Dentro del ascensor, Pedro sostenía el jade en su pecho y se sentía muy incómodo. Aunque ya lo había sospechado, cuando llegó el momento de poner fin a su matrimonio, no pudo contener su malestar. Había pensado que la felicidad era algo muy sencillo. Simplemente comía tres veces al día con su esposa, y los días eran tranquilos y felices. Sin embargo, ahora entendía que incluso lo ordinario podía ser motivo de culpa. Había pasado tres años durmiendo en la ternura y la felicidad y ahora era el momento de despertarse. Mientras pensaba en esto, sonó su teléfono celular. Pedro contestó y escuchó una voz familiar. —Señor González, soy Bruno Rajoy, de la Asociación de Comercio de Rulia. Me han dicho que hoy es su aniversario de boda con la señora García. He preparado un regalo especialmente para usted. No sé cuándo tiene tiempo. —Bruno, muchas gracias por el detalle, pero ya no es necesario desde hoy en adelante —contestó Pedro con tranquilidad. —¿Cómo? —Bruno se quedó perplejo. Sentía
— ¡Fuera! Con solo una palabra, Yolanda se asustó y quedó paralizada. Nunca había imaginado que Pedro, que siempre era educado, simpático y nunca estaba de mal humor, pudiera ser tan terrible cuando se enfadaba. Su mirada parecía como si quisiera tragarse a alguien. —¡Alguien quiere matarme! ¡Que venga alguien! —Yolanda reaccionó y empezó a gritar en voz alta.Pronto, un grupo de guardias de seguridad del Grupo Preciosidad apareció. —Señora Soto, ¿qué le pasó? Entre los guardias, el jefe del grupo obviamente conocía a Yolanda. Tan pronto como apareció, ya estaba de lado de Yolanda. —¡Raúl! ¡Captura a ese hombre ahora mismo! Ha golpeado a mi hijo. Quiero que pague por esto —gritó Yolanda. Parecía muy feroz, pero se sentía débil por dentro. —¡Hostia! ¿Cómo te atreviste a provocar disturbios en nuestro grupo? Veo que para ti ya es muy aburrido seguir viviendo. El jefe de los guardias levantó su mano y enseguida un grupo de personas rodeó a Pedro. El jefe sabía que era una ocasión
— Mamá, ve con Andrés primero al hospital. Yo me encargaré de esto. Tras unos segundos de reflexión, Leticia por fin tomó una decisión. —Leticia, tienes que tomar cartas en este asunto por tu hermano. ¡No puedes perdonar a aquel cabrón! —dijo Yolanda con odio. —Descuida. Lo solucionaré de manera adecuada —asintió Leticia moviendo la cabeza. Luego indicó a dos guardias que llevaran a Leticia y a Andrés al hospital. —Secretaria, ¿cuál es tu opinión sobre esto? —Leticia se frotó las sienes. Le dolía un poco la cabeza. —Presidenta García, creo que esto está muy claro. Pedro le golpeó primero. Además, los guardias vieron lo que había pasado. No es posible que esto sea falso —respondió Juana. —Pero…las palabas de mi madre… —Leticia quiso decir algo, pero se detuvo. Era consciente de la audacia de su madre y el autoritarismo de su hermano—. Ocurra lo que ocurra, golpear a otros está mal.Juana dijo con rectitud: —Si realmente hay algún malentendido, ¿por qué no se sentaron y trataro
— ¿Cómo lo sabes? Los ojos de Irene se abrieron y su rostro se puso muy rojo de vergüenza y sorpresa al darse cuenta de que había hablado con tanta exactitud sobre sus dolencias, incluyendo su hemicránea, el desorden de su menstruación e incluso la diarrea. ¿Cómo podía Pedro haber sido tan preciso? ¿Acaso lo había supuesto todo? —La medicina china presta atención a cuatro pasos: observar, escuchar, preguntar y tomar el pulso. Con solo observar, se pueden ver muchas cosas —contestó Pedro con calma. —Irene, ¿ahora crees en él? —Estrella sonrió. Al mismo tiempo se había tranquilizado al ver que Pedro había demostrado sus habilidades.—¡Solo fue una casualidad! No hay nada más —Irene seguía sin convencerse. —Señor González, mi hermana es muy terca. No te molestes por ella —se disculpó Estrella. —Nada. Lo primero es curar la enfermedad del anciano —dijo Pedro sin importarle nada más. Se acercó al anciano y después de observarlo cuidadosamente, supo en su corazón que su enfermedad p
