Pedro lanzó una mirada de lado y aprovechó para retirar su mano.

—¿Él? ¿Qué es él comparado con mi gran hermano? ¿Cómo osáis siquiera compararlo? —bufó el segundo hermano con desdén.

—¡Exacto! Mi gran hermano Lista Paraíso ocupa el puesto doce, ¡y ese mocoso ni siquiera merece llevarle los zapatos! —exclamó el hombre musculoso.

—Con lo poderoso que es tu gran hermano, ¿por qué perdió hace un momento? —preguntó Pedro de repente.

Una simple pregunta que dejó a todos sin palabras.

—¡Hmph! Puede que haya perdido, pero ¿crees que tú podrías ganar? Con tu nivel, ¡ni siquiera podrías soportar tres movimientos de Silvio! —dijo Quintín, apretando los dientes.

—¿Ah sí? Pues esperemos y veamos.

Pedro sonrió ligeramente y no añadió más.

En lugar de perderse en discusiones, prefería probar su valía con hechos.

—¡Miren! Silvio se retiró y otro ha subido al escenario.

En ese momento, se escuchó una voz sorprendida.

Todos miraron hacia el centro del lago y vieron a Silvio, gravemente herido, siendo ay