CAPITULO 26

Al contrario de lo que ella misma pensó, que él estuviera reclamando su presencia allí, la encolerizó aún más y, envalentonada, lejos de amedrentarse, le sostuvo la mirada y respondió:

—Es evidente que vine a verlo. —El tono irónico empleado pareció no pasar desapercibido para el duque, quien suavizó la mirada y se acercó a ella.

—¿Se ha vuelto loca, milady? ¿Acaso no comprende el peligro que implica que salga a estas horas de su residencia completamente sola? —siguió cuestionando él, y ella perdió los estribos por completo.

—Es claro que no estoy siendo muy racional, y eso se lo debo a usted, excelencia. —Sonrió con ironía—. Y para calmar su conciencia, no he venido sola: mi doncella me espera fuera, en un coche de alquiler.

—No debió venir… —fueron las palabras del duque, y ella pareció estallar.

—¿Y qué esperaba qué hiciera? —increpó, y Lancaster no pareció comprenderla—. Se marchó sin despedirse y, al regresar, lo primero que hizo fue visitar a otra mujer, a quien no tiene inconve
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