Al ver que Sofie no podía articular ni una sola palabra coherente, Katrine dio un paso al frente con decisión.—Yo le dije —dijo con voz firme, aunque su nerviosismo se evidenciaba en el movimiento de sus manos.Mathias entrecerró los ojos y frunció el ceño, volviendo su atención hacia Katrine.—¿Tú? —preguntó, sin molestarse en ocultar su incredulidad—. ¿Cómo lo supiste?—Lukas me lo dijo —confesó Katrine, ignorando la mirada de sorpresa y reproche de Sofie. Sabía que su amiga probablemente se enfadaría, pero estaba harta de quedarse callada y de mentir.—¿Lukas? —repitió Mathias, como si no pudiera creer lo que escuchaba. Su mandíbula se apretó y maldijo para sus adentros, recriminándole a su hermano por haberse entrometido una vez más en algo que no le correspondía.—Señor Lund, el médico lo solicita en la sala de urgencias —interrumpió la recepcionista en ese momento.Mathias respirando hondo y cerrando los ojos por un segundo, en un intento de controlar sus emociones. Finalmente,
Tres días más tarde, la habitación de Lars se encontraba en silencio, mientras él se hallaba recostado, con la pierna en alto y los ojos clavados en los dibujos animados en la televisión que se encontraba frente a él. Las sombras de las persianas trazaban líneas irregulares en las paredes, y el sonido de las caricaturas llenaba el ambiente.Sofie se encontraba sentada junto a su hijo, distraída, mientras le acariciaba el cabello con movimientos lentos y ausentes, intentando ignorar la tormenta de pensamientos que ocupaba su mente.La puerta se abrió despacio, con un suave chirrido que hizo que el corazón de Sofie se detuviera por un momento y se pusiera en alerta. Acto seguido, Mathias apareció con su usual porte, rígido y frío, y el sonido de sus pasos reverberó en la habitación. Sus ojos recorrieron la estancia con la precisión de un juez, antes de detenerse en Lars, quien giró la cabeza al reconocerlo.—Hola, campeón —saludó Mathias con una sutil sonrisa, que apenas curvó sus labio
La propuesta de Mathias cayó como una losa sobre Sofie. Durante unos segundos, simplemente lo miró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Sus labios se entreabrieron en un intento de decir algo, pero las palabras no llegaban; se había quedado completamente en blanco.—¿De qué está hablando? —preguntó por fin, al cabo de unos segundos que se le antojaron eternos, totalmente incrédula.Mathias ni siquiera parpadeó. Su expresión era como si estuviera tallado en mármol, implacable e inmutable.—Lo que escuchaste, Sofie. Haz tus maletas. Te mudarás a la mansión.El tono de su voz no dejaba lugar para la negociación. Era una orden, algo que Sofie reconoció al instante y que hizo que su estómago se retorciera.—Lo siento, pero no puedo simplemente… —empezó a decir, pero él la interrumpió, con un tono tan afilado como una navaja.—No es una cuestión de si puedes o no. Lars está con la pierna entablillada. Necesita atención constante, y yo no puedo dejar de trabajar. Lukas y yo neces
Luego de pasar por la comisaría, de dejarle en claro al comisario que estarían bien, de darle la dirección de dónde se encontrarían y de pasar por el apartamento seguro en busca de sus cosas, Sofie y Katrine llamaron a un taxi que rápidamente las llevó hasta la imponente mansión de Mathias Lund.Una vez frente a los enormes portones, Sofie y Katrine intercambiaron una mirada llena de nerviosismo, antes de bajarse del vehículo y anunciarse en la garita del guardia, quien ya estaba advertido, por lo que, sin perder tiempo, las hizo pasar.Sofie sentía cómo le sudaban las manos, mientras arrastraba su maleta de camino hacia la entrada principal. Miró a Katrine de reojo, y vio que su amiga estaba igual o peor que ella. Realmente, sentía haberla arrastrado a eso, pero ¿qué otra posibilidad tenía?Conforme caminaban, ambas sentían que la temperatura no hacía más que disminuir, como si allí el frío fuera más intenso que en el resto de la ciudad. Katrine miró la enorme edificación que se alza
