— Llegaste tarde, ¿Qué te pasó? — Loretta le dijo mirándose al espejo mientras se ponía los pendientes largos que usaba cuando salía de fiesta. — Hubo una situación con el Doctor Connor, debía entrar a cirugía y no tenía a nadie que cuidara de su hijo — Comentó dejando sus cosas sobre el sofá. La morena la miró de reojo. — ¿Y te pidió a ti que lo cuidaras? — Volviendo a su reflejo en el espejo de la sala. — No, en realidad, más bien yo me ofrecí… — ¡Audrey! — ¿Qué?, el niño es muy lindo, y muy bien portado — Se defendió. Su amiga puso los ojos en blanco. — ¡Eso es trabajo extra! — No me molesta, ¿Irás a alguna parte? — La rubia preguntó quitándose los zapatos. — Dirás: ¡Iremos! ¡Tú y yo! — Aclaró en tono autoritario. — Lore, estoy cansada, de verdad no me apetece salir. Loretta la miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza. — Ya hemos hablado de esto, ¡Necesitas retomar tu vida, Audrey! — ¡Pero si ya lo he hecho! Me siento bien con lo que estoy haciendo, es todo l
John miró de arriba abajo al hombre que era prácticamente de su estatura y le plantó cara. No era de los que huyen de una pelea, más bien de los patanes que las propician.— Ah, ¿Sí? ¿Me partirás la cara? — Lo desafió con la inmadura actitud de gallito fino acortando la distancia con del otro hombre — No creo que alguien estirado como tú se atreva, seguramente no querrás que esa ropa elegante se mache, ¡O algo así!Se burló dándole otra ojeada a los pantalones de vestir y a la camisa de seda abierta en el pecho que traía el otro.— Suéltala, no lo repetiré — Esta vez no sonó para nada amable. A la rubia se le iban saliendo los ojos de sus órbitas al ver a Connor Evans delante de ella, defendiéndola, ¡En la vida se habría imaginado tal escena!— Doctor…— Tranquila, Audrey, este idiota ya se iba, ¿No es así? — atravesando a John con la mirada gélida, mientras apretaba los puños y fruncía en ceño.— ¿Desde cuándo andas con idiotas ricos y mayores que tú? ¿Por este tipo es que no has qu
Connor tomó la mano de Audrey y tiró de ella suavemente llevándola hacia su auto, abrió la puerta del deportivo para que ella subiera mientras, desde el otro lado de la calle, John observaba lleno de rabia, apretando los puños y grabando en su mente la matrícula del vehículo.— ¡Quiero saber quién es el idiota! — Casi ladró y avanzó con dirección hacia ellos, pero alguien lo detuvo.— Vamos amigo, tú la perdiste, ¡Ya déjala en paz! — Uno de sus amigos le puso la mano en el hombro, pero él se la sacudió molesto, mientras veía a la rubia irse en el auto del hombre elegante.El sonido del motor rugió cuando Connor apretó el acelerador y el deportivo despegó en la vía.— Muchas gracias — Ella dijo avergonzada, se sentía incómoda por toda la situación, y apenada de que el médico estuviera lastimado y con el labio roto por su culpa, y todo por defenderla del troglodita de su ex novio.— No hay de qué — él contestó sin apartar la vista de la carretera, intentando no pensar, no sentir, y man
Audrey estaba asombrada. No sabía qué pensar. Por un lado, parecía como si Connor comenzase a dejar salir al su verdadero yo, al que ella había conocido antes, y por el otro, el nuevo Connor luchaba por imponerse y hacer sombra a sus destellos que luchaban por salir.— ¿Puedo preguntarle algo personal? — Se atrevió a preguntar.— Supongo que puedes, yo ya lo hice primero — algo parecido a una media sonrisa, se formó en las comisuras de sus labios, pero no terminó de florecer.— ¿Cómo la están pasando ustedes? Quiero decir, ¿Cómo le va con el niño después de… bueno, de…? —El resto de la pregunta se le quedó atorada en la garganta a mitad de camino.— ¿Después de la muerte de mi esposa? — la frase salió atropellada, pero salió al fin, y de pronto a él le pareció que no dolió tanto como antes.Era como si con el tiempo, su cabeza y su corazón comenzaran a hacerse a la idea de que ella ya no estaría, le supo amarga, eso sí, pero era soportable, y que pudiera decirla delante de Audrey prec
