La criada, confundida de que su señora pusiera algo en el sitio que señalaba, fue por él. Cuando tomó el prendedor y se lo colocó a la altura del escote izquierdo, la doncella emitió unas palabras de admiración por la belleza de la joya. Claire aún no le había mencionado que por fin encontró a su salvador y que ese singular broche se lo había obsequiado él con un propósito que descubriría esa noche.La pieza brillaba en su vestido, contrastando a la perfección con el color de la tela. Lucía soberbia, y la sonrisa cómplice que se prodigó a sí en el espejo la hizo comprender que estaba haciendo bien en usarlo.—Luce preciosa, milady —la elogió Amalia—. El prendedor le hace justicia a su belleza. No se lo vi puesto nunca. ¿Es nuevo?La curiosidad de Amalia le hizo pensar en su madre y se le ocurrió una idea para salir librada de su interrogatorio.—Es nuevo. Es hora —acotó con la intención de ir al encuentro de su madre, para partir hacia Lancaster House.Al pie de las escaleras, con los
Aunque era consciente de que todas las miradas estaban puestas en él y que el salón se quedó en silencio cuando anunciaron a Claire, Lancaster se abrió paso hacia las escaleras, conviniendo su llegada con la de ella, quien bajó con elegancia cada peldaño.Al verlo acercarse, la dama le sonrió mientras realizaba una reverencia como mandaba la etiqueta. Arthur hizo lo propio inclinándose y trató de ignorar el hormigueo que le asaltó de pronto, cuando tomó su mano enguantada y le besó los nudillos con la intención de provocar algún tipo de reacción en ella.El carraspeo de la duquesa viuda de Devon lo obligó a apartar su boca, pero no a soltar la mano. Levantó la cabeza, y su mirada felina dio con el prendedor que le había obsequiado. La miró a los ojos por unos instantes; tomó la libretilla de baile y apuntó su nombre, adjudicándose el primer vals.—Lady Claire, me alegra verla aquí. —Su sedosa voz ruborizó a la dama—. Lamentablemente, el protocolo solo permite que baile con usted una v
Arthur la hizo girar con habilidad y retomaron el paso junto con las parejas que se unieron a ellos.—Temía que no viniera —susurró él, muy cerca al oído—. No sabe lo feliz que me ha hecho con su presencia.Al duque no le costó nada pronunciar aquellas palabras, y hasta él se sorprendió por el hecho de sentirse tan cómodo realizando semejante confesión. Consciente de que todas las miradas los seguían, Claire solo sonrió.—No me atreví a desafiarlo… —respondió, y enarcó una ceja en un tácito reclamo al duque por ponerla entre la espada y la pared.—No me dejó alternativa, milady. —Se relamió los labios y dirigió la vista al broche que brillaba muy cerca del profundo escote de su vestido. Sintió un calor avasallante recorrerle de pies a cabeza, y se obligó a levantar la mirada de inmediato. Desconcertado por la reacción de su cuerpo, intentó fijar su atención en lo que importaba—. Gracias por usarlo; significa mucho para mí.—Es una joya preciosa. Y, para ser sinceros, ni siquiera yo sé
—No tiene que explicar nada. Por favor, discúlpeme si me ha malinterpretado.—Su excelencia es bastante afortunado por ganar el corazón de una dama noble como usted.—Yo no… —intentó excusarse, pero la marquesa viuda solo sonrió.—A pesar de mi corta edad, reconozco cuando el corazón de una dama se encuentra comprometido. —Katerina pareció evocar un recuerdo y suspiró—. Tiene suerte de que sus sentimientos sean correspondidos, y lo más importante, es afortunada de poder escoger.—Parece haber sufrido un desafortunado amor, lady Katerina —lamentó Claire.Ella recompuso su sonrisa y negó con la cabeza.—Si usted acepta, podemos ser amigas, y más adelante puede que le comparta mi historia. —Claire estuvo de acuerdo—. Creo que lo más conveniente es que sea franca con usted para evitar problemas. Su excelencia preparó una sorpresa y la espera en el invernadero.—¿Cómo?—Me pidió que le sirviera de carabina para no comprometer su reputación, por lo que esperaré aquí mientras ustedes de reún
