64 La mansión

Audrey se inclinó para recibir a Oliver entre sus brazos con cariño, mientras el pequeño se aferraba a ella de una forma que Connor no pudo comprender, desde que la madre del pequeño había fallecido, Oliver no actuaba así con ninguna mujer, pero era como si en la inocencia de su interior, el niño supiera quién latía en el pecho de la rubia.

— ¡Audrey, estás aquí! ¡Sí! Ahora vamos a ser todos muy felices — dijo canturreando de alegría.

— Audrey nos acompañará todo el fin de semana, Oliver, ¿Te gusta la idea?

— ¡Si! ¡Me gusta, mucho papi! ¿Ella se va a quedar con nosotros?

— Será nuestra invitada especial.

— Entonces, ¡Iremos a cabalgar juntos, jugaremos en la cancha y nadaremos en la piscina! — el niño hizo sus propios planes.

— No pue

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