Aprovechó el aturdimiento que la envolvió para estudiar sus facciones perfectas y ahogó un lamento por las circunstancias en las que se estaban dando las cosas.—Me debe una respuesta, milady —musitó él, quien seguía rodeándola con los brazos en tanto ella regresaba a la realidad—. ¿Desea que la deje en paz?Claire no estaba en condiciones de emitir una sola palabra, pero él tampoco le daba tiempo a meditar una respuesta apropiada. Solo negó con la cabeza y susurró un «no» que fue suficiente para que el duque la estrechara en sus brazos. Afianzada a su cuerpo, se descubrió exquisitamente feliz, y por fin pudo darle nombre a todo lo que sentía cada vez que pensaba en su excelencia.Era amor.Ella, lady Claire Bradbury, estaba perdidamente enamorada del que todos llamaban El Duque Demonio, y ya no había modo de esconder aquel sentimiento turbador que se liberó esa noche con la confesión de Lancaster. Lo quería. Sospechaba que sería capaz de lo que nunca imaginó con tal de volver a senti
—Madre, te ha estado buscando. ¿Qué hacías en el jardín con esa mujer? —la interrogó.—Me pareció una dama muy interesante y nos enfrascamos en una amena conversación, aprovechando que ningún caballero me solicitó el segundo vals. Sin darnos cuenta, ya nos encontrábamos en el jardín —explicó bastante convincente—. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tan tarde? —La expresión de su hermano cambió por completo—. ¿No me digas que fue por esa mujer? —lo increpó, haciendo alusión a la vizcondesa de Lyngate.—Mi asunto con esa dama ha concluido para siempre, Claire. No te preocupes. Además, llegué temprano y me retiré por un momento a ocuparme de otra tarea que nada tiene que ver con líos de faldas.—¿De verdad? —La sonrisa que evocó Charles la hizo sospechar—. ¿Qué sucede con Cecilie? Creí que la estabas cortejando formalmente.La mirada de ambos se dirigió a la bella rubia que bailaba con un joven.Las hermanas Staton no asistieron a la fiesta y su amiga Cecilie había estado bastante ocupada presu
—A ella le agrado, pero no quiere desposarse aún.—Vaya… esas sí son novedades. —Arqueó las cejas asombrado—. ¿Por qué no le haces la corte como dictan las normas? Tal vez desea comprobar si se casará con el caballero confiable que la invitó a bailar o con el demonio salvaje que la rescató en el parque —se burló.Arthur lo miró hosco.—Porque no tengo tiempo, Essex. —El conde frunció la frente sin entender—. Mi plan se ha dilatado demasiado y quiero terminar lo que inicié cuanto antes.«Mientras todavía pueda», pensó.—Aguarda un momento, Arthur. ¿Estás diciendo que seguirás con este absurdo plan de vengarte?—¡Por supuesto! ¿Acaso existe alguna razón para no hacerlo? —cuestionó en tono agresivo, y Essex comprendió que su amigo estaba librando una batalla interna que lo estaba afectando.—Bueno, creí que tal vez con este asunto de que la dama te gusta cambiarías de opinión… —respondió con cautela.El duque emitió un lamentable suspiro.—Aún no determiné si de verdad me gusta —mintió c
—¿Cómo?—Regresó a su casa de campo… —susurró apenas Mary—. Pensamos que lo sabrías.—Estábamos seguras de que su excelencia y tú llegaron a un acuerdo y que, tal vez, a su regreso anunciarían su compromiso.Los ojos de Claire se llenaron de lágrimas y Mary le hizo un gesto a su hermana para que cerrara la puerta con llave. Una vez asegurada su intimidad, Claire abrazó a sus amigas, que la consolaron en silencio sin saber el motivo por el que se encontraba en aquel lamentable estado.Sophie le tendió una taza de té para que bebiera un poco y se calmara antes de que comenzara a hablar.—Gracias a Dios mi madre no se encuentra…Mary le procuró un pañuelo, y Claire se limpió las lágrimas.—Claire, sabes que puedes confiar en nosotras y que jamás te traicionaríamos. Así que dinos qué sucede exactamente entre el duque y tú.Ella suspiró e intentó sonreír. Era verdad que podía confiar plenamente en ellas, y estaba segura que jamás la pondrían en evidencia. Habían crecido juntas y compartían
