«¿Sería madre? ¿Tendría un hijo de Arthur?»Por instinto, se llevó las manos al vientre y no pudo contener las lágrimas. Pensó que permaneciendo en Londres no volvería a tener ningún contacto con el duque, y que, resolviendo el malentendido, sus lazos se cortarían para siempre; sin embargo, todo se complicaba cada vez más, porque ya no se trataba solo de ella y más que nunca debía resolver el asunto. Se secó las lágrimas y suspiró. Tenía que alimentarse bien para que su bebé creciera sano y fuerte como su padre.Al terminar su sopa, recibió las instrucciones del médico que Amalia se encargó de memorizar. Más tarde, regresó a Lancaster House y se encontró con un Essex impaciente por partir.—Lo lamento, milord, pero tuve un imprevisto —explicó, y miró extrañada a la mujer que estaba escondida tras él—. ¿Quién es?—Es la respuesta a todas nuestras incógnitas, excelencia —respondió con satisfacción—. Es la antigua doncella de lady Susan, Maggie —informó.Claire no pudo estar más feliz de
—Todo fue un malentendido… —susurró devastado—. El bastardo de Lyngate convino todos los hechos de acuerdo a su conveniencia… ¿Por qué?—Mi hermano mantenía una relación con su esposa, y lord Essex y yo suponemos que quiso desquitarse con él a través de usted —explicó Claire.—Con tu fama de salvaje, seguramente creyó que matarías a Devon con tus propias manos —bromeó Thomas—. No se imaginó que utilizarías otros métodos más… tentadores. —Miró a Claire, y ella se ruborizó.—Yo… —Arthur se puso de pie, y Essex apremió a Maggie a que saliera del despacho—. Te debo una disculpa, Claire, por todo, y, sobre todo, por esa horrible mañana —susurró refiriéndose al momento en que le reveló la verdad—. Estaba enfadado, furioso conmigo mismo por haber perdido el control de las cosas. Sé que piensas que hubiera sido mejor callar y seguir como si nada con nuestro matrimonio, pero no hubiera podido verte a la cara si no te explicaba lo que había hecho y aclaraba mis motivos.»Estos días aquí, sin ti
Haven House2 meses después…Era momento de casarse nuevamente, pero esa vez en los jardines de Haven House, con el resplandeciente cielo como testigo.—¿Estás lista? —inquirió Serena, quien había ido desde Devonshire para acompañarla luego de que ella le narrara toda su historia con Lancaster en confidencia.—Más que nunca —respondió, tomando el brazo de Charles para hacer el recorrido nupcial de hierbas, que la llevaría hasta su endemoniado duque.—Estás preciosa, querida —su hermano le procuró un casto beso en la frente—. Espero que seas muy feliz y lamento mucho lo que sucedió… solo quería protegerte —le aclaró emotivo.—Lo que ocurrió, queda en el pasado. Solo quiero disfrutar de mi presente y planificar mi futuro al lado del hombre que amo.Charles afirmó y comenzaron a andar hasta el pequeño altar improvisado con un arco de flores, donde el párroco de la zona y Arthur, la esperaban.Había escogido un vestido sencillo de seda color crema, que se adaptaba a su nueva figura y caía
Thomas Cromwell, conde de Essex, no tenía en mente a otra candidata para esposa más que a lady Susan Wellesley, hermana de su mejor amigo. Sin embargo, el terrible accidente que acabó con la vida de la dama, y la revelación de los sentimientos que ella le guardaba a otro caballero, lo hicieron tomar la decisión de alejarse de Inglaterra para sanar su corazón roto y olvidar aquel desafortunado incidente.Instalado en Boston, su vida pareció tomar al fin rumbo y el dolor de su pasado se mitigó al comprender que el resentimiento solo lo estancaría en una vida llena de amarguras. No obstante, también se hizo a la idea de no volver a considerar la posibilidad de contraer nupcias.Permaneciendo en América, aquella loca idea de que un conde no contrajera matrimonio para continuar con su linaje, era posible. Sin embargo, un percance lo obliga a regresar a Londres donde, inevitablemente, se convierte en blanco de las madres con hijas en edad casadera.Las cosas comienzan a salirse de control,
