, provocarlo.Mientras pesaba en esto, el timbre sonó y una sonrisa cruzó len
—Lo siento, señorita Vang. Lamentablemente, es cáncer. Terminal.La doctora continuaba hablando, pero las palabras ya no llegaban a Sofie con claridad.Cáncer…Terminal…La sentencia era implacable. No había margen para malinterpretaciones, y, mucho menos, para la esperanza.Sofie bajó sus ojos, mirando a los pequeños que se encontraban sentados junto a ella, absortos en sus mundos infantiles. Sus hijos… Sus preciosos trillizos.En ese momento, sintió el tirón de una pequeña manita. Era Emma, con sus ricitos rubios completamente desordenados, quien la miraba con su característica inocencia.—¿Estás bien, mami? —preguntó la pequeña, ladeando su cabecita, mientras sus grandes ojitos azules brillaban de curiosidad al ver que su madre tenía la mirada ausente.Las lágrimas de Sofie no tardaron en derramarse, rodando silenciosamente por sus mejillas, y la pequeña Emma frunció la nariz, desconcertada porque su madre llorara sin razón aparente, antes de mirar a sus hermanos. Ninguno de los tr
Mathias Lund frunció el ceño mientras recorría con la mirada los informes financieros que se encontraban encima de su escritorio. La oficina en su mansión era un santuario de eficiencia, libre de cualquier tipo de distracción. El monitor brillaba frente a él, y las gráficas en la pantalla demostraban que Lund Farma continuaba aplastando a la competencia.Sin embargo, había algo que lo hacía sentir incómodo: las inconsistencias en la sección de gastos. Alguno de los departamentos estaba gastando más de lo que había autorizado, y eso lo irritaba por completo. Nada en su empresa se movía sin que él lo permitiera.Pensando en que tendría que analizar la situación y ponerle remedio, se masajeó el puente de la nariz y cerró los ojos por unos segundos, permitiéndose un momento de descanso.Sin embargo, la calma duró muy poco. La puerta de su despacho se abrió, y tras ella apareció Jo Bensen, el jefe de seguridad de la mansión, con el ceño profundamente fruncido.—Señor Lund, hay algo que nec
Mathias se quedó inmóvil frente al portón de la villa, con la carta arrugada en un puño, sintiendo que había perdido el control.Las risas infantiles llenaban la mansión, pero para Mathias solo reflejaban el peso de la realidad. Esos niños que corrían por su casa, no eran más que ¡sus propios hijos!No solo había pasado una noche con Sofie Vang, su exasistente, sino que, cinco años después, se encontraba con la noticia de que era padre de tres niños, que le habían entregado como un paquete, acompañados de una simple nota, que parecía una orden; algo que él estaba acostumbrado a dar, mas no a recibir.La rabia hervía en su pecho al pensar en que Sofie había guardado aquel secreto por tanto tiempo. Había sido un destello en su vida: una aventura fugaz, seguida de una repentina despedida, también sin explicaciones.Mathias cerró los ojos y la noche en que todo había comenzado volvió a él con claridad.Esa noche, tras la muerte de su padre había decidido sumergirse en el alcohol, momentos
Al día siguiente, Mathias despertó con la sensación de que todo había sido una extraña pesadilla. Pero no, aquello no había sido un sueño, y, por primera vez en años, levantarse de la cama, le resultó una agobiante idea. Sin embargo, no le quedaba más remedio que afrontar la realidad, por lo que, ahogando un suspiro, se puso de pie y salió al pasillo, en donde se asombró de que todo estuviera tan silencioso.Hasta que, de pronto, un fuerte estruendo lo hizo tensarse.—¡Cuidado, Lars! —oyó la vocecita de Emma desde la sala.Alarmado, Mathias bajó corriendo, y entonces lo vio:Lars se encontraba de pie sobre una silla, sosteniendo…—¡No! —gritó Mathias, alzando la mano, al ver que la brújula de su padre se precipitaba al suelo.Sin embargo, llegó demasiado tarde, y esta se estrelló contra el piso, haciéndose añicos.Mathias se quedó en shock, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de él, antes de caminar hacia Lars con los dientes apretados.—¿Qué creen que están haciendo? —bramó, hacien
Al otro lado de la ciudad, Sofie miraba a través de la ventana del dormitorio, observando cómo la lluvia resbalaba por los cristales, tal y como lo hacían los días que le quedaban de vida. Sabía que no tenía más tiempo, y que la decisión debía tomarse cuanto antes. Erik no la entendería; nunca lo había hecho, pero ella necesitaba liberarse de esa relación, necesitaba estar tranquila, sola con sus pensamientos, antes de partir de este mundo.El día anterior, había enviado a Emma, Jens y Lars con Mathias, su padre, y esa despedida pesaba como una losa en su pecho, como si le hubieran arrancado una parte de su alma. Definitivamente, aquello le había hecho comprender el sentido de la frase «morir en vida». Sin embargo, sabía que había hecho lo correcto, y ahora tocaba hacer lo mismo con Erik.Agotada, se pasó las manos por el rostro. Desde que le habían dado la noticia de su cáncer terminal, hacía quince días, apenas había logrado dormir unas cuantas horas, ya que se había empeñado en dej