La noche se sentía interminable para Katrine, a pesar de que apenas comenzaba. En el pequeño apartamento seguro, el tiempo parecía dilatarse. Había redactado y borrado el mensaje para Lukas unas diez veces, buscando, una y otra vez, las palabras correctas para explicarse, aunque no pudiera revelar la verdad. Finalmente, después de más de media hora, escribió un texto corto y directo.«Lukas, lo siento. Me gustaría hablar contigo. Por favor, dime cuándo podemos vernos».Acto seguido, le dio a enviar antes de que tuviera tiempo de arrepentirse, y dejó el teléfono sobre la mesa, mirándolo como si fuera una bomba a punto de explotar.Pasaron un par de minutos, luego diez, veinte, y, a pesar de que el doble check azul apareció, la respuesta que esperaba nunca llegó.Katrine apretó los labios en una fina línea, sintiendo cómo la frustración se mezclaba con la tristeza. ¿Qué esperaba? Lukas tenía todo el derecho de ignorarla después de lo que había pasado en el hospital. Le dolía tener que h
Mathias conducía a toda velocidad por las serpenteantes calles que llevaban a la mansión. Las luces de la ciudad apenas eran un destello en su visión periférica, mientras su mente se movía en un remolino de pensamientos. La reunión con Kaja si bien había sido fructífera —si era verdad lo que decía—, también había sido un incómodo recordatorio del pasado que siempre había tratado de enterrar.«¿Qué haré?», se preguntó, apretando el volante con más fuerza de la necesaria.Por un momento, la tentadora oferta de Kaja se mezcló con imágenes sus padres y de los niños a solas con Lukas. ¿Acaso era una buena idea dejar a los trillizos con él? No lo sabía. Pero lo que sí sabía perfectamente era lo que dirían sus padres si descubrieran que estaba considerando un trato con ella. Su madre, en particular, encontraría una manera de convertirlo en otro de sus sermones sobre cómo «las cosas podrían haber sido diferentes», e incluso «podrían serlo».Mientras pensaba en esto, el sonido insistente de su
Cuando Sofie por fin reaccionó, sus pensamientos eran un torbellino. Sintiendo que no tenía tiempo que perder, corrió hacia al armario, abrió la puerta de un tirón y sacó lo primero que encontró. El golpe seco al cerrarla resonó por todo el departamento. Se movía con urgencia, casi frenética, y sus dedos temblaban mientras intentaba abotonarse la chaqueta con torpeza.Katrine parpadeó, intentando procesarlo todo, mientras dejaba el móvil sobre la mesa.—Sofie, ¿qué piensas hacer?Sin embargo, Sofie no respondió de inmediato, sino que terminó de ajustar su abrigo y, con la mandíbula tensa, tomó su bolso y se lo colgó al hombro.—Kat, escríbele a Lukas y pregúntale a qué hospital llevan a Lars —repuso, por fin, con la voz tensa pero decidida.Katrine ladeó la cabeza.—Sofie, ¿de verdad piensas ir? Escucha, es de noche… y, además… Mathias está con él.Sofie se detuvo un momento y la miró fijamente, con sus ojos reflejando una gran mezcla de emociones: culpa, miedo, y una rabia dirigida ú
Al ver que Sofie no podía articular ni una sola palabra coherente, Katrine dio un paso al frente con decisión.—Yo le dije —dijo con voz firme, aunque su nerviosismo se evidenciaba en el movimiento de sus manos.Mathias entrecerró los ojos y frunció el ceño, volviendo su atención hacia Katrine.—¿Tú? —preguntó, sin molestarse en ocultar su incredulidad—. ¿Cómo lo supiste?—Lukas me lo dijo —confesó Katrine, ignorando la mirada de sorpresa y reproche de Sofie. Sabía que su amiga probablemente se enfadaría, pero estaba harta de quedarse callada y de mentir.—¿Lukas? —repitió Mathias, como si no pudiera creer lo que escuchaba. Su mandíbula se apretó y maldijo para sus adentros, recriminándole a su hermano por haberse entrometido una vez más en algo que no le correspondía.—Señor Lund, el médico lo solicita en la sala de urgencias —interrumpió la recepcionista en ese momento.Mathias respirando hondo y cerrando los ojos por un segundo, en un intento de controlar sus emociones. Finalmente,
