Hasta ahora, Delicia aún podía recordar cómo, en su vida anterior, cada vez que Alvaro la acompañaba a cenar por las noches, e incluso a veces en la cama, siempre terminaba recibiendo llamadas de Yolanda. Y cada vez, Alvaro inevitablemente la dejaba para atenderla. Yolanda se esforzaba al máximo para hacerla sentir incómoda, irritándola una y otra vez de esta manera.¡Ahora estaba ciega! Ya no podía recuperar la vista y solo le quedaba recurrir a estos métodos para causar problemas. A Delicia no le importaba Alvaro, pero Yolanda... ¡oponerse a ella no la dejaba en paz! Antes no quería prestarle atención, pero ahora, solo por tener esa madre, ya tenía suficiente razón para querer acabar con ella.Tomó su teléfono y marcó un número. La llamada fue rápidamente contestada: —Delicita.Era la voz suave de Isabel. ¡Delicita! En los tres años que estuvo casada con Alvaro, Isabel nunca había pronunciado su nombre con tal dulzura. No esperaba que, tras el divorcio, aún pudiera recibir tal trato
Tras colgar el teléfono con Delicia, Isabel se apresuró a llamar a Alvaro. Él contestó con un simple ‘¿Sí?’.—¿A dónde te diriges ahora?—¡A Cancún!—¡Estás loco! —Isabel no pudo contener su enfado.—¡Vuelve enseguida! No importa qué problemas haya con Yolanda, yo me encargaré.—¿Quién te lo ha dicho?La voz de Alvaro, desde el coche, se tornó más grave.Justo al salir de Palacio Jazmines, Isabel había llamado. Lo primero que Alvaro pensó fue que, de alguna manera, Isabel tenía un informante en Palacio Jazmines.Isabel replicó: —No importa quién me lo haya dicho. Pero Alvaro, la situación es más compleja de lo que crees. ¡Espero que lo entiendas!—¿A qué te refieres?—Justo cuando las cosas empezaban a mejorar entre ti y Delicia, Yolanda aparece buscándote. Sospecho que... ¡hay alguien detrás de ella!Eso era algo que Isabel nunca había considerado antes. Solo había pensado en las maquinaciones de Yolanda.Pero ahora, con el aviso de Delicia, Isabel también empezaba a verlo claro. Si
Yolanda anhelaba reducir a Delicia a cenizas. —Si a la señorita Jiménez no le repugna, ¿por qué debería repugnarme a mí? Además, te recuerdo que nada de lo que posee la familia López le pertenece a ella.—Un hijo nacido de una amante tiene los mismos derechos de herencia, Delicia. Tienes una amiga abogada, ¿no lo sabes?Delicia cerró los ojos un momento.—¿Crees que Alvaro e Isabel podrían seguir tolerándote en la familia Jiménez si conocieran tu verdadera cara?—Tienes tus habilidades, después de todo, no has logrado que lo vean en estos años, ¿verdad?Hay que admitirlo. Antonia era realmente astuta. Delicia había intentado en varias ocasiones que Isabel y Alvaro vieran quién era ella realmente. Pero nunca funcionó. Era muy astuta. O tal vez, Delicia era la que no era lo suficientemente competente.—Ya lo verán.—Después de tu divorcio con Alvaro, en teoría, no debería haber rencor entre nosotras, pero ¿por qué sigues siendo tan obstinada?¿Alvaro? Qué manera de referirse a él, sin s
En aquel momento, sus miradas se cruzaron, no solo intercambiando vistas, sino también enfrentándose. Ambos irradiaban una aura que no era común, —¡Delicia López, tienes el valor! —exclamó uno. —Alvaro Jiménez, no me provoques, incluso un perro acorralado saltará el muro si se desespera.—respondió ella con firmeza. Esta situación con Néstor era la razón por la cual ella aceptaba quedarse aquí, pero había llegado a su límite de tolerancia. Alvaro, entendiendo la gravedad de la situación, respiró hondo intentando calmar la tensión: —¡Esto no volverá a suceder!—Si quieres ir a buscarla, adelante, pero eso no debe involucrarme a mí. —replicó Delicia, sin mostrar signos de debilidad. La llamada de Antonia solo sirvió para aclararle que el inicio de su relación con Alvaro había desordenado a muchos, quienes se mostraban sin límites en su locura. Ese mismo día, por la tarde, se habían esparcido rumores sobre una posible no separación o incluso un reencuentro entre ellos, y por la noche,
