Audrey estaba asombrada. No sabía qué pensar. Por un lado, parecía como si Connor comenzase a dejar salir al su verdadero yo, al que ella había conocido antes, y por el otro, el nuevo Connor luchaba por imponerse y hacer sombra a sus destellos que luchaban por salir.— ¿Puedo preguntarle algo personal? — Se atrevió a preguntar.— Supongo que puedes, yo ya lo hice primero — algo parecido a una media sonrisa, se formó en las comisuras de sus labios, pero no terminó de florecer.— ¿Cómo la están pasando ustedes? Quiero decir, ¿Cómo le va con el niño después de… bueno, de…? —El resto de la pregunta se le quedó atorada en la garganta a mitad de camino.— ¿Después de la muerte de mi esposa? — la frase salió atropellada, pero salió al fin, y de pronto a él le pareció que no dolió tanto como antes.Era como si con el tiempo, su cabeza y su corazón comenzaran a hacerse a la idea de que ella ya no estaría, le supo amarga, eso sí, pero era soportable, y que pudiera decirla delante de Audrey prec
Audrey se dejó caer al suelo con las manos temblorosas y el corazón acelerado. Ya había olvidado la última vez que se había sentido tan afectada cerca de un hombre, ni siquiera John Morris, con su porte de Core Back y su aspecto atlético y arrebatador la había hecho sentir de ese modo.Se pasó la punta de los dedos sobre los labios e inspiró profundo mientras pensaba en la forma de la boca del guapo cardiólogo, en lo profundo de su mirada gris y en el ángulo perfecto de su rostro.— ¡Me lleva!En lo alto de su estatura, en lo fuerte de sus brazos y de pronto deseó enredar los dedos en su denso cabello.— ¡Me he vuelto loca! — Exclamó para sí misma, inspirando profundo el aroma del perfume que Connor había dejado en la pequeña salita del departamento — ¡Él es mi jefe!Dejó caer la cabeza boca abajo contra el sillón, reprochándose ese repentino ataque de “¡No sé qué!”, que la había golpeado por completo como si fuera una colegiala.La imagen de Connor Evans sentado en su sillón con los
Connor había entrado en su propiedad y tras percatarse del auto de su cuñada dejó el deportivo bajo techo y entró en la casa buscando a la ama de llaves, o a quien fuera, para preguntar lo que estaba pasando, sobre todo después de haber visto las maletas en el corredor.— ¿Rosa? ¿Estás aquí? — Preguntó llamando a la empleada con insistencia.La mujer se apresuró a contestar.— Señor Evans, aquí estoy. Dígame, ¿Qué necesita? — La mujer latina entrada en años era la empleada de mayor confianza en la casa, trabajaba allí desde que Connor tenía memoria.— ¿Y esas maletas?— ¿No le dijo la señorita Bethany que se mudaría a la casa?Connor se llevó la mano a la frente.— Beth, sí, me lo dijo, pero ya sabes cómo soy, me meto en mi mundo y olvido lo demás. ¿Ella ya se instaló?— Sí señor, pero no he tenido ocasión de terminar de subir el equipaje a su habitación. Ya tiene las cosas más indispensables, terminaré de llevar esto en un rato.— Está pesado, parece que se trajo toda la casa, yo te
El psicólogo continuaba en la línea telefónica:— Debes enfrentarte a esto, como cuando alguien tiene un terror irracional a algo absurdo, porque ambos sabemos que lo que ocurrió, no tiene relación con la chica.— Ayer hice mi primer acercamiento, pero no te diré que fue fácil, porque no lo fue.— Lo entiendo, ¡Y bravo por hacer el intento! Pero debes hacerlo por ti, y por tu hijo, o pasarás la vida entera echándole la culpa a esa joven y haciéndote daño cada vez que la veas, debes superar esto.Connor colgó pensando en la conversación y recordando como hubo un momento en la noche anterior en el que no se sintió tan abrumado cerca de Audrey, tal vez lo que Leo le decía era cierto, que con el trato las aguas llegarían a su cauce hasta dejar de sentir que el pecho se le abría en dos cada vez que la tenía en frente.— Señor, la señorita Beth pregunta si usted está en casa, quiere desayunar con usted y discutir algo sobre el niño.— Gracias Rosa, dile que bajaré un momento.El galeno bajó
