“…Dormir contigo con tu cabello acomodado aquí en mis brazos. Y el terciopelo que me brinda tu regazo. ¡Qué maravilla dormir contigo!” Armando Manzanero.
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Después de pasar varias horas caminando, conociendo museos en la ciudad, en especial el de los sombreros de paja toquilla en dónde el joven colombiano adquirió uno avaluado en dos mil dólares, decidieron almorzar en uno de los restaurantes de comida típica del lugar. Esta vez la receta que María Paz, eligió fue fritada.
—Espero disfrutes de la comida —mencionó la jovencita.
—Confío en tu buen gusto —mencionó él y le guiñó un ojo.
Enseguida les sirvieron los platos, el humeante aroma de la carne de chancho cocid
“…Mi cama no merece tu cuerpo, virgen como el Amazonas, mucho para un lobo cazador pero ideal para el amor…” Ricardo Arjona. **** La joven colgó la llamada, suspiró, y mordió sus labios, sabiendo que debía dar muchas explicaciones. —Si tu papá se entera, tengo dos opciones o me asesina o me manda preso —comentó Joaquín observando la cara de angustia que tenía la muchacha. María Paz tembló al tan solo imaginar lo que podría suceder si sus padres se enteraban de que estaba en la habitación de un hotel con Joaquín, sin embargo, ella estaba dispuesta a asumir las consecuencias de sus actos, por lo que regreso a la cama se sentó en frente de él, cruzó sus piernas tal como si fuera a meditar. —Me gustaría ser mayor de edad y no tener que darle cuentas de mi vida a nadie. —¿Vos creés
Cuenca- Azuay, Ecuador. Joaquín abrió sus ojos y estiró su brazo, frunció el ceño al notar que María Paz no estaba, entonces se incorporó y comprobó que aun su bolso y el resto de cosas permanecían en la habitación. Enseguida el joven se puso de pie y la buscó, entonces la encontró en la terraza, y la contempló como si fuera una obra de arte. María Paz miraba desde esa altura la ciudad, bueno en realidad mantenía su vista en el horizonte mientras una bruma de neblina se iba levantando y los rayos del sol abrigaban la urbe. La jovencita estaba envuelta en una frazada y en sus manos sostenía una taza de alguna bebida caliente. El joven colombiano se acercó con lentitud para no asustarla, entonces apreció la bella panorámica de la ciudad, miró como los techos de las casas mostraban tejas elaboradas con arcilla.
El chico se puso de pie de inmediato, se llevó las dos manos a la cabeza, contrariado. Ely lo observaba esperando una respuesta de su parte. —¿Vos estás segura? ¿Te reviso un médico? La muchacha tomó de la mesa de centro los exámenes, se los mostró al joven, no había ninguna duda. —Él tiene que saber que estás embarazada, es su hijo y debe hacerse responsable. La muchacha se puso de rodillas ante Joaquín. —¡Te suplico! ¡Te lo ruego!, él no puede saberlo... La vida de mi hijo corre peligro. La bruja me amenazó, mandó a asesinarme —confesó sintiendo su piel erizarse al recordar cómo alguien había delatado los planes de la bruja—. Tengo que esconderme, pero vos sabes que acá en Colombia, ellos me encontrarían. —Debes denunciarla —sugirió Joaquín respirando agitado, presionando sus puños con impotencia. —¿A dónde pensás ir? <
Manizales- Colombia. Diez años antes. Joaquín, Jairo y Carlos se encontraban en la parte de atrás de la casa grande jugando con una patineta, solían bajar por una rampa de cemento que conectaba al garaje. El primero en realizar la proeza fue Carlos. —¡Pon cuidado Joaquín! —exclamó para que su hermano pusiera atención, él al ser más pequeño que ellos todavía no mantenía bien el equilibrio al bajar. —¿Te fijaste? —El niño asintió con su cabeza. Después fue el turno de Jairo. —Fíjate bien como nosotros lo hacemos —dijo Carlos a Joaquín. Jairo y Carlos al tener once años eran unos expertos en bajar en la patineta por esa rampa, lo hacían de pie, arrodillados, y varias formas más que se les ocurría. —¡Tu turno Joaquín! —ordenó Ca