Cuando Anna se acercó a ella y a Sofie, para conducirlas hacia la planta superior, Katrine miró a Lukas con incomodidad, sintiendo el peso de su desconcierto. Su mandíbula estaba tensa, mientras alternaba la mirada entre Mathias y ella.Sin saber muy bien qué hacer o cómo reaccionar, Katrine apartó la mirada, apretando el agarre de su maleta, antes de seguir a Anna en silencio. Por su parte, Sofie se encaminó tras el ama de llaves y su amiga, apretando el bolso como si fuera una especie de escudo que pudiera protegerla del incómodo momento.Mathias observó cómo las tres mujeres subían las escaleras, manteniendo su impenetrable expresión, mientras Emma y Jens, con los ojitos brillantes, comenzaron a avanzar en la misma dirección.—¡Mami! —gritó Emma, alzando los brazos como si quisiera que la cargara.Y Jens no se quedó atrás, al soltar un pequeño gritito de entusiasmo mientras corría hacia las escaleras.Sin embargo, Mathias con un rápido movimiento, extendió un brazo, bloqueando suav
Una vez que su hermano se dio media vuelta y desapareció en dirección a su despacho, Lukas se apresuró a subir las escaleras con pasos pesados, con su mente hecha un torbellino de preguntas.Cuando llegó al pasillo de la segunda planta, oyó un par de tenues voces provenientes de una de las habitaciones y, al acercarse, vio a Sofie y Katrine desempacando mientras conversaban en voz baja.Tras titubear por un momento, golpeó la puerta abierta con suavidad, interrumpiendo el murmullo de la conversación. Sofie fue la primera en voltear a verlo, alzando una ceja con curiosidad, mientras Katrine se quedaba rígida, visiblemente incómoda ante su repentina aparición.—Katrine, ¿podemos hablar? —inquirió Lukas, sin rodeos, con un tono que no daba opción a una negativa.La mujer tragó saliva, mientras lo miraba con un leve destello de incertidumbre en sus oscuros ojos.—Lu-Lukas… ¿tiene que ser ahora? —preguntó, desviando la mirada rápidamente hacia su amiga.Sofie, al notar la tensión que había
Dos días después de la llegada de Sofie y de Katrine, la rutina en la mansión parecía haber encontrado un leve equilibrio. Las mujeres se habían instalado, y los niños gozaban como nunca de su madre. Sin embargo, para Mathias eso significaba planear su siguiente movimiento, una de las razones por las que le había pedido a Sofie que se mudara.Aquella noche, mientras se encontraba repasando los últimos correos en su despacho, su móvil vibró sobre la mesa con insistencia. Al ver el nombre de Kaja, frunció el ceño antes de contestar. —Kaja. —Mathias, tengo noticias importantes —dijo ella, yendo directamente al grano, con su característico tono calculador—. La competencia ya está al tanto del nuevo tratamiento. Mis fuentes me acaban de informar que tienen programado reunirse con los especialistas alemanes este mismo fin de semana. Mathias tensó la mandíbula y arrojó el bolígrafo sobre la mesa.—Eso cambia radicalmente las cosas. —Así es. Si queremos tener ventaja, debemos viajar mañan
Al día siguiente, al amanecer, Sofie despertó sola, envuelta en las sábanas revueltas de su cama. Por un instante, pensó que lo que había sucedido la noche anterior no había sido más que otro de sus tantos sueños. Sin embargo, los rastros en su cuerpo y en su mente no dejaban dudas: aquello había sido real. Mathias, con una arrolladora intensidad, la había poseído, una vez más, despertando los sentimientos que ella creía haber reprimido, dejándola desorientada.Con esa extraña sensación, y sin poder apartar del todo de su mente lo que había pasado entre ella y Mathias, Sofie decidió levantarse y bajar a desayunar, antes de enfrentar el nuevo día, el cual prometía ser bastante largo. Después de todo, si no había sido una simple excusa, Mathias se marcharía, y, aunque intentaba convencerse de que su ausencia le daría espacio para ordenar sus pensamientos, no podía evitar desear que se quedara. Menos ahora, después de lo que habían compartido esa noche.Cuando llegó al comedor, se encont