—¿Así que si hubiese sido Alvaro Jiménez quien viniera, también te habrías puesto este vestido de encaje para recibirlo? —preguntó ella, con un tono notablemente menos amable que el que había mostrado anteriormente en el hospital. Después de todo, detestaba las manipulaciones de los demás, especialmente aquellas realizadas bajo su propia vigilancia y, peor aún, cuando ella misma era el objetivo de dichas estrategias.Yolanda bajó la cabeza, admitiendo su error con un simple ‘Fue apresurado’.Isabel, avanzando hacia ella, no dudó en abofetear al sirviente que estaba detrás de Yolanda, provocando que este último cubriera su rostro con miedo, mirando a Isabel con temor y diciendo: —¡Señora!—Te pago cinco veces el salario de mercado no para que malgastes mi dinero, sino para que te comportes adecuadamente. Si ni siquiera puedes elegir la ropa apropiada, ¿de qué sirves? —reprendió Isabel, evidenciando su descontento con la incompetencia del sirviente.Al ver al sirviente ser golpeado, Yola
El silencio que siguió a las palabras de Isabel fue palpable, llenando el aire con una tensión que parecía espesarse. Aunque Yolanda no apreciaba a Antonia y la consideraba una aliada poco confiable, reconocía que su presencia en la familia Jiménez todavía servía a ciertos propósitos.Isabel, notando el silencio de Yolanda, endureció su mirada: —Recuerdo que eres inteligente, Yolanda. No cometas errores tontos.—Nadie me lo dio. Era mi teléfono anterior. —respondió Yolanda finalmente, intentando mantenerse firme en su declaración.—¿De verdad? —Isabel expresó su escepticismo.—Sí. —asintió Yolanda con firmeza.Isabel respiró hondo, ocultando cualquier signo de frustración o enfado, y se levantó, dirigiendo una mirada a la sirvienta que estaba detrás de Yolanda. Al extender la mano, la sirvienta se tensó visiblemente.—Señora... —dijo con voz temblorosa.Yolanda, captando el cambio en el ambiente, preguntó, —¿Qué significa esto, señora Jiménez?—Yolanda, prefiero que no vuelvas a llama
Hector se acercó para susurrar algo en su oído, y la sonrisa en el rostro de Delicia se hizo aún más intensa. ¡Sin duda, la conferencia de prensa había terminado con éxito! La nueva línea de joyería apenas había comenzado su producción, pero ya casi todos los fieles seguidores de Joya Eterna habían hecho sus pedidos. Sin embargo, Hector hizo una broma sobre ello, mencionando que Antonia quería ordenar un set, justo cuando Delicia recordó que el cumpleaños de Antonia estaba cerca.—¡Dile que ya no hay más!Decidió no hacer negocios con Antonia. Además, recordó algo: durante todos estos años, tanto Isabel como Antonia asistían a cada lanzamiento de nuevos productos de Joya Eterna, pero nunca lograban adquirir nada. Eso mostraba cuán codiciados eran los productos de Joya Eterna.—Está bien. —respondió Hector, asintiendo. Dada la relación entre Delicia y la familia Jiménez, hizo una pregunta adicional, aunque si hubiera sido por él, habría rechazado la solicitud directamente.¡Abajo, en la
Delicia soltó una risa fría, abrió la puerta del coche y, sin prestarle atención, se subió al vehículo.Al ver que Delicia la ignoraba, Antonia corrió hacia adelante y agarró la ventana del coche con ambas manos. —Delicia, ¿te sientes muy orgullosa ahora, verdad?—Creo que no tienes nada que me haga sentir orgullosa. —respondió Delicia, dejando a Antonia sin palabras.—No tengo tiempo para esto. —dijo Delicia, mostrando una indiferencia total ante la ira de Antonia.Lo más devastador es precisamente esto.Tú te esfuerzas al máximo en tus planes, y la otra persona simplemente no tiene tiempo para preocuparse.—¿Por qué no vendes tus productos a alguien que paga? ¿No temes que te denuncie?—¿Denunciarme por qué? Las joyas de Joya Eterna son de edición limitada cada año. Si no conseguiste comprar, es porque fuiste demasiado lenta.—Tú…—¿Algo más?—¡Delicia, no te alegres demasiado!—¡Suéltame! —Delicia no quería seguir con esta conversación absurda. Miró la mano de Antonia apoyada en la