Connor lo pensó mejor, y después de lo que Leo, su terapeuta le había dicho, estaba convencido de que, aunque fuera muy duro para él, tenía que enfrentarse a su situación psicológica con Audrey. Así que, después de almorzar, llamó a su asistente para que consiguiera el contacto de la enfermera y de inmediato la llamó: — Buenas tardes, señorita Adkins, ¿Recuerda que quedamos para llevar a Oliver de paseo a ese lugar infantil del que me habló? — Se obligó a decir de forma más natural que pudo. Audrey se mordió el labio e intentó sonar natural, pero la verdad es que estaba nerviosa. — ¡Doctor Evans!, he… sí, lo recuerdo. — ¿Le parece bien que la busque en un rato? — Beth se quedó escuchando a su cuñado tras la puerta del despacho y tomó nota mental del apellido de la persona con quien Connor hablaba. — Sí, claro, me vestiré para esperarlo. — Estaré allí en una hora. La rubia se dejó caer en el sillón de la sala y Loretta se le quedó mirando. — ¿Quién te llamó? — El Doctor Evans
— Teniente — Connor lo detuvo antes de irse.— ¿Sí, doctor Evans?— Me gustaría saber por qué después de seis meses del accidente, usted sigue investigando, ¿Qué se propone? — le dijo incómodo.El Teniente Hunter sonrió y su rostro adoptó una expresión de suficiencia.— ¿En serio no lo intuye, Doctor?— Intuir, ¿Qué? — ¿Acaso lo estaba señalando como posible sospechoso de algo?— Tengo muchos años en este trabajo, y estoy seguro de que los frenos del auto de su esposa no fallaron solos. ¿Recuerda el primer reporte que le di?— Vagamente, sí, creo que ese día escuché la mitad de lo que me dijo, estaba muy afectado… — Connor reconoció bajando la mirada.— En ese reporte le dije que los frenos del auto fueron cortados deliberadamente, y usted me aseguró que el vehículo recibía mantenimiento constante y que era improbable que algo como eso hubiera sucedido, sin embargo, no he dejado de investigar, y créame, Doctor — Fijando la mirada oscura en la Connor — Que si la muerte de su esposa fue
Bethany prestaba atención tras la puerta. Parecía que ese era su nuevo hobby: escuchar tras las puertas y tomar nota de cada detalle de la vida de su cuñado. Se preguntaba si la tal “Audrey” sería la misma chica insípida del hospital, la enfermerucha esa que había cuidado de Oliver el otro día.«Tendré que ponerle ojo a la flacucha esa, no sea que se le esté metiendo por los ojos a Connor», se dijo para sus adentros cuando escuchó que Oliver la mencionaba.Beth empujó la puerta de la habitación y entró.— ¿A dónde van?— ¡Voy con mi papá y con mi amiga Audrey a comer helado! — El niño se apresuró a decir.— Eso es muy bueno, Oliver, ¿Y crees que yo podría ir con ustedes?— ¡No!— Oliver, no seas grosero con tu tía Beth — Su padre le reprendió de inmediato.— Es que quiero divertirme, y a mi tía no le gusta que yo me divierta.— No digas eso, ella es tu tía y siempre quiere lo mejor para ti, por favor Oliver, ¡Discúlpate con tu tía Beth!El niño bajó la mirada, avergonzado.— Perdón,
Connor necesitó respirar profundo y obligarse a sonreír, un gesto más parecido a una mueca del que Audrey ni siquiera se percató porque estaba ya en la taquilla haciendo fila para comprar los tiquetes.Connor se les unió de mala gana, no veía cómo subir a Oliver a esa cosa, podría ayudar en algo al comportamiento del niño, pero no tuvo corazón para decirle que no, lo había mantenido aislado de todo desde lo de Rachel…— ¿Nos van a poner pulseras de colores? — El niño preguntó cuándo el encargado atrajo su bracito para pegarle el tiquete alrededor de la muñeca.— ¡Sí! Y son iguales, ¡Mira! — Audrey le mostró la suya y el niño abrió los ojos.— ¿Y a papá también le van a poner?— Sí, a tu papá también.Connor movio su brazo para que el niño viera su pulsera.— ¡Yupi! Todos tenemos las mismas pulseras de colores — él celebró con un saltito.Audrey lo tomó de la manito y lo guio hasta las escalerillas, riendo y hablando de lo alta que era la rueda en donde iban a subir, seguidos por Conno