CAPÍTULO 29: LA TRADICIÓN DE LA FAMILIAKatherine se ríe de forma genuina junto a Giulia, olvidándose por completo de la tensión que la había acompañado desde que llegó a esa casa. Su risa, ligera y sincera, rompe la incomodidad que solía ponerla tan tensa. Por primera vez se siente casi relajada. Giulia está loca, no hay duda. Pero es una locura que, de alguna forma, resulta contagiosa y hasta fascinante.—Te lo juro, no es tan difícil —dice Giulia con una confianza desbordante, gesticulando de forma exagerada—. Solo necesitas mirar fijamente al blanco y asegurarte de que no te tiemble la mano al disparar.Katherine se estremece al instante. En su mente aparece la imagen de una diana de tiro, pero sabe, en el fondo, que Giulia no está hablando de un objeto inanimado.—Yo… no podría tomar un arma. No sirvo para eso —admite un tanto incómoda.—Eso es lo que dicen todos —responde Giulia con un tono sombrío que deja entrever más de lo que Katherine quisiera escuchar—. Pero cuando la vida
CAPÍTULO 30: CAMBIO DE PLANESLa sala está en silencio ahora. La familia Salvatore se ha retirado, dejando a Katherine y Anthony solos. Lucy está con Giulia, seguramente siendo consentida con galletas y leche para calmar el susto. Pero aquí, en esta sala amplia y elegante, el aire entre ellos es denso, como si el árbol de Navidad y las luces parpadeantes fueran testigos de algo mucho más íntimo que simples decoraciones festivas.Katherine se arrodilla frente a Anthony con el botiquín de primeros auxilios en el suelo. Sus manos, temblorosas al principio, comienzan a limpiarle la herida con delicadeza. Hay sangre, más de la que esperaba, y la camisa blanca de Anthony está arruinada, pero a él no parece importarle.—Eres un tonto —dice ella finalmente, rompiendo el silencio. Su tono es de frustración y preocupación mientras aplica desinfectante en la herida.Anthony la observa, sus ojos oscuros brillan con un destello de diversión.—¿Tonto? ¿Por qué? —pregunta con una sonrisa ladeada.—P
CAPÍTULO 31: ARRODÍLLATELa mirada de Clara juzgadora de clara perfora hasta el orgullo de Katherine, pero ella no se permite flaquear. Se endereza, adoptando una postura serena, aunque sus manos tiemblan ligeramente mientras deja la llave colgando de la cerradura.—Estoy abriendo la oficina —dice con calma.Clara arquea una ceja con incredulidad.—Sí, eso es obvio, pero tú ya no trabajas aquí. Hace dos semanas que te despidieron. Así que, vuelvo a preguntar: ¿qué haces aquí?Katherine respira hondo, buscando paciencia.—El CEO de la empresa me pidió que viniera…Antes de que pueda terminar, Clara estalla en una carcajada burlona.—¡Ay, por favor! No me tomes por idiota. Tú y yo sabemos perfectamente que fue él mismo quien te despidió. ¿Qué pasa, Katherine? ¿De dónde sacaste esas llaves? ¿O debo asumir que las robaste? Porque, a todas luces, eso parece.La acusación hace que la sangre de la pelirroja hierva, pero ella se obliga a mantener la compostura. La insinuación es grave, pero n
CAPITULO 32: MIRADA QUE JUZGAEl mensaje del contacto de Anthony en la policía llega con la precisión de un reloj de arena al borde de agotarse. La advertencia de que el detective y los oficiales llegarán en menos de una hora hace que el aire en la oficina se vuelva sofocante.—¡Maldit4 sea! —murmura Anthony, golpeando el escritorio con el puño. Su mandíbula está tan tensa que los músculos de su rostro se marcan como cuerdas tirantes. Habla en voz baja, como si las paredes pudieran delatarlo—. Mi abuelo me va a matar si arruino esto.La frase podría ser figurativa para cualquier otro, pero para Anthony es bastante literal. La imagen de la severa mirada de Giuseppe Salvatore pasa fugazmente por su mente y su estómago se revuelve.—¿Qué sucede? —se atreve a preguntar Katherine, aunque hay un temblor en su voz.Él levanta la mirada hacia ella, visiblemente sorprendido por su interés. Durante un breve instante sus ojos parecen un campo de batalla donde pelean la desconfianza y el instinto
