Claire sonreía triunfal mientras terminaba el último baile antes del segundo vals.Logró que Charles cumpliera la promesa de bailar con sus mejores amigas y se había reencontrado con el hombre que la salvó en el parque; la noche no podía marchar mejor. Solo restaba poder compartir un instante a solas con el duque, y qué mejor momento que el baile que le concedió.Se sentía un poco acalorada, por lo que su compañero fue por bebidas luego de dejarla en compañía de Mary y Sophie Staton, ya que la siguiente pieza no se la había reservado a nadie y a ella no le incomodaba charlar con el caballero. Parecía sensato, era atractivo e inteligente, así que aceptó encantada cuando le ofreció un aperitivo.—Lord Wigmore es un gran partido y no ha apartado su atención de ti, querida —mencionó Sophie con sinceridad al referirse al joven conde—. ¿Qué te parece, Claire? ¿Sería posible que consideraras una oferta de su parte?Ella sonrió cómplice, dando a entender que existía aquella posibilidad.—En r
—¿Eran de usted? —Él asintió. Claire percibió un repentino calor en la nuca y el frenético pálpito en su pecho. De pronto, sintió una gran necesidad de preguntar—: ¿Por qué, excelencia? —Arthur la miró sin comprender—. El motivo de enviarme flores con aquellas notas anónimas —aclaró—. Además, estoy segura de que no ha bailado con nadie más esta noche y no soy la única que piensa eso al respecto —observó, refiriéndose a todas las miradas que los seguían.Él enarcó una ceja y sonrió.—Si le digo la verdad, ¿promete que no saldrá corriendo?—Lo prometo.—Usted me gusta —confesó sin tapujos, desconcertando a una palidecida Claire.¿Cómo era posible que su excelencia le confesara indecorosamente que le gustaba?¡Era inapropiado abordarla de aquella manera, en un baile!El aire comenzó a fallarle y casi cedió un paso en falso, mas los fuertes brazos del duque ejercieron presión en su talle y recordó el lugar donde estaban. Con todo el aplomo del que podía ser dueña, se irguió para que Arthu
Al regresar a su casa, Lancaster ingresó a la imponente biblioteca y, tras servirse un trago, se sentó a contemplar el fuego. Unos ojos celestes lo asaltaron desprevenido. No había considerado las advertencias de Essex en relación a lady Claire; la había tomado por una dama más, incapaz de resistirse a la idea de cazar a un duque. Pero, al parecer, estuvo más encantada con el hombre desaliñado del parque que con el caballero que la abordó durante el vals.Bebió un sorbo de su brandy y sonrió al imaginar todas las barbaries que habrían pasado por su cabeza al escuchar la confesión poco adecuada. Después de su conducta en Hyde Park y en el baile, consideró que la dama era una romántica empedernida que solo le daría una oportunidad si se enamoraba. Con solo gustarle, no era suficiente para proponerle matrimonio, y tenía que idear la manera perfecta para conseguirlo cuanto antes. El rechazo no se encontraba entre sus opciones.Las invitaciones para el baile que se daría en el abandonado s
El semblante furioso de Essex se trasformó; una ancha sonrisa se dibujó en su rostro.—¿Has dicho también? —preguntó suspicaz.—Yo no he dicho eso —el duque, desconcertado, se apresuró a negarlo.—¡Oh, sí! Fue precisamente lo que acabas de decir —insistió Thomas. Lancaster desvió la mirada—. ¿Podría ser que lady Claire te gusta de verdad? Por supuesto, ¡es eso!—¡¿Cómo podría gustarme esa mujer?! —increpó ofendido—. Ella no puede gustarme, Thomas, y lo sabes perfectamente.—Como usted diga, excelencia —expresó con sorna, ridiculizando al duque.—Deja de imaginar tonterías y mejor ayúdame a que lady Claire reciba esto. —Colocó de nuevo el estuche de terciopelo delante de Essex—. Tengo entendido que cada mañana da un paseo con sus amigas por los jardines de Kensington.—¿Quieres que se lo entreguen allí? ¿A la vista de todos? —Arthur afirmó—. ¡Pero no es correcto! Las personas murmurarán al respecto, la comprometerás delante de sus amigas.—Es precisamente lo que deseo: comprometerla —e
