Anthony regresa al hotel con Lucy en brazos, fingiendo que está dormida. La pequeña lleva la cabeza apoyada contra su pecho, y aunque su respiración es tranquila, él sabe que no está completamente en el mundo de los sueños. Al entrar a la habitación, percibe algo distinto en el ambiente. La habitación está limpia, las maletas ya están cerradas y listas, pero hay una tensión evidente en ella. Giulia está ayudando a Katherine a guardar las últimas cosas, pero hay algo extraño en la actitud de la pelirroja. No es su presencia lo que la inquieta, es algo más.—Regresaremos a la casa, cara mia —anuncia Anthony con naturalidad. Aunque sus palabras son simples, siente un deseo irracional de cruzar el espacio entre ellos, tomarla entre sus brazos y besarla. Pero se contiene.—¿Ya solucionaste el problema? —pregunta Katherine mientras extiende los brazos para recibir a Lucy. La niña, que estaba fingiendo tan bien como su padre, se despierta de inmediato.—¡Mami! Quiero ir al baño —proclama con
CAPÍTULO 28: QUE ELLA NO SE DÉ CUENTALucy lo observa con una expresión de travesura pura.—¡Lucy! —gruñe Anthony, girándose por completo en su asiento—. ¿Qué estás haciendo aquí?La niña se revuelca de risa, cubriéndose la boca como si tratara de esconder lo obvio.—¡Quería ayudar, papá! Dijiste que ibas a ver a San Nicolás, ¿y cómo vas a hacer eso sin mí?Anthony cierra los ojos, pasa una mano por su rostro y suelta un largo suspiro. Claro, a la pequeña ratoncita no se le escapa nada, y ahora está metida hasta el cuello en un asunto que no debería ni imaginar.—Lucy, esto no es una aventura. No puedes estar aquí. —Su tono es severo, pero ella solo lo mira con esos enormes ojos brillantes, ajena al peligro.—¡Pero sí es una aventura! —insiste, cruzando los brazos con terquedad—. Y además, soy tu ayudante. ¡Andrea dijo que siempre es bueno tener un ayudante!Anthony mira a Alessandro, que ya está afuera del auto, tratando de contener una carcajada mientras se apoya en la puerta del co
CAPÍTULO 29: LA TRADICIÓN DE LA FAMILIAKatherine se ríe de forma genuina junto a Giulia, olvidándose por completo de la tensión que la había acompañado desde que llegó a esa casa. Su risa, ligera y sincera, rompe la incomodidad que solía ponerla tan tensa. Por primera vez se siente casi relajada. Giulia está loca, no hay duda. Pero es una locura que, de alguna forma, resulta contagiosa y hasta fascinante.—Te lo juro, no es tan difícil —dice Giulia con una confianza desbordante, gesticulando de forma exagerada—. Solo necesitas mirar fijamente al blanco y asegurarte de que no te tiemble la mano al disparar.Katherine se estremece al instante. En su mente aparece la imagen de una diana de tiro, pero sabe, en el fondo, que Giulia no está hablando de un objeto inanimado.—Yo… no podría tomar un arma. No sirvo para eso —admite un tanto incómoda.—Eso es lo que dicen todos —responde Giulia con un tono sombrío que deja entrever más de lo que Katherine quisiera escuchar—. Pero cuando la vida
CAPÍTULO 30: CAMBIO DE PLANESLa sala está en silencio ahora. La familia Salvatore se ha retirado, dejando a Katherine y Anthony solos. Lucy está con Giulia, seguramente siendo consentida con galletas y leche para calmar el susto. Pero aquí, en esta sala amplia y elegante, el aire entre ellos es denso, como si el árbol de Navidad y las luces parpadeantes fueran testigos de algo mucho más íntimo que simples decoraciones festivas.Katherine se arrodilla frente a Anthony con el botiquín de primeros auxilios en el suelo. Sus manos, temblorosas al principio, comienzan a limpiarle la herida con delicadeza. Hay sangre, más de la que esperaba, y la camisa blanca de Anthony está arruinada, pero a él no parece importarle.—Eres un tonto —dice ella finalmente, rompiendo el silencio. Su tono es de frustración y preocupación mientras aplica desinfectante en la herida.Anthony la observa, sus ojos oscuros brillan con un destello de diversión.—¿Tonto? ¿Por qué? —pregunta con una sonrisa ladeada.—P
