Pasado el mediodía, Adams, el administrador, llamo a Audrey a su oficina. Cuando la chica entró sintió la pesadez del ambiente del lugar, era como si la atmósfera estuviera cargada de un compuesto tóxico casi palpable para ella, y evidenciado en el tono de voz del señor Adams, así como de su actitud cortante hacia ella.
— Dígame, señor Adams, me dijeron que me había mandado a llamar — Ella dijo al entrar.
El hombre la miró por encima de las gafas, como analizándola de arriba abajo y tratando de convencerse de que alguien con ese rostro de ángel no podía ser capaz de semejante plan.
— Señorita Audrey Adkins, ¿No es así?
La joven asintió con la cabeza.
— Sí señor.
— Tengo una situación bastante difícil aquí que la relaciona a usted con un problema de índole legal en el hospital.
Ella asintió de nuevo pensando que Madison había hablado por ella para que pudiera explicar sus descubrimientos.
— No se le ve muy preocupada, se
Audrey recogió sus cosas del casillero y salió lo más rápido que pudo del hospital. No había razones para quedarse más tiempo, eso solo le traería más dolor, así que llegó a casa un poco más temprano que de costumbre. Cuando Loretta llegó, ya Audrey estaba en casa, pero la encontró hecha un ovillo, envuelta en una manta sobre el sofá de la sala. — ¿Llegaste temprano? — Si… — apenas respondió, pero Loretta que la conocía bien, y a sus cambios de humor se acercó a ella para verle el rostro. — Audrey, ¿Comiste algo? — No tengo hambre — el tono de voz fue contundente para que Loretta lo supiera, ella estaba deprimida de nuevo. — Amiga — se acercó y se sentó a su lado — ¿Connor otra vez? Audrey no pudo aguantarse como lo hacía casi siempre, esto había tomado niveles estratosféricos. Se echó a llorar a mares sobre el hombro de la morena. — Me echó del hospital — Dijo con palabras entrecortadas y dificultad para respirar. — ¿Q
Connor huyó de Edie, pero las palabras de su amigo hicieron mella en él, la idea de darle a la rubia el beneficio de la duda se quedó revoloteando en su cabeza. A decir verdad, le gustaría mucho haberse equivocado, y que las acusaciones en su contra en el hospital también fueran falsas, pero era muy difícil que hubiera tanto error, que todo se hubiera confabulado contra ella de ese modo. ¿Sería posible que hubiera una mínima oportunidad?, se preguntó mientras caminaba con la cabeza gacha por las escaleras hacia la segunda planta. — Por Dios, ¡Es cierto! Debo darle una oportunidad, al menos sin que ella lo sepa, yo puedo hacer mis propias investigaciones, y si… — Inspiró hondo, sintiéndose como un adolescente iluso — Si por un milagro ella fuera inocente, yo… ¡Yo sería la bestia más imbécil de este planeta!... lo haré, ¡Por el cielo que voy a hacerlo! Apretó el paso con un incipiente brote de esperanza que le hizo sonreír a medias todo el día, hizo un
— ¿Señorita Audrey Adkins? — La voz sonó demasiado formal del otro lado del teléfono.— Sí, con ella habla, ¿Con quién tengo el gusto? — La rubia preguntó con cautela, después de todo lo que estaba viviendo era mejor no irse a las primeras, sobre todo porque no reconoció el número del cual la estaban llamando.— La llamo por el asunto de la casa de sus padres… — La dijo atrayendo la total atención de la chica — Como usted ya sabrá, el banco decidió liquidar la propiedad, y ya se ha vendido.Cuanta esperanza tenía Audrey de que esa frase nunca llegara a sus oídos, pero ahora era como si la hubieran atravesado de lado a lado.— Quiero decirle que la llamo de parte de mi jefe, él fue quien compró la propiedad y tiene un mensaje para usted.— Dígame, lo escucho&
Audrey poco a poco comenzaba a tener un poco más de fe en que toda su situación sería temporal, y que podría volver a remontar los aires. Mientras tanto, hacía lo posible por ajustarse a lo que la vida le estaba ofreciendo.Esa mañana cuando se levantó después de un mes de trabajo en la cafetería del nuevo centro comercial, se miró al espejo y se dijo a sí misma una serie de declaraciones positivas con las que había decidido últimamente comenzar cada mañana a modo de programación neolingüística y declaración positiva:— ¡Soy bella, soy inteligente, tengo un futuro brillante por delante y voy a lograr todo lo que quiero!Loretta la escuchó desde la otra habitación y le gritó complacida:— ¡Y yo también! Vas a tener que decirme como hacer eso porque me siento agotada en el bufete, &ie