Cuenca- Ecuador. María Paz parpadeó y abrió con lentitud sus ojos, giró para tomar su móvil de la mesita de noche y mirar si tenía alguna llamada o un mensaje de Joaquín, sin embargo, no, por lo que entristeció y todo su ser se estremeció. —¿Por qué no me hablas? —susurró pensativa. —¿Te habrá pasado algo? —cuestionó con preocupación. Miró el móvil, dubitativa, estuvo a punto de marcar el número de él, pero no lo hizo, desistió, porque no quería parecer desesperada. Enseguida se fue a bañar y a cambiarse de ropa para posterior a eso bajar a desayunar con sus abuelos. Minutos más tarde mientras la jovencita avanzaba hacia la cocina escuchó sin querer la conversación de los señores Vidal. —Esa muchachita salió igual de insolente que su madre —expresó Rosaura—. Si mi Rodrigo se hubiera casado con una mujer decente, nuestros
—¿Y cómo se enamoraron? —investigó Joaquín con curiosidad. —Yo ese día no me fijé en ella, estaba tan asustada, era un desastre y creo que tu mamá ni me miró... Porque le había preguntado a Carmenza por el trabajador que le salvó la vida —mencionó pensativo—. Yo andaba por el cuartel de los recolectores, cuando a lo lejos divisé lo que para mí fue una aparición divina —expresó observando con melancolía el retrato de su amada esposa—. Vos has visto que los atardeceres de acá son espectaculares... Ella venía hacia mí, y su cabello dorado se agitaba con el viento, su rostro angelical mostraba sus finas y delicadas facciones, y esos azules ojos parecían dos zafiros. — Miguel Ángel suspiró al recordarla—. Bueno mijo para no hacerte tan largo el cuento pues, desde ese día nos hicimos amigos, nos encontrábamos a escondidas en el arroyo, ella me contaba sus anécdotas del colegio y yo de mi trabajo, de mis sueños, así nos fuimos enamorando. —¿Y s
María Paz regresaba a New York, en el avión evocaba los momentos maravillosos que vivió junto a Joaquín. Al instante que hicieron escala en Bogotá sintió unas enormes ganas de ir a buscarlo como él soñaba; sin embargo, no debía hacerlo, ella era aún menor de edad, no podía abandonar el aeropuerto. Caminaba por las tiendas y pasillos recordando como lo conoció, y también pensando en aquella mujer que lo llamó. «¿Por qué salió corriendo apenas ella le habló?, Debe ser alguien muy importante, de seguro su novia y yo de idiota pensando que me quiere» decía en su mente, mientras veía pasar de un lado a otro a las personas. Luego se sentó en una silla en la misma mesa de aquella cafetería en donde por vez primera habló con él, mientras le daba un sorbo a su bebida permanecía dubitativa sin comprender el silencio de Joaquín. Después de varios minutos la hora de partir llegó subió al avión con rumbo a New Yo
“… Tuve tantos momentos felices, que olvido lo triste que fue darte de mi alma, lo que tú echaste a perder…” Pablo Alborán. **** Manizales-Colombia. Joaquín con cuidado de que nadie lo siguiera llegó hasta la humilde casa en donde Ely residía, antes de bajar del vehículo, inhaló profundo, la decisión no era fácil, pero quizás era lo que necesitaba para proteger a María Paz de la maldición que según él pesaba sobre su familia, aunque alejarse de ella le provocaba un dolor inmenso, porque ya su alma no volvería a deleitarse de su sonrisa, ni sus ojos apreciarían la belleza de su mirada, y de ese rostro angelical, ya sus oídos no la escucharían su melodiosa y dulce voz llamándolo Duquecito, sus labios ya no probarían el sabor de los besos de ella, entonces presionó con fuerza el volante del auto, su corazón desde ya reclamaba la ausencia de aquella chiquilla, inclinó su cabeza y luego de unos