CAPÍTULO 33: CELOSKatherine siente que el corazón se le va a salir del pecho. Nunca en su vida había estado implicada en algo remotamente ilegal. Ni siquiera acumulaba una multa de tránsito, jamás había copiado en un examen, mucho menos habría imaginado estar involucrada en los negocios de un mafioso. Pero la vida da vueltas, y ahora está metida hasta el cuello con Anthony Salvatore, un hombre que encarna todo aquello de lo que siempre quiso mantenerse alejada.Por un lado, teme ser arrestada, perder a su hija y no volver a verla nunca más. Pero, por otro lado, una parte más oscura y desconocida de sí misma teme que sea Anthony quien acabe tras las rejas. Ese pensamiento le provoca un nudo en el estómago que no puede ignorar.Mientras el detective entra al almacén con Anthony, quien se encarga de mostrarle los documentos y permisos, Katherine permanece en las sombras, observando con el corazón en un puño. Su sangre se congela cuando sus ojos se posan en el oficial.El detective gira
CAPÍTULO 34: CARA MIAKatherine lo observa, y por primera vez siente cómo esa pasión oscura que él encarna la envuelve también a ella. Sabe que está mal, que cruzar ese límite otra vez es un error, y que nada de lo que está sucediendo en ese instante debería formar parte de su farsa. Sin embargo, una parte de ella sigue resistiéndose. Se aferra a la idea de que no puede permitir que Anthony la llame “suya” como si realmente hubiera algo real entre los dos. Pero ¿acaso no acaba de salvarle el pellejo?No lo hizo porque sea una buena persona. Lo hizo porque la idea de perderlo, de verlo terminar en prisión, la empujó a actuar sin pensar. Esa verdad, cruda y arrolladora, la golpea con fuerza. Su respiración se acelera, sus labios aún están hinchados por el beso que él le arrebató, un beso que parece encender algo en lo más profundo de su ser.A pesar de todo, a pesar de esa sombra de deseo y peligro que se cierne entre ambos, Katherine siente que no puede —que no debe— dejar que Anthony
CAPÍTULO 35: LA ÚLTIMA VEZKatherine apenas puede contener las emociones que la dominan. La intensidad del momento, la pasión desbordada y lo prohibido de la situación la han dejado sin aliento, queriendo por un instante quedarse en aquel mundo ficticio donde Anthony parece ser todo lo que necesita. Pero un ruido fuerte la devuelve a la realidad de golpe.Sus ojos se abren con alarma mientras su mente procesa el entorno: un almacén lleno de posibles testigos. Sus mejillas se tiñen de rojo mientras recoge su ropa apresuradamente.—¿Qué fue eso? —pregunta con nerviosismo, ajustándose el pantalón mientras siente cómo su corazón late desbocado.Anthony, en cambio, está tan tranquilo como siempre. Saca un pañuelo de su bolsillo y, con un aire completamente despreocupado, se limpia la boca con una lentitud deliberada, como si acabara de disfrutar el más exquisito de los banquetes.—Tranquila, nadie viene por aquí —dice con una calma irritante, guardando el pañuelo como si nada hubiera pasad
CAPÍTULO 36: DEBE SER EL DESTINOCuando la pelirroja llega a la casa —que Anthony alquiló para ella—, apenas puede controlar la rabia y las lágrimas que ruedan por sus mejillas. No puede sacarse de la cabeza la voz burlona de Anthony llamándola “put4” y entonces la rabia vuelve a apoderarse de ella.Se detiene frente a la puerta, incapaz de moverse. Mira la fachada de la casa con desprecio, como si su sola existencia fuera una extensión de Anthony y todo lo que representa. No quiere entrar en la casa, no quiere volver a saber absolutamente nada de él, ni nada que lo relacione. Poco le importa el contrato, el dinero que le prometió o que todavía deben fingir que son algo. Ella simplemente no quiere volver a verlo nunca más.—Claro, para él es tan sencillo como utilizarme —espeta consigo misma apretando los dientes—, para él no soy más que un mero objeto que usa para engañar a todos, no le importa lo que siento, no le importa que sus caricias me confundan y me hagan desear… —Katherine d