Tres días más tarde, la habitación de Lars se encontraba en silencio, mientras él se hallaba recostado, con la pierna en alto y los ojos clavados en los dibujos animados en la televisión que se encontraba frente a él. Las sombras de las persianas trazaban líneas irregulares en las paredes, y el sonido de las caricaturas llenaba el ambiente.Sofie se encontraba sentada junto a su hijo, distraída, mientras le acariciaba el cabello con movimientos lentos y ausentes, intentando ignorar la tormenta de pensamientos que ocupaba su mente.La puerta se abrió despacio, con un suave chirrido que hizo que el corazón de Sofie se detuviera por un momento y se pusiera en alerta. Acto seguido, Mathias apareció con su usual porte, rígido y frío, y el sonido de sus pasos reverberó en la habitación. Sus ojos recorrieron la estancia con la precisión de un juez, antes de detenerse en Lars, quien giró la cabeza al reconocerlo.—Hola, campeón —saludó Mathias con una sutil sonrisa, que apenas curvó sus labio
La propuesta de Mathias cayó como una losa sobre Sofie. Durante unos segundos, simplemente lo miró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Sus labios se entreabrieron en un intento de decir algo, pero las palabras no llegaban; se había quedado completamente en blanco.—¿De qué está hablando? —preguntó por fin, al cabo de unos segundos que se le antojaron eternos, totalmente incrédula.Mathias ni siquiera parpadeó. Su expresión era como si estuviera tallado en mármol, implacable e inmutable.—Lo que escuchaste, Sofie. Haz tus maletas. Te mudarás a la mansión.El tono de su voz no dejaba lugar para la negociación. Era una orden, algo que Sofie reconoció al instante y que hizo que su estómago se retorciera.—Lo siento, pero no puedo simplemente… —empezó a decir, pero él la interrumpió, con un tono tan afilado como una navaja.—No es una cuestión de si puedes o no. Lars está con la pierna entablillada. Necesita atención constante, y yo no puedo dejar de trabajar. Lukas y yo neces
Luego de pasar por la comisaría, de dejarle en claro al comisario que estarían bien, de darle la dirección de dónde se encontrarían y de pasar por el apartamento seguro en busca de sus cosas, Sofie y Katrine llamaron a un taxi que rápidamente las llevó hasta la imponente mansión de Mathias Lund.Una vez frente a los enormes portones, Sofie y Katrine intercambiaron una mirada llena de nerviosismo, antes de bajarse del vehículo y anunciarse en la garita del guardia, quien ya estaba advertido, por lo que, sin perder tiempo, las hizo pasar.Sofie sentía cómo le sudaban las manos, mientras arrastraba su maleta de camino hacia la entrada principal. Miró a Katrine de reojo, y vio que su amiga estaba igual o peor que ella. Realmente, sentía haberla arrastrado a eso, pero ¿qué otra posibilidad tenía?Conforme caminaban, ambas sentían que la temperatura no hacía más que disminuir, como si allí el frío fuera más intenso que en el resto de la ciudad. Katrine miró la enorme edificación que se alza
Cuando Anna se acercó a ella y a Sofie, para conducirlas hacia la planta superior, Katrine miró a Lukas con incomodidad, sintiendo el peso de su desconcierto. Su mandíbula estaba tensa, mientras alternaba la mirada entre Mathias y ella.Sin saber muy bien qué hacer o cómo reaccionar, Katrine apartó la mirada, apretando el agarre de su maleta, antes de seguir a Anna en silencio. Por su parte, Sofie se encaminó tras el ama de llaves y su amiga, apretando el bolso como si fuera una especie de escudo que pudiera protegerla del incómodo momento.Mathias observó cómo las tres mujeres subían las escaleras, manteniendo su impenetrable expresión, mientras Emma y Jens, con los ojitos brillantes, comenzaron a avanzar en la misma dirección.—¡Mami! —gritó Emma, alzando los brazos como si quisiera que la cargara.Y Jens no se quedó atrás, al soltar un pequeño gritito de entusiasmo mientras corría hacia las escaleras.Sin embargo, Mathias con un rápido movimiento, extendió un brazo, bloqueando suav