Una vez que su hermano se dio media vuelta y desapareció en dirección a su despacho, Lukas se apresuró a subir las escaleras con pasos pesados, con su mente hecha un torbellino de preguntas.Cuando llegó al pasillo de la segunda planta, oyó un par de tenues voces provenientes de una de las habitaciones y, al acercarse, vio a Sofie y Katrine desempacando mientras conversaban en voz baja.Tras titubear por un momento, golpeó la puerta abierta con suavidad, interrumpiendo el murmullo de la conversación. Sofie fue la primera en voltear a verlo, alzando una ceja con curiosidad, mientras Katrine se quedaba rígida, visiblemente incómoda ante su repentina aparición.—Katrine, ¿podemos hablar? —inquirió Lukas, sin rodeos, con un tono que no daba opción a una negativa.La mujer tragó saliva, mientras lo miraba con un leve destello de incertidumbre en sus oscuros ojos.—Lu-Lukas… ¿tiene que ser ahora? —preguntó, desviando la mirada rápidamente hacia su amiga.Sofie, al notar la tensión que había
Dos días después de la llegada de Sofie y de Katrine, la rutina en la mansión parecía haber encontrado un leve equilibrio. Las mujeres se habían instalado, y los niños gozaban como nunca de su madre. Sin embargo, para Mathias eso significaba planear su siguiente movimiento, una de las razones por las que le había pedido a Sofie que se mudara.Aquella noche, mientras se encontraba repasando los últimos correos en su despacho, su móvil vibró sobre la mesa con insistencia. Al ver el nombre de Kaja, frunció el ceño antes de contestar. —Kaja. —Mathias, tengo noticias importantes —dijo ella, yendo directamente al grano, con su característico tono calculador—. La competencia ya está al tanto del nuevo tratamiento. Mis fuentes me acaban de informar que tienen programado reunirse con los especialistas alemanes este mismo fin de semana. Mathias tensó la mandíbula y arrojó el bolígrafo sobre la mesa.—Eso cambia radicalmente las cosas. —Así es. Si queremos tener ventaja, debemos viajar mañan
Al día siguiente, al amanecer, Sofie despertó sola, envuelta en las sábanas revueltas de su cama. Por un instante, pensó que lo que había sucedido la noche anterior no había sido más que otro de sus tantos sueños. Sin embargo, los rastros en su cuerpo y en su mente no dejaban dudas: aquello había sido real. Mathias, con una arrolladora intensidad, la había poseído, una vez más, despertando los sentimientos que ella creía haber reprimido, dejándola desorientada.Con esa extraña sensación, y sin poder apartar del todo de su mente lo que había pasado entre ella y Mathias, Sofie decidió levantarse y bajar a desayunar, antes de enfrentar el nuevo día, el cual prometía ser bastante largo. Después de todo, si no había sido una simple excusa, Mathias se marcharía, y, aunque intentaba convencerse de que su ausencia le daría espacio para ordenar sus pensamientos, no podía evitar desear que se quedara. Menos ahora, después de lo que habían compartido esa noche.Cuando llegó al comedor, se encont
Dos días después de la partida de Mathias, el sol de la media tarde se colaba por las ventanas del estudio de Lukas, bañando la estancia con una luz cálida. Katrine se encontraba de pie, frente a la ventana, mirando los jardines que se extendían al otro lado, intentando calmar sus pensamientos. Las últimas semanas, en especial, los últimos días habían sido un constante ir y venir de emociones que no estaba segura de cómo gestionar.Lukas, detrás de su escritorio, la observaba en silencio, como si intentara comprender algo que no podía poner en palabras.Por su parte, Katrine sabía que ese era el momento que había estado esperando desde la primera noche en la villa Lund. No podía seguir aplazando la verdad, pero sentía que su corazón latía desbocado, y cada segundo que pasaba no hacía más que apretar el nudo que se le había formado en la garganta.—¿Qué sucede? —preguntó Lukas, rompiendo por fin el silencio que se había instalado entre ellos.Katrine suspiró y se giró lentamente, encon