Lady Katerina corroboró una vez más la lista de invitados y los arreglos que había hecho para los puestos de cada comensal en la mesas. Faltaba solo un día para el baile en Lancaster House y, junto con Clay, llevaban supervisando por más de una semana los detalles para que el evento fuera la sensación de la temporada.El sirviente se había ocupado de que la mantelería y vajillas lucieran impecables y de que los criados bruñeran con sumo cuidado toda la platería de la mansión. La marquesa viuda escogió meticulosamente el menú y se aseguró de que los ingredientes proveídos fueran de la mejor calidad. El duque, después tres años, desplegó la basta bodega que tenía en la mansión y puso a disposición su preciada colección de licores y vinos.La llegada constante de comerciantes no cesó durante la última semana, y ese día no fue la excepción. Las floristas, que se resumían a un pequeño ejército de mujeres, iban montando las mesas y algunos caballetes donde se desplegaría una gran cantidad d
—¿Hay algo que has olvidado comentar conmigo? —insistió Margot, en el desayuno, mientras untaba mermelada a su tostada.Claire, quien se había llevado a la boca un trozo de galleta, se tomó el tiempo de terminarlo y de beber un poco de té antes de responder:—¡Oh, sí! —La duquesa viuda dejó de mover la mano y miró expectante a su hija—. El marqués de Lys me invitó a un paseo en calesa. Debería llegar en cualquier momento.Margot emitió un hondo suspiro y dejó sobre el platillo la tostada.—Claire, creo que es hora de que seas sincera conmigo y termines con las evasivas. —Claire miró con resignación a su madre, quién esta vez no estaba dispuesta a quedarse con dudas—. ¿Qué sucede exactamente entre Lancaster y tú? Y no me digas que nada, porque todo el mundo espera que asistas al baile de esta noche para confirmar tu inminente compromiso con el duque.—¿Tan malo sería que su excelencia pidiera mi mano? —respondió ella.No comprendía aquella preocupación desmedida de su madre cuando se m
La criada, confundida de que su señora pusiera algo en el sitio que señalaba, fue por él. Cuando tomó el prendedor y se lo colocó a la altura del escote izquierdo, la doncella emitió unas palabras de admiración por la belleza de la joya. Claire aún no le había mencionado que por fin encontró a su salvador y que ese singular broche se lo había obsequiado él con un propósito que descubriría esa noche.La pieza brillaba en su vestido, contrastando a la perfección con el color de la tela. Lucía soberbia, y la sonrisa cómplice que se prodigó a sí en el espejo la hizo comprender que estaba haciendo bien en usarlo.—Luce preciosa, milady —la elogió Amalia—. El prendedor le hace justicia a su belleza. No se lo vi puesto nunca. ¿Es nuevo?La curiosidad de Amalia le hizo pensar en su madre y se le ocurrió una idea para salir librada de su interrogatorio.—Es nuevo. Es hora —acotó con la intención de ir al encuentro de su madre, para partir hacia Lancaster House.Al pie de las escaleras, con los
Aunque era consciente de que todas las miradas estaban puestas en él y que el salón se quedó en silencio cuando anunciaron a Claire, Lancaster se abrió paso hacia las escaleras, conviniendo su llegada con la de ella, quien bajó con elegancia cada peldaño.Al verlo acercarse, la dama le sonrió mientras realizaba una reverencia como mandaba la etiqueta. Arthur hizo lo propio inclinándose y trató de ignorar el hormigueo que le asaltó de pronto, cuando tomó su mano enguantada y le besó los nudillos con la intención de provocar algún tipo de reacción en ella.El carraspeo de la duquesa viuda de Devon lo obligó a apartar su boca, pero no a soltar la mano. Levantó la cabeza, y su mirada felina dio con el prendedor que le había obsequiado. La miró a los ojos por unos instantes; tomó la libretilla de baile y apuntó su nombre, adjudicándose el primer vals.—Lady Claire, me alegra verla aquí. —Su sedosa voz ruborizó a la dama—. Lamentablemente, el protocolo solo permite que baile con usted una v