Madison se sentó de mala gana frente al Teniente Hunter y este tomó su libreta de bolsillo para apuntar.— Es un gusto conocerla, Dra. Harrison, he escuchado que es hija de un afamado investigador en el campo de la cardiología — él comenzó — Alguien me dijo que su señor padre ha ganado muchos premios, seguramente de tal palo, tal astilla.Madison se cruzó de brazos, si el policía comenzaba con adulaciones habría que ver hacia donde se dirigiría la conversación.Ella se acomodó en la silla e inspiró profundamente, la conversación amenazaba con ser toda una molestia.— Pregunte con libertad, Teniente, tengo mucho trabajo que hacer — Le dijo a modo de que comprendiera que ella no tenía intenciones de dejarse manipular, y que además no le importaban sus adulaciones.Hunter levantó la mirada y sonri&o
Ese día, Hunter hizo las respectivas investigaciones y además, sumó un par de datos sobre Rachel Evans, su relación con su esposo, con su hermana y con algunos conocidos como Madison Harrison, y Henrry Sanders. La jornada había sido muy productiva en su opinión, y cuando llegó a casa y revisó todo su material, notó que un par de enfermeras de pediatría aseguraban que Audrey Adkins estaba realmente involucrada en la situación. Leyó sus declaraciones y ambas parecían haberse puesto de acuerdo para decir lo mismo y con las mismas palabras, cosa improbable en estos casos, y por su experiencia sabía que cuando eso sucedía, había gato encerrado. “La enfermera Olga dice haber visto a la señorita Adkins en varias ocasiones en Pediatría husmeando” decía literalmente la nota en su libreta, y luego más abajo se leía: “La enfermera Yuly, afirma que vio en repetidas ocasiones a la señorita Audrey husmeando en Pediatría”. En otra parte había apuntado que ambas muje
— ¡Audrey! — La chica se quedó de una pieza. Esa voz tierna y amada estaba presente desde hacía mucho solo en sus sueños, y a veces en sus pesadillas en las que no podía volver a acercarse como antes, y había personas que se empeñaban en alejarla cada vez impidiéndole llegar hasta él. Una cosa era tratar de ignorar a Connor, al hombre que, sin saber por qué, había acabado odiándola, y otra muy distinta tratar de ignorar a Oliver. La pequeña criatura no tenía conciencia de la situación entre su padre y Audrey, y le preguntaba constantemente a él por qué no había vuelto a verla. — Papi, ¿Por qué Audrey no viene a jugar conmigo, ¿Ella está bava, papi? — solía decirle desarmándolo por completo sin tener una respuesta que darle al niño de seis añitos y medio. — Ella ha estado muy ocupada, Oliver... — Casi siempre le respondía para apartar esa idea de su cabecita, pero entonces volvía a preguntar: — ¿Le dirás que la quiero mucho, papi? ¿Qué quiero que venga a jugar conmigo? Cada pregun
— ¡Quiero que seas mi mami! ¡Tú sabes que quiero que seas mi mami! — La frase retumbó de nuevo en las entrañas de la rubia, y también en las de la pelirroja, que se mantenía a distancia, pero lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación entre la chica y el pequeño.Audrey sintió de nuevo esa presión en el centro de su pecho, las palabras de Oliver le herían en lo más profundo, intentó inspirar muy hondo para controlar sus emociones, pero era como si algo más allá de sus entrañas, una fuerza desconocida y sobrenatural la empujara a amar a ese pequeño niño como si fuera realmente su hijo.¡Era absurdo! Apenas si había tenido el tiempo suficiente para tratar con él, hubiera querido que las cosas fueran distintas, pero ya era tarde para esperar a que cambiaran.Sintió temor, eso no tenía nada de lógica. ¿Se le estaría zafando la tuerca? Se apartó un poco del niño con mucha dificultad, ya que Oliver se negaba a soltarla.— Oli, ¡Mi pequeño y hermoso Oli!, escúchame cariño, t