—¡De acuerdo! ¡Trato hecho! —Gaspar se mostró muy animado. La familia Barroso era una familia de médicos, y aunque no tenía el mismo poder e influencia que la familia Rajoy, en Ciudad del Sur tenía un gran impacto. Con un poco de esfuerzo, no debería ser difícil encontrar las tres hierbas.—Ya es tarde, ¿por qué no cenamos juntos? Así damos la bienvenida a Pedro— sugirió Herminio.—¡Perfecto! Hoy invito yo. ¡Llevemos a Pedro a comer al Palacio del Paladar! —dijo Gaspar con entusiasmo.—¿Palacio del Paladar?Al escuchar esto, los ojos de todos en la farmacia elixir vital se iluminaron de emoción. El Palacio del Paladar era el restaurante más famoso de Ciudad del Sur, frecuentado por personas de alta sociedad. No era un lugar al que la gente común pudiera acceder. Para comer allí, no solo se necesitaba dinero, sino también posición y estatus.Lo más destacado era la famosa historia del Palacio del Paladar. Según la leyenda, el rey había cenado allí y, impresionado por la comida, hab
—¿Qué? ¿Cenar con el rey? —Belinda primero se quedó atónita, luego se echó a reír con desprecio. —Dime, campesino, ¿estás loco? ¿Tú, cenando con el rey? ¿Tú crees que eres digno? ¡Ni siquiera Gaspar tiene ese privilegio, y tú mucho menos!«Un tipo vestido de forma tan humilde, ¡atreviéndose a decir que conoce al rey, es una completa mentira!»—Cree lo que quieras— Pedro se encogió de hombros, sin molestarse en discutir. Hablar más con alguien así no tenía sentido.—Antes solo pensaba que eras un desagradecido y que te faltaban modales, pero ahora veo que también eres un fanfarrón. No entiendo por qué mi abuelo te aprecia— dijo Belinda con los brazos cruzados, con desdén. Como originaria de Ciudad YJ, siempre sentía una superioridad innata frente a los forasteros.—Llegamos, ¡es aquí! —En ese momento, Gaspar, que iba guiando, se detuvo y señaló un poema enmarcado en la pared.El poema estaba enmarcado con un vidrio bordeado de oro y colgado en el lugar más destacado, a simple vista
—¿Quién iba a pensar que Hernando escribió este poema? No es de extrañar que pudiera escribir un poema para el rey.—La poesía del rey, la caligrafía de Hernando, con la influencia de dos grandes figuras, no es sorprendente que el Palacio del Paladar sea tan famoso.—¡No cabe duda de que Hernando es un genio! Incluso en su adolescencia, su caligrafía ya era comparable a la de los grandes maestros.Al mirar la caligrafía, todos quedaron asombrados. En ese momento, comprendieron por qué el Palacio del Paladar tenía una entrada tan exclusiva. Con un tesoro así, cualquier estándar alto era justificable.—Dicen que Hernando no solo era talentoso, sino también muy apuesto y erudito. Sería maravilloso poder verlo alguna vez— Belinda dijo con admiración, con las manos en las mejillas y ojos llenos de idolatría.Aunque Gaspar era excepcional, no se comparaba con Hernando. En términos de linaje, habilidades personales y apariencia, Hernando había alcanzado la cúspide. Era un hombre casi per
— Pedro González, este es el convenio de divorcio preparado por la presidenta García. Fírmalo. En el Grupo Preciosidad, en la oficina de la presidenta, la secretaria Juana, vestida con un traje de oficina, colocó una hoja de papel tamaño A4 sobre la mesa. Frente a ella estaba sentado un hombre con ropa sencilla, pero de atractivo rostro. —¿Divorcio? ¿Qué significa esto? —Pedro se había quedado un poco pasmado. —Pedro, ¿no lo entiendes? El matrimonio entre la presidenta García y tú ha llegado a su fin. Ya no están en el mismo mundo. Para la presidenta García, tu existencia solo era un estorbo —dijo la secretaria sin tacto alguno. —¿Un estorbo? Pedro frunció ligeramente el ceño y preguntó: —¿Así que esto es lo que ella piensa de mí? Cuando se casaron, la familia García estaba endeudada y en una situación financiera muy difícil. Fue él quien ayudó a la familia García a superar esa crisis. Sin embargo, nunca había pensado que ahora, después de recuperarse, Leticia quisiera abandon
