Cuenca- Azuay, Ecuador.
Joaquín abrió sus ojos y estiró su brazo, frunció el ceño al notar que María Paz no estaba, entonces se incorporó y comprobó que aun su bolso y el resto de cosas permanecían en la habitación.
Enseguida el joven se puso de pie y la buscó, entonces la encontró en la terraza, y la contempló como si fuera una obra de arte. María Paz miraba desde esa altura la ciudad, bueno en realidad mantenía su vista en el horizonte mientras una bruma de neblina se iba levantando y los rayos del sol abrigaban la urbe. La jovencita estaba envuelta en una frazada y en sus manos sostenía una taza de alguna bebida caliente.
El joven colombiano se acercó con lentitud para no asustarla, entonces apreció la bella panorámica de la ciudad, miró como los techos de las casas mostraban tejas elaboradas con arcilla.
Queridos lectores será que a Joaquín se le olvidó usar protección. ¿Sería tan sinvergüenza para llevar a la cama a la novia de su hermano? ¿Qué opinan? ¿Lo quieren saber? Sigan leyendo, no se olviden de comentar.
El chico se puso de pie de inmediato, se llevó las dos manos a la cabeza, contrariado. Ely lo observaba esperando una respuesta de su parte. —¿Vos estás segura? ¿Te reviso un médico? La muchacha tomó de la mesa de centro los exámenes, se los mostró al joven, no había ninguna duda. —Él tiene que saber que estás embarazada, es su hijo y debe hacerse responsable. La muchacha se puso de rodillas ante Joaquín. —¡Te suplico! ¡Te lo ruego!, él no puede saberlo... La vida de mi hijo corre peligro. La bruja me amenazó, mandó a asesinarme —confesó sintiendo su piel erizarse al recordar cómo alguien había delatado los planes de la bruja—. Tengo que esconderme, pero vos sabes que acá en Colombia, ellos me encontrarían. —Debes denunciarla —sugirió Joaquín respirando agitado, presionando sus puños con impotencia. —¿A dónde pensás ir? <
Manizales- Colombia. Diez años antes. Joaquín, Jairo y Carlos se encontraban en la parte de atrás de la casa grande jugando con una patineta, solían bajar por una rampa de cemento que conectaba al garaje. El primero en realizar la proeza fue Carlos. —¡Pon cuidado Joaquín! —exclamó para que su hermano pