Ella lo vio horrorizada por su apreciación nada sutil sobre la personalidad del duque. El marqués comprendió que se había ido de boca y descubrió que la bella hermana de Devon estaba interesada en el hombre a quien acababa de describir como si fuera un demonio.—Lo lamento. No digo que todo eso sea cierto; más bien son solo rumores que circulan sobre él, lady Claire. —Ella asintió, pero se sentía conmocionada ante tal información—. Supongo que debe ser todo un caballero para haberse hecho con el corazón de una dama como usted —especuló.—Y yo sospecho que, con una personalidad tan imprudente, no exista nada que sea del agrado de su excelencia —dijo en cambio para sortear aquella suposición sin tener que responder.—Le gustan los caballos —dijo él—. Mucho más que las personas… —bromeó, aunque a ella no le pareció nada gracioso.—Ya veo… —musitó confundida por aquellas reveladores acotaciones, cuando de pronto la calesa frenó y tuvo que sostenerse por la brusquedad que empleó el marqués
Claire se sentía furiosa con el duque y sobre todo con ella misma por permitirle que tuviera el poder de lastimarla. Se sintió ofendida al verlo paseando con lady Vanessa, cuando hace apenas una semana le había propuesto matrimonio y ni siquiera la había buscado al regresar.¿Acaso sus prioridades habían cambiado? ¿Tanto lo había ofendido en su última entrevista?Estaba tan disgustada que ni siquiera pudo pasar bocado en el almuerzo y se encerró en su habitación toda la tarde, esperando a que anunciaran la presencia de su excelencia en Devon House, y que este explicara sus motivos para no haberse tomado la molestia de presentarle sus respetos en el parque.Lo que más le dolió fue la burda deducción de algunas damas, a quienes tuvo que saludar cuando se dirigía a los portones de Hyde Park en compañía de Alexander. No perdieron la oportunidad de mencionar que Lancaster la había ignorado y que, ni bien regresó a la ciudad, fue a la residencia de los Craven para cerrar un trato que tal ve
Al contrario de lo que ella misma pensó, que él estuviera reclamando su presencia allí, la encolerizó aún más y, envalentonada, lejos de amedrentarse, le sostuvo la mirada y respondió:—Es evidente que vine a verlo. —El tono irónico empleado pareció no pasar desapercibido para el duque, quien suavizó la mirada y se acercó a ella.—¿Se ha vuelto loca, milady? ¿Acaso no comprende el peligro que implica que salga a estas horas de su residencia completamente sola? —siguió cuestionando él, y ella perdió los estribos por completo.—Es claro que no estoy siendo muy racional, y eso se lo debo a usted, excelencia. —Sonrió con ironía—. Y para calmar su conciencia, no he venido sola: mi doncella me espera fuera, en un coche de alquiler.—No debió venir… —fueron las palabras del duque, y ella pareció estallar.—¿Y qué esperaba qué hiciera? —increpó, y Lancaster no pareció comprenderla—. Se marchó sin despedirse y, al regresar, lo primero que hizo fue visitar a otra mujer, a quien no tiene inconve
Acercó más su rostro al de ella, fijando la mirada en sus labios húmedos. Percibió de inmediato el cálido aliento cuando jadeó horrorizada por la insinuación de Arthur.—Fue un error haber venido… —susurró apenas, e intentó rodearlo para marcharse. Era evidente que él la había abochornado.—No respondió mi pregunta. —Claire se detuvo, y él aprovechó para situarse detrás de ella rodeando su cintura con las manos. La sintió temblar en sus brazos y acercó su boca a su oído—. ¿Está celosa, milady?—En absoluto… —musitó en tono vibrante, y él sonrió—. Se supone que debe ser usted quien responda mis preguntas —respiró hondo, y él la giró para que lo viera a la cara.—Entonces haga sus preguntas —le propuso, conciliador.—¿Así de simple?—Así de simple.—¿Por qué quiere casarse conmigo?Arthur la miró por un instante antes de responder.—Por la misma razón por la que está usted aquí reclamándome un inocente paseo con otra dama. —Se cruzó de brazos y sonrió divertido.—No es lo mismo.—¿Ah, n
