El llanto de los trillizos resonó en el amplio pasillo del hospital, de manera desgarrador, y Sofie sintió cómo el corazón se le rompía en pedazos. Intentó mantener una expresión serena, pero sus manos temblaron ligeramente al estirarlas hacia Emma, tratando de calmarla.—No pasa nada, amores. No estoy enferma. No los dejé por eso. Solo tengo algo importante que hacer antes de volver con ustedes… —mintió con suavidad.—Así que le mientes a tus propios hijos, ¿eh? —inquirió Mathias con frialdad—. Di la verdad, Sofie. ¿Estás o no estás enferma?Sofie se humedeció los labios. Estaba cansada de mentir, pero no podía revelar la verdad, no al menos delante de sus hijos; no quería verlos sufrir como lo estaban haciendo. —No, no lo estoy —respondió rápidamente, aunque el nerviosismo en su voz la traicionó.Mathias entrecerró los ojos, inclinándose ligeramente hacia adelante.—Entonces, ¿qué es eso del «tratamiento»? —preguntó, con un tono tan frío como un témpano de hielo.—Ese tratamiento…
El ronroneo constante del motor rompía el tenso silencio que se había apoderado del interior del coche de regreso a la mansión; la atmósfera estaba cargada de pensamientos y emociones reprimidas.Lukas observaba el paisaje a través de la ventanilla, sin ver nada, con la mandíbula apretada y las manos cerradas en puños sobre sus muslos, como si el simple acto de mantenerlas allí evitara que explotara.Por su parte, Mathias sujetaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos, mientras mantenía la mirada fija en la carretera.Lukas, enredado en sus emociones, no sabía qué pensar. ¿Por qué Beate le había ocultado quién era realmente? ¿Por qué no le había dicho que era amiga de Sofie? ¿Había sido para protegerla? Y si así era, ¿de qué?No lo sabía, pero, de pronto, buscar esa respuesta le pareció insignificante. Después de todo, sea cual fuera el motivo, era probable que él hubiera hecho lo mismo de estar en su lugar. Y, si bien lo había sorprendido, no lo había hecho tan
El taxi avanzaba con lentitud por las calles abarrotadas, mientras el interior permanecía sumido en un doloroso silencio.Sofie mantenía las manos firmes sobre el regazo con los dedos tensos, mientras Katrine, sentada a su lado, sostenía los papeles que le había dado el médico legal con fuerza.El ambiente, cargado por el agotamiento tanto físico como emocional las tenía a ambas al borde del colapso.—¿Tienes el certificado? —preguntó Sofie, de repente, rompiendo el silencio, mirando a su mejor amiga.Katrine le devolvió la mirada, y levantó los papeles con manos temblorosas.—Está todo aquí… El médico certificó los golpes, fracturas, cicatrices…, sumado al informe preliminar del psiquiatra, tengo suficiente para demostrar los años de abuso. —Su voz se quebró hacia el final, pero se obligó a mantener la compostura. Estaba cansada de llorar.Rápidamente, Sofie leyó los papeles, asintiendo, antes de reponer con un tono que intentaba sonar tranquilizador:—Bien, esto es bueno. Es un buen
El tribunal era frío e impersonal, pero, después de una hora de trámites, Katrine salió con el acta de petición de divorcio en la mano. Aunque sabía que el camino legal sería largo y complicado, el simple hecho de haber dado aquel primer paso fue un alivio, al menos momentáneo. Cuando por fin llegaron al apartamento seguro, la oficial que las acompañaba abrió la puerta, revelando un espacio modesto pero limpio.—Aquí estarán seguras. El teléfono de la mesita tiene conexión directa con la central —explicó la oficial Susan Solness—. En la nevera encontrarán los alimentos básicos para los próximos tres días, también tienen toallas y mantas en el armario de la habitación, y algo de ropa limpia. Si necesitan algo no urgente, pueden escribirme aquí —añadió, dándoles una nota con su número.—Gracias —repusieron Sofie y Katrine al unísono, antes de despedirse con un apretón de manos.Acto seguido, ambas amigas se dieron la vuelta y analizaron su nuevo entorno.—No está tan mal… —murmuró Sofi