ReadingHaven House, 1816Un caballo a todo galope se acercó repentinamente a la casa de campo del duque de Lancaster; sitio que, después de una intensa jornada de caza, se encontraba en súbito silencio.Arthur Wellesley, duque de Lancaster, ordenó que llenaran la bañera con agua tibia para poder relajar sus músculos, mientras sopesaba la posibilidad de aceptar la oferta matrimonial que le había hecho esa misma tarde su mejor amigo: Thomas Cromwell, conde de Essex.Su pequeña Susan, como llamaba con cariño a su hermana menor, se encontraba incursionando su segunda temporada y había rechazado innumerables ofertas de matrimonio por su ferviente convicción de casarse por amor. Aunque, era improbable que no consiguiera un buen partido, tanto por su cuantiosa dote como por su innegable belleza, consideraba que lord Essex era el candidato más adecuado y no quería dejar pasar más tiempo para tomar una decisión sobre el asunto.Mientras se despojaba de sus prendas y se metía al agua, suspiró
Haven House, 1817Después de corroborar que todo estuviera en orden antes de partir hacia Londres, Arthur se dirigió al mausoleo familiar que se erigía dentro de su propiedad. Por un tenso momento contempló el nombre de su hermana tallado en una placa de bronce y recordó uno de los días más tristes de su vida. Presionó con fuerza el ramo de rosas blancas que llevaba consigo y las colocó en el lugar de las flores que ya se habían secado. Suspiró hondo cuando sintió un nudo en la garganta.Habían pasado doce meses desde su trágica muerte, pero él aún evocaba su frágil cuerpo inerte entre sus brazos mientras regresaba destrozado a los señoríos del ducado para sepultarla junto a su padre.Rememoró de mala gana que derramó la misma cantidad de lágrimas el día en que su madre se fugó a América con otro hombre, abandonándolo a él y a una bebé recién nacida. En ese entonces apenas era un crío de once años que no podía hacer nada al respecto. Sin embargo, en la actualidad era el duque de Lanca
LondresEn Devon House, lady Claire Bradbury despertó con su habitual buen humor y tocó la campana para que su doncella acudiera a ayudarla a arreglarse. Se sentó ante el tocador, dejando que Amalia le cepillara la lustrosa melena castaña, mientras miraba fijamente sus ojos azules pálidos, reflejados en la superficie pulida del espejo. El elegante recogido liberaba algunos mechones que enmarcaban su delicioso rostro de belleza clásica, cuyo fuerte eran los labios carnosos y sonrosados. Había aceptado un paseo a caballo por Hyde Park con lord Essex, por lo que la doncella escogió un traje de montar color azul clásico que le sentaba de maravilla a su piel alabastro y realzaba su esbelta figura.De todas las invitaciones que recibió para ese día, prefirió la del conde de Essex más que nada por curiosidad. Él no había demostrado interés hacia ella en el baile de los duques de Derby, y, desde la repentina muerte de la dama a quien pretendió la temporada pasada, no había sido visto en event
Con su cara apoyada al torso tibio que percibía por encima de la tela de la camisa, aspiró hondo el aroma varonil que destilaba el hombre.—¿Se encuentra bien, milady? —inquirió el caballero con una voz gruesa, pero apacible al oído de Claire. El caballo se había detenido, pero ella seguía aferrada a quién le acababa de hablar—. Ya se encuentra a salvo, no hay nada que temer —acotó de nuevo, con su aliento cálido rozando la piel de la nuca de Claire.Ella se estremeció y sintió una fuerte opresión en el pecho. Despacio, comenzó a respirar con normalidad y abrió los párpados. Al elevar la vista se encontró con unos profundos ojos pardos que la calaban con intensidad. Conmocionada por aquella impresionante mirada, fijó la suya en el rostro del hombre.Un repentino calor invadió las mejillas de Claire cuando recorrió sin pudor cada tramo de la atractiva cara del caballero. Se quedó inmersa en los inusuales ojos felinos que parpadeaban bajo unas largas pestañas negras. Su llamativo rostro