A la mañana siguiente, Claire se despertó bastante temprano y con los ánimos renovados. En la noche Amalia escuchó las últimas palabras del duque, por lo que, de camino a Devon House, no soportó la ansiedad de preguntarle a su señora sobre el asunto. Se había deleitado con la historia del hombre misterioso que la salvó en el parque y ahora estaba emocionada con la idea de que lady Claire se desposaría con su salvador.Pidió que le sirvieran el desayuno en su alcoba y toda la mañana permaneció a solas; pensó en el apasionado beso que aturdió sus sentidos. Se llevó varias veces los dedos a la boca, evocando la calidez de los labios del duque sobre los suyos.Ya, por la tarde, Amalia irrumpió con prisa en su alcoba para darle la noticia de la llegada del duque de Lancaster, por lo que dejó que su doncella la retocara antes de bajar a recibirlo.En el pasillo, antes de llegar a las escaleras, se encontró con su madre, quien la retuvo por unos instantes.—Me ha dicho Gregory que el duque d
A Arthur no le pasó desapercibida la falta de entusiasmo que presentaba la duquesa viuda de Devon en relación a desposar a su hija, lo que lo hizo pensar que ella estaba al tanto de la desgracia que unía a sus familias y no podía concebir que Claire fuera de la misma calaña que ellos. Se negaba a aceptar que ella supiera lo que su hermano menor había hecho con Susan y, siendo sensatos, jamás se habría acercado a él si estuviera enterada.No. Ella seguramente desconocía ese horrible secreto.Cuando Devon le pasó la mano, percibió un ligero temblor en su saludo y ya supuso el resultado de aquella entrevista. Lo siguió a su despacho, dispuesto a pelear por la mano de lady Claire. En todo caso, a ella le gustaba, y eso era lo único que importaba.Sentados frente a frente, con un Devon incómodo a quien le costaba sostenerle la mirada, hizo su petición.—Lamento llegar sin aviso, pero no he podido dejar que pase otro día más para hablar con usted, excelencia.—No puedo negar que me sorprend
—¿Usted lo conoce para afirmar que es de esa manera, madre? —preguntó dolida—. ¿O será como las demás personas que solo se dejará llevar por las habladurías?—Sabes que no soy de esa manera. Pero eres mi hija, por supuesto procuraré el mejor de los futuros para ti, y, en mi opinión, Lancaster no es el candidato ideal para esposo, querida. Por favor, Claire, escúchame, yo solo quiero lo mejor para ti.—Lo siento, pero esta vez no puedo estar de acuerdo con usted. —Se puso de pie—. He quedado con Cecilie para dar un paseo. Debe estar por llegar, no quiero hacerla esperar. —se apresuró en excusarse.—¡Aguarda, niña! —exclamó cuando Claire estuvo por salir de la salita—. ¿Te has enamorado del duque?Claire se mordió el labio inferior y suspiró.—Sí, madre. Por lo tanto, no me casaré con otra persona que no sea su excelencia. Si me disculpa. —Dio la vuelta y se marchó, dejando a su madre con el corazón en la boca porque la situación era más delicada de lo que pensaban.Charles debía actuar
Dos golpes en la puerta de la biblioteca lo arrancaron de sus cavilaciones, y Clay le dio paso a la mujer que dividía sus deseos y su deber en dos.De inmediato se puso de pie y fue a su encuentro. Ella se lanzó a sus brazos y él la estrechó con fuerza mientras intentaba olvidar el asunto que involucraba a su familia. Sus manos tomaron su rostro y le propinó un suave beso en los labios.—Ha venido… —musitó muy cerca de su boca—. Temía que…—Temía que no pudiera escaparme… —completó ella, y él asintió—. ¿Qué sucedió ayer? ¿Por qué se marchó de aquel modo?Arthur tomó su mano y la acomodó delante de la chimenea, en un mullido sillón de cuero negro, y se sentó frente a ella.—Su hermano rechazó mi propuesta. Al parecer, tiene en mente a candidatos más adecuados que yo; pretendientes que han manifestado su interés en usted.—Pero yo no deseo casarme con nadie más, solo con usted —aseguró ella.—Esperaré lo que sea necesario, milady. Pero necesito que me prometa que no permitirá que su her