Audrey se dejó caer al suelo con las manos temblorosas y el corazón acelerado. Ya había olvidado la última vez que se había sentido tan afectada cerca de un hombre, ni siquiera John Morris, con su porte de Core Back y su aspecto atlético y arrebatador la había hecho sentir de ese modo.Se pasó la punta de los dedos sobre los labios e inspiró profundo mientras pensaba en la forma de la boca del guapo cardiólogo, en lo profundo de su mirada gris y en el ángulo perfecto de su rostro.— ¡Me lleva!En lo alto de su estatura, en lo fuerte de sus brazos y de pronto deseó enredar los dedos en su denso cabello.— ¡Me he vuelto loca! — Exclamó para sí misma, inspirando profundo el aroma del perfume que Connor había dejado en la pequeña salita del departamento — ¡Él es mi jefe!Dejó caer la cabeza boca abajo contra el sillón, reprochándose ese repentino ataque de “¡No sé qué!”, que la había golpeado por completo como si fuera una colegiala.La imagen de Connor Evans sentado en su sillón con los
Connor había entrado en su propiedad y tras percatarse del auto de su cuñada dejó el deportivo bajo techo y entró en la casa buscando a la ama de llaves, o a quien fuera, para preguntar lo que estaba pasando, sobre todo después de haber visto las maletas en el corredor.— ¿Rosa? ¿Estás aquí? — Preguntó llamando a la empleada con insistencia.La mujer se apresuró a contestar.— Señor Evans, aquí estoy. Dígame, ¿Qué necesita? — La mujer latina entrada en años era la empleada de mayor confianza en la casa, trabajaba allí desde que Connor tenía memoria.— ¿Y esas maletas?— ¿No le dijo la señorita Bethany que se mudaría a la casa?Connor se llevó la mano a la frente.— Beth, sí, me lo dijo, pero ya sabes cómo soy, me meto en mi mundo y olvido lo demás. ¿Ella ya se instaló?— Sí señor, pero no he tenido ocasión de terminar de subir el equipaje a su habitación. Ya tiene las cosas más indispensables, terminaré de llevar esto en un rato.— Está pesado, parece que se trajo toda la casa, yo te
El psicólogo continuaba en la línea telefónica:— Debes enfrentarte a esto, como cuando alguien tiene un terror irracional a algo absurdo, porque ambos sabemos que lo que ocurrió, no tiene relación con la chica.— Ayer hice mi primer acercamiento, pero no te diré que fue fácil, porque no lo fue.— Lo entiendo, ¡Y bravo por hacer el intento! Pero debes hacerlo por ti, y por tu hijo, o pasarás la vida entera echándole la culpa a esa joven y haciéndote daño cada vez que la veas, debes superar esto.Connor colgó pensando en la conversación y recordando como hubo un momento en la noche anterior en el que no se sintió tan abrumado cerca de Audrey, tal vez lo que Leo le decía era cierto, que con el trato las aguas llegarían a su cauce hasta dejar de sentir que el pecho se le abría en dos cada vez que la tenía en frente.— Señor, la señorita Beth pregunta si usted está en casa, quiere desayunar con usted y discutir algo sobre el niño.— Gracias Rosa, dile que bajaré un momento.El galeno bajó
Connor lo pensó mejor, y después de lo que Leo, su terapeuta le había dicho, estaba convencido de que, aunque fuera muy duro para él, tenía que enfrentarse a su situación psicológica con Audrey. Así que, después de almorzar, llamó a su asistente para que consiguiera el contacto de la enfermera y de inmediato la llamó: — Buenas tardes, señorita Adkins, ¿Recuerda que quedamos para llevar a Oliver de paseo a ese lugar infantil del que me habló? — Se obligó a decir de forma más natural que pudo. Audrey se mordió el labio e intentó sonar natural, pero la verdad es que estaba nerviosa. — ¡Doctor Evans!, he… sí, lo recuerdo. — ¿Le parece bien que la busque en un rato? — Beth se quedó escuchando a su cuñado tras la puerta del despacho y tomó nota mental del apellido de la persona con quien Connor hablaba. — Sí, claro, me vestiré para esperarlo. — Estaré allí en una hora. La rubia se dejó caer en el sillón de la sala y Loretta se le quedó mirando. — ¿Quién te llamó? — El Doctor Evans