Dentro del ascensor, Pedro sostenía el jade en su pecho y se sentía muy incómodo. Aunque ya lo había sospechado, cuando llegó el momento de poner fin a su matrimonio, no pudo contener su malestar. Había pensado que la felicidad era algo muy sencillo. Simplemente comía tres veces al día con su esposa, y los días eran tranquilos y felices. Sin embargo, ahora entendía que incluso lo ordinario podía ser motivo de culpa. Había pasado tres años durmiendo en la ternura y la felicidad y ahora era el momento de despertarse. Mientras pensaba en esto, sonó su teléfono celular. Pedro contestó y escuchó una voz familiar. —Señor González, soy Bruno Rajoy, de la Asociación de Comercio de Rulia. Me han dicho que hoy es su aniversario de boda con la señora García. He preparado un regalo especialmente para usted. No sé cuándo tiene tiempo. —Bruno, muchas gracias por el detalle, pero ya no es necesario desde hoy en adelante —contestó Pedro con tranquilidad. —¿Cómo? —Bruno se quedó perplejo. Sentía
— ¡Fuera! Con solo una palabra, Yolanda se asustó y quedó paralizada. Nunca había imaginado que Pedro, que siempre era educado, simpático y nunca estaba de mal humor, pudiera ser tan terrible cuando se enfadaba. Su mirada parecía como si quisiera tragarse a alguien. —¡Alguien quiere matarme! ¡Que venga alguien! —Yolanda reaccionó y empezó a gritar en voz alta.Pronto, un grupo de guardias de seguridad del Grupo Preciosidad apareció. —Señora Soto, ¿qué le pasó? Entre los guardias, el jefe del grupo obviamente conocía a Yolanda. Tan pronto como apareció, ya estaba de lado de Yolanda. —¡Raúl! ¡Captura a ese hombre ahora mismo! Ha golpeado a mi hijo. Quiero que pague por esto —gritó Yolanda. Parecía muy feroz, pero se sentía débil por dentro. —¡Hostia! ¿Cómo te atreviste a provocar disturbios en nuestro grupo? Veo que para ti ya es muy aburrido seguir viviendo. El jefe de los guardias levantó su mano y enseguida un grupo de personas rodeó a Pedro. El jefe sabía que era una ocasión
— Mamá, ve con Andrés primero al hospital. Yo me encargaré de esto. Tras unos segundos de reflexión, Leticia por fin tomó una decisión. —Leticia, tienes que tomar cartas en este asunto por tu hermano. ¡No puedes perdonar a aquel cabrón! —dijo Yolanda con odio. —Descuida. Lo solucionaré de manera adecuada —asintió Leticia moviendo la cabeza. Luego indicó a dos guardias que llevaran a Leticia y a Andrés al hospital. —Secretaria, ¿cuál es tu opinión sobre esto? —Leticia se frotó las sienes. Le dolía un poco la cabeza. —Presidenta García, creo que esto está muy claro. Pedro le golpeó primero. Además, los guardias vieron lo que había pasado. No es posible que esto sea falso —respondió Juana. —Pero…las palabas de mi madre… —Leticia quiso decir algo, pero se detuvo. Era consciente de la audacia de su madre y el autoritarismo de su hermano—. Ocurra lo que ocurra, golpear a otros está mal.Juana dijo con rectitud: —Si realmente hay algún malentendido, ¿por qué no se sentaron y trataro
— ¿Cómo lo sabes? Los ojos de Irene se abrieron y su rostro se puso muy rojo de vergüenza y sorpresa al darse cuenta de que había hablado con tanta exactitud sobre sus dolencias, incluyendo su hemicránea, el desorden de su menstruación e incluso la diarrea. ¿Cómo podía Pedro haber sido tan preciso? ¿Acaso lo había supuesto todo? —La medicina china presta atención a cuatro pasos: observar, escuchar, preguntar y tomar el pulso. Con solo observar, se pueden ver muchas cosas —contestó Pedro con calma. —Irene, ¿ahora crees en él? —Estrella sonrió. Al mismo tiempo se había tranquilizado al ver que Pedro había demostrado sus habilidades.—¡Solo fue una casualidad! No hay nada más —Irene seguía sin convencerse. —Señor González, mi hermana es muy terca. No te molestes por ella —se disculpó Estrella. —Nada. Lo primero es curar la enfermedad del anciano —dijo Pedro sin importarle nada más. Se acercó al anciano y después de observarlo cuidadosamente, supo en su corazón que su enfermedad p