Ella lo vio horrorizada por su apreciación nada sutil sobre la personalidad del duque. El marqués comprendió que se había ido de boca y descubrió que la bella hermana de Devon estaba interesada en el hombre a quien acababa de describir como si fuera un demonio.—Lo lamento. No digo que todo eso sea cierto; más bien son solo rumores que circulan sobre él, lady Claire. —Ella asintió, pero se sentía conmocionada ante tal información—. Supongo que debe ser todo un caballero para haberse hecho con el corazón de una dama como usted —especuló.—Y yo sospecho que, con una personalidad tan imprudente, no exista nada que sea del agrado de su excelencia —dijo en cambio para sortear aquella suposición sin tener que responder.—Le gustan los caballos —dijo él—. Mucho más que las personas… —bromeó, aunque a ella no le pareció nada gracioso.—Ya veo… —musitó confundida por aquellas reveladores acotaciones, cuando de pronto la calesa frenó y tuvo que sostenerse por la brusquedad que empleó el marqués
Claire se sentía furiosa con el duque y sobre todo con ella misma por permitirle que tuviera el poder de lastimarla. Se sintió ofendida al verlo paseando con lady Vanessa, cuando hace apenas una semana le había propuesto matrimonio y ni siquiera la había buscado al regresar.¿Acaso sus prioridades habían cambiado? ¿Tanto lo había ofendido en su última entrevista?Estaba tan disgustada que ni siquiera pudo pasar bocado en el almuerzo y se encerró en su habitación toda la tarde, esperando a que anunciaran la presencia de su excelencia en Devon House, y que este explicara sus motivos para no haberse tomado la molestia de presentarle sus respetos en el parque.Lo que más le dolió fue la burda deducción de algunas damas, a quienes tuvo que saludar cuando se dirigía a los portones de Hyde Park en compañía de Alexander. No perdieron la oportunidad de mencionar que Lancaster la había ignorado y que, ni bien regresó a la ciudad, fue a la residencia de los Craven para cerrar un trato que tal ve
Al contrario de lo que ella misma pensó, que él estuviera reclamando su presencia allí, la encolerizó aún más y, envalentonada, lejos de amedrentarse, le sostuvo la mirada y respondió:—Es evidente que vine a verlo. —El tono irónico empleado pareció no pasar desapercibido para el duque, quien suavizó la mirada y se acercó a ella.—¿Se ha vuelto loca, milady? ¿Acaso no comprende el peligro que implica que salga a estas horas de su residencia completamente sola? —siguió cuestionando él, y ella perdió los estribos por completo.—Es claro que no estoy siendo muy racional, y eso se lo debo a usted, excelencia. —Sonrió con ironía—. Y para calmar su conciencia, no he venido sola: mi doncella me espera fuera, en un coche de alquiler.—No debió venir… —fueron las palabras del duque, y ella pareció estallar.—¿Y qué esperaba qué hiciera? —increpó, y Lancaster no pareció comprenderla—. Se marchó sin despedirse y, al regresar, lo primero que hizo fue visitar a otra mujer, a quien no tiene inconve
Acercó más su rostro al de ella, fijando la mirada en sus labios húmedos. Percibió de inmediato el cálido aliento cuando jadeó horrorizada por la insinuación de Arthur.—Fue un error haber venido… —susurró apenas, e intentó rodearlo para marcharse. Era evidente que él la había abochornado.—No respondió mi pregunta. —Claire se detuvo, y él aprovechó para situarse detrás de ella rodeando su cintura con las manos. La sintió temblar en sus brazos y acercó su boca a su oído—. ¿Está celosa, milady?—En absoluto… —musitó en tono vibrante, y él sonrió—. Se supone que debe ser usted quien responda mis preguntas —respiró hondo, y él la giró para que lo viera a la cara.—Entonces haga sus preguntas —le propuso, conciliador.—¿Así de simple?—Así de simple.—¿Por qué quiere casarse conmigo?Arthur la miró por un instante antes de responder.—Por la misma razón por la que está usted aquí reclamándome un inocente paseo con otra dama. —Se cruzó de brazos y sonrió divertido.—No es lo mismo.—¿Ah, n