Arthur había cerrado por cautela las puertas del invernadero antes de acercarse por la espalda a Claire. La vio desde un rincón disfrutar como una chiquilla de aquella maravillosa escena montada por lady Lennox y sintió lástima por ella. Por un momento deseó que no tuviera nada que ver con el apellido Bradbury y se lamentó de que, entre todas las mujeres del mundo, la dama cuyas virtudes lo habían estado asaltando durante varias noches sin siquiera él saberlo, tuviera que pagar con un amor condenado, las consecuencias de una desgracia que no era culpa de ninguno de los dos.Mientras se acercaba con sigilo, sus ojos no podían apartarse de la piel desnuda de su nuca, cuello y hombros, y se maldijo a sí mismo por todas las reacciones involuntarias de su cuerpo. Se obligó a recordar quién era ella, cuál era el propósito de tanto esfuerzo y lo que debía lograr: que Claire lo quisiera con toda el alma, que lo mudara a su piel y que estuviera dispuesta a todo por él, porque solo así el golpe
Aprovechó el aturdimiento que la envolvió para estudiar sus facciones perfectas y ahogó un lamento por las circunstancias en las que se estaban dando las cosas.—Me debe una respuesta, milady —musitó él, quien seguía rodeándola con los brazos en tanto ella regresaba a la realidad—. ¿Desea que la deje en paz?Claire no estaba en condiciones de emitir una sola palabra, pero él tampoco le daba tiempo a meditar una respuesta apropiada. Solo negó con la cabeza y susurró un «no» que fue suficiente para que el duque la estrechara en sus brazos. Afianzada a su cuerpo, se descubrió exquisitamente feliz, y por fin pudo darle nombre a todo lo que sentía cada vez que pensaba en su excelencia.Era amor.Ella, lady Claire Bradbury, estaba perdidamente enamorada del que todos llamaban El Duque Demonio, y ya no había modo de esconder aquel sentimiento turbador que se liberó esa noche con la confesión de Lancaster. Lo quería. Sospechaba que sería capaz de lo que nunca imaginó con tal de volver a senti
—Madre, te ha estado buscando. ¿Qué hacías en el jardín con esa mujer? —la interrogó.—Me pareció una dama muy interesante y nos enfrascamos en una amena conversación, aprovechando que ningún caballero me solicitó el segundo vals. Sin darnos cuenta, ya nos encontrábamos en el jardín —explicó bastante convincente—. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tan tarde? —La expresión de su hermano cambió por completo—. ¿No me digas que fue por esa mujer? —lo increpó, haciendo alusión a la vizcondesa de Lyngate.—Mi asunto con esa dama ha concluido para siempre, Claire. No te preocupes. Además, llegué temprano y me retiré por un momento a ocuparme de otra tarea que nada tiene que ver con líos de faldas.—¿De verdad? —La sonrisa que evocó Charles la hizo sospechar—. ¿Qué sucede con Cecilie? Creí que la estabas cortejando formalmente.La mirada de ambos se dirigió a la bella rubia que bailaba con un joven.Las hermanas Staton no asistieron a la fiesta y su amiga Cecilie había estado bastante ocupada presu
—A ella le agrado, pero no quiere desposarse aún.—Vaya… esas sí son novedades. —Arqueó las cejas asombrado—. ¿Por qué no le haces la corte como dictan las normas? Tal vez desea comprobar si se casará con el caballero confiable que la invitó a bailar o con el demonio salvaje que la rescató en el parque —se burló.Arthur lo miró hosco.—Porque no tengo tiempo, Essex. —El conde frunció la frente sin entender—. Mi plan se ha dilatado demasiado y quiero terminar lo que inicié cuanto antes.«Mientras todavía pueda», pensó.—Aguarda un momento, Arthur. ¿Estás diciendo que seguirás con este absurdo plan de vengarte?—¡Por supuesto! ¿Acaso existe alguna razón para no hacerlo? —cuestionó en tono agresivo, y Essex comprendió que su amigo estaba librando una batalla interna que lo estaba afectando.—Bueno, creí que tal vez con este asunto de que la dama te gusta cambiarías de opinión… —respondió con cautela.El duque emitió un lamentable suspiro.—Aún no determiné si de verdad me gusta —mintió c