— ¡Eres un estúpido! Al instante Estrella se sintió muy enfadada. Agarró al profesor Ruiz con la mano y gritó: —Te he dicho que nos prohibió sacar las agujas, pero no me has hecho caso. Y ahora ha pasado esto. ¿Me das un resultado así? ¡Hijo de puta! —Eso no tiene nada que ver conmigo. Yo he hecho todo lo que podía hacer. El profesor Ruiz movió la cabeza de izquierda a derecha al oírlo y empezó a eludir la responsabilidad: —¡Ah! ¡Así es! Seguro que esto se debe a aquel médico extraoficial. Fue él quien pinchó mal y eso causó todos estos problemas. —¡Pum! De pronto, Estrella le dio un fuerte golpe al profesor en la cara. —¡Cabrón! ¿Debiste a tu tontería a otra persona? Te lo advierto: si a mi abuelo le pasa algo, nunca te lo perdonaré y lo pagarás con todo lo que tienes. Al oír estas palabras, el profesor se sintió desesperado. Con el poder de la familia Flores, era muy fácil hacerlo desaparecer del mundo. —¿Qué pasó? En ese momento, Pedro entró en el cuarto. En cuanto vio l
— Despierto, ¡está despierto! Al ver al paciente despertar de pronto, todos quedaron asombrados. Especialmente cuando vieron que los indicadores de las máquinas volvían a la normalidad, todos se quedaron mudos. Nadie había pensado que un joven pudiera curar al anciano de una enfermedad tan rara, para la cual incluso un grupo de expertos no había encontrado ningún remedio. ¡Qué extraordinario! —¡Qué bien! ¡Por fin el abuelo está curado! —Irene sintió una alegría inesperada que la hizo llorar al ver que el rostro del abuelo había vuelto a la normalidad.Ahora Estrella por fin pudo relajarse. Había estado muy tensa antes. —Señor González, le debemos un gran favor. Desde hoy en adelante, ¡eres el invitado de nuestra familia! —Estrella se inclinó con veneración.—No hace falta. Estoy a tu disposición —sonrió Pedro. Eran palabras humildes, pero la opinión del profesor era extremadamente irónica. Habían hecho todo lo posible para curar la enfermedad, pero no lo lograron. ¿Y ahora Pedro
En ese momento, dentro de un coche Bentley plateado… —Señor González, muchas gracias por haber salvado la vida de mi abuelo. Esta es la Tarjeta del Dragón Verde de la familia Flores. Acéptala, por favor. —Estrella sacó una tarjeta negra con bordes dorados y se la entregó a Pedro—. Esta tarjeta le acredita como un estimado invitado de la familia Flores. Podrá disfrutar del mejor servicio en todas las propiedades y bienes de la familia.—Señora Flores, lo que necesito no es esto —dijo Pedro moviendo la cabeza de izquierda a derecha. —Descuida, señor González. Esto solo representa mi agradecimiento. En cuanto a la agrimonia de la que habló Bruno, enviaré a alguien para que la lleve a tu casa —sonrió Estrella. —Estrella es muy franca. Muchas gracias. Pedro sonrió y aceptó la Tarjeta del Dragón Verde. Obviamente, no estaba mal lo que le había regalado Estrella. —¡Crunch! Mientras conversaban, de repente el chófer frenó y detuvo el coche a un lado. —Jefa, lo siento. ¡Me obligaron!De
— ¿Qué? Pedro se quedó asombrado. Nunca había pensado que Estrella le diría algo así, sin previo aviso. La belleza de la mujer que estaba frente a él era diferente a la belleza indiferente de Leticia. Era una belleza encantadora y coqueta. Sobre todo, cuando sonreía, parecía más talentosa y gallarda. En pocas palabras, era una mujer naturalmente encantadora y pocos hombres podían rechazarla.—Jajaja… solo bromeaba. ¡Qué asustado estás! Estrella sonrió tanto que tembló sin poder contenerse. Dos bolas de carne blanca en el pecho se movieron sin parar, lo cual era extremadamente impactante. Los ojos de Pedro se crisparon y enseguida desvió la mirada. Esta mujer era tan hermosa y atractiva que cuanto más la miraba, más le encantaba. —Señor González, necesito molestarte de nuevo —Estrella dejó de sonreír. —¿De qué se trata? —Pedro se quedó pasmado.—Ya sabes cómo están las cosas ahora. Mis guardaespaldas están en el hospital con el anciano y no tengo a nadie más para que me proteja. A