El estudio de Lukas se sumergió en un tenso silencio. Katrine, con el corazón apretado en el pecho, sintió el peso de su confesión caer sobre ellos como una losa. Lukas, inmóvil, la miraba fijamente, intentando procesar lo que acababa de escuchar.—¿Entonces quién? —inquirió él, con voz grave, pero sin el reproche que ella había temido.—Es Sofie —murmuró Katrine, mientras sus ojos buscaban algo en los de él que la ayudara a sostenerse en medio de su vulnerabilidad—. Ella es quien tiene cáncer, Lukas.Lukas cerró los ojos por un instante, inspirando hondo y soltando el aire con lentitud. Cuando volvió a abrirlos, sus ojos reflejaron una mezcla de incredulidad y preocupación.—Dios… —murmuró, mientras se pasaba una mano por el cabello—. ¿Y ambas han estado cargando solas con esto todo este tiempo?Katrine asintió, soltando un suspiro e intentando mantener la composturaLukas permaneció en silencio durante unos segundos antes de levantarse de su silla. Caminó hacia Katrine, deteniéndose
Sofie miró Katrine con los ojos entrecerrados, aún sorprendida por su emoción.—Mamá, mira —gritó Emma, en ese momento, subiéndose a una pequeña escalada.—Muy bien, mi amor. Pero ten cuidado —repuso Sofie, mirándola por un momento y esbozando una sonrisa, antes de volverse hacia su amiga, con el ceño fruncido—. ¿De qué hablas, Kat?Katrine dio un paso más hacia ella y la tomó de la mano con fuerza, mientras lanzaba una mirada rápida en dirección a los niños, diciendo:—Ven, nena. Es mejor que hablemos a solas.Sofie asintió, aunque su confusión no hizo más que aumentar.—Chicos, quédense aquí un momento. Pórtense bien, ¿sí? Ya regreso —les pidió, con una mezcla de autoridad y dulzura que rápidamente los calmó, e hizo que los tres asintieran de inmediato.Acto seguido, Sofie se levantó ahogando un suspiro y siguió a Katrine hasta el pasillo. Allí, fuera del alcance de las miradas curiosas de los niños, se cruzó de brazos y la enfrentó.—A ver, Kat ¿Qué sucede? ¿Qué es tan urgente? —pr
Berlín, Alemania. Una semana después…El silencio que reinaba en la habitación únicamente era roto por el leve zumbido del portátil que se encontraba frente a Mathias, en donde leía los últimos documentos del trato, comprobando que todo estuviera en regla, cerrando así, de manera exitosa, la semana de arduo trabajo en Alemania.Desde lo profesional, aquello había sido una completa victoria. El nuevo tratamiento que estaban por introducir en Lund Farma prometía revolucionar el mercado. Sin embargo, la sensación de triunfo no se extendía por su interior. Mientras revisaba los detalles, un pensamiento rondaba su cabeza sin descanso: Dinamarca. No era solo su lugar en el mundo, sino el sitio en el que estaban los niños… y Sofie. Y esa última idea era lo que lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. —Es impresionante lo que hemos logrado juntos —dijo Kaja, irrumpiendo en la habitación con una copa de vino en la mano. Mathias alzó la mirada, con su rostro imperturbable. Au
La oscuridad se había cernido sobre la imponente mansión, como un manto opresivo, mientras Katrine, sentada en el amplio sofá de la sala, miraba la nada, con una taza de té entre las manos, intentando relajarse. Sin embargo, era en vano. La ansiedad parecía no querer remitir. Por el contrario, era como si, con cada segundo, se aferrara a su pecho con más fuerza.Los últimos días habían sido una tormenta constante de pensamientos oscuros y preocupación. Intentaba mantenerse firme, sobre todo por Sofie. No quería que ella perdiera el enfoque de su tratamiento ni que la tensión la afectara, pero el simple hecho de no saber dónde estaba Ole hacía que cada segundo fuera una agonía. El comisario que había llevado su caso desde que denunció a Ole la mantenía informada de los avances, pero estos eran prácticamente inexistentes. Ole estaba desaparecido, como si hubiera borrado su rastro del mundo. Esa incertidumbre la carcomía por dentro. Apenas podía dormir por las noches, y durante el día,