CAPITULO 42

Era de noche cuando despertó y, en un momento de media ensoñación, tuvo la reacción de abrir los ojos para buscarlo, recordando de golpe todo lo que había pasado por la mañana. Se hizo ovillo en medio del lecho y de nuevo comenzó a llorar.

—¿Excelencia? —oyó de pronto una voz—. ¿Se encuentra bien?

—¿Amalia? —susurró y la criada se acercó a la cama—. ¿Qué haces aquí?

—Su excelencia envió un recado a Devon House avisando de un inesperado accidente en su casa de campo y pidió que viniera a servirle en lo que dure su ausencia, ya que usted aún no se ha familiarizado con la servidumbre de aquí.

—Ya veo —dijo con sequedad, y suspiró—. Necesito darme un baño. —La habitación estaba en penumbras, por lo que no se podía ver que sus ojos estaban hinchados por el llanto—. ¿Sabes si ya han enviado mis cosas?

—Sí, excelencia. —Señaló la puerta lateral, cerca de la cama—. Ese es el dormitorio que el duque preparó especialmente para usted.

Ella quiso reír, pero solo se limitó a pedir que se encargara
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