El edificio del grupo Lønn era todo lo que la presencia de Kaja y su familia buscaban proyectar: elegante e impersonal. Cada detalle estaba diseñado para impresionar.Mathias aparcó su coche frente a la entrada principal e inspiró profundamente de bajar, confiando en que aquel encuentro fuera breve, mientras el aire frío de la tarde le golpeaba el rostro con fuerza.El portero, vestido con un impecable uniforme azul marino, lo saludó con una leve inclinación de cabeza, mientras Mathias atravesaba las puertas automáticas.Una vez que se montó en el elevador, presionó el botón de la última planta, en donde se encontraba el despacho de Kaja, el cual ocupaba casi toda la planta.Cuando la puerta del ascensor se abrió, Mathias se encontró con una imponente puerta de vidrio que llevaba grabado el nombre de la empresa en letras grandes y doradas, junto a un letrero que rezaba: «Presidencia: Kaja Lønn». Al fondo, ella lo esperaba junto a su escritorio, tan perfecta como siempre.Kaja Lønn era
La noche se sentía interminable para Katrine, a pesar de que apenas comenzaba. En el pequeño apartamento seguro, el tiempo parecía dilatarse. Había redactado y borrado el mensaje para Lukas unas diez veces, buscando, una y otra vez, las palabras correctas para explicarse, aunque no pudiera revelar la verdad. Finalmente, después de más de media hora, escribió un texto corto y directo.«Lukas, lo siento. Me gustaría hablar contigo. Por favor, dime cuándo podemos vernos».Acto seguido, le dio a enviar antes de que tuviera tiempo de arrepentirse, y dejó el teléfono sobre la mesa, mirándolo como si fuera una bomba a punto de explotar.Pasaron un par de minutos, luego diez, veinte, y, a pesar de que el doble check azul apareció, la respuesta que esperaba nunca llegó.Katrine apretó los labios en una fina línea, sintiendo cómo la frustración se mezclaba con la tristeza. ¿Qué esperaba? Lukas tenía todo el derecho de ignorarla después de lo que había pasado en el hospital. Le dolía tener que h
Mathias conducía a toda velocidad por las serpenteantes calles que llevaban a la mansión. Las luces de la ciudad apenas eran un destello en su visión periférica, mientras su mente se movía en un remolino de pensamientos. La reunión con Kaja si bien había sido fructífera —si era verdad lo que decía—, también había sido un incómodo recordatorio del pasado que siempre había tratado de enterrar.«¿Qué haré?», se preguntó, apretando el volante con más fuerza de la necesaria.Por un momento, la tentadora oferta de Kaja se mezcló con imágenes sus padres y de los niños a solas con Lukas. ¿Acaso era una buena idea dejar a los trillizos con él? No lo sabía. Pero lo que sí sabía perfectamente era lo que dirían sus padres si descubrieran que estaba considerando un trato con ella. Su madre, en particular, encontraría una manera de convertirlo en otro de sus sermones sobre cómo «las cosas podrían haber sido diferentes», e incluso «podrían serlo».Mientras pensaba en esto, el sonido insistente de su
Cuando Sofie por fin reaccionó, sus pensamientos eran un torbellino. Sintiendo que no tenía tiempo que perder, corrió hacia al armario, abrió la puerta de un tirón y sacó lo primero que encontró. El golpe seco al cerrarla resonó por todo el departamento. Se movía con urgencia, casi frenética, y sus dedos temblaban mientras intentaba abotonarse la chaqueta con torpeza.Katrine parpadeó, intentando procesarlo todo, mientras dejaba el móvil sobre la mesa.—Sofie, ¿qué piensas hacer?Sin embargo, Sofie no respondió de inmediato, sino que terminó de ajustar su abrigo y, con la mandíbula tensa, tomó su bolso y se lo colgó al hombro.—Kat, escríbele a Lukas y pregúntale a qué hospital llevan a Lars —repuso, por fin, con la voz tensa pero decidida.Katrine ladeó la cabeza.—Sofie, ¿de verdad piensas ir? Escucha, es de noche… y, además… Mathias está con él.Sofie se detuvo un momento y la miró fijamente, con sus ojos reflejando una gran mezcla de emociones: culpa, miedo, y una rabia dirigida ú