CAPÍTULO 31: ARRODÍLLATELa mirada de Clara juzgadora de clara perfora hasta el orgullo de Katherine, pero ella no se permite flaquear. Se endereza, adoptando una postura serena, aunque sus manos tiemblan ligeramente mientras deja la llave colgando de la cerradura.—Estoy abriendo la oficina —dice con calma.Clara arquea una ceja con incredulidad.—Sí, eso es obvio, pero tú ya no trabajas aquí. Hace dos semanas que te despidieron. Así que, vuelvo a preguntar: ¿qué haces aquí?Katherine respira hondo, buscando paciencia.—El CEO de la empresa me pidió que viniera…Antes de que pueda terminar, Clara estalla en una carcajada burlona.—¡Ay, por favor! No me tomes por idiota. Tú y yo sabemos perfectamente que fue él mismo quien te despidió. ¿Qué pasa, Katherine? ¿De dónde sacaste esas llaves? ¿O debo asumir que las robaste? Porque, a todas luces, eso parece.La acusación hace que la sangre de la pelirroja hierva, pero ella se obliga a mantener la compostura. La insinuación es grave, pero n
CAPITULO 32: MIRADA QUE JUZGAEl mensaje del contacto de Anthony en la policía llega con la precisión de un reloj de arena al borde de agotarse. La advertencia de que el detective y los oficiales llegarán en menos de una hora hace que el aire en la oficina se vuelva sofocante.—¡Maldit4 sea! —murmura Anthony, golpeando el escritorio con el puño. Su mandíbula está tan tensa que los músculos de su rostro se marcan como cuerdas tirantes. Habla en voz baja, como si las paredes pudieran delatarlo—. Mi abuelo me va a matar si arruino esto.La frase podría ser figurativa para cualquier otro, pero para Anthony es bastante literal. La imagen de la severa mirada de Giuseppe Salvatore pasa fugazmente por su mente y su estómago se revuelve.—¿Qué sucede? —se atreve a preguntar Katherine, aunque hay un temblor en su voz.Él levanta la mirada hacia ella, visiblemente sorprendido por su interés. Durante un breve instante sus ojos parecen un campo de batalla donde pelean la desconfianza y el instinto
CAPÍTULO 33: CELOSKatherine siente que el corazón se le va a salir del pecho. Nunca en su vida había estado implicada en algo remotamente ilegal. Ni siquiera acumulaba una multa de tránsito, jamás había copiado en un examen, mucho menos habría imaginado estar involucrada en los negocios de un mafioso. Pero la vida da vueltas, y ahora está metida hasta el cuello con Anthony Salvatore, un hombre que encarna todo aquello de lo que siempre quiso mantenerse alejada.Por un lado, teme ser arrestada, perder a su hija y no volver a verla nunca más. Pero, por otro lado, una parte más oscura y desconocida de sí misma teme que sea Anthony quien acabe tras las rejas. Ese pensamiento le provoca un nudo en el estómago que no puede ignorar.Mientras el detective entra al almacén con Anthony, quien se encarga de mostrarle los documentos y permisos, Katherine permanece en las sombras, observando con el corazón en un puño. Su sangre se congela cuando sus ojos se posan en el oficial.El detective gira
CAPÍTULO 34: CARA MIAKatherine lo observa, y por primera vez siente cómo esa pasión oscura que él encarna la envuelve también a ella. Sabe que está mal, que cruzar ese límite otra vez es un error, y que nada de lo que está sucediendo en ese instante debería formar parte de su farsa. Sin embargo, una parte de ella sigue resistiéndose. Se aferra a la idea de que no puede permitir que Anthony la llame “suya” como si realmente hubiera algo real entre los dos. Pero ¿acaso no acaba de salvarle el pellejo?No lo hizo porque sea una buena persona. Lo hizo porque la idea de perderlo, de verlo terminar en prisión, la empujó a actuar sin pensar. Esa verdad, cruda y arrolladora, la golpea con fuerza. Su respiración se acelera, sus labios aún están hinchados por el beso que él le arrebató, un beso que parece encender algo en lo más profundo de su ser.A pesar de todo, a pesar de esa sombra de deseo y peligro que se cierne entre ambos, Katherine siente que no puede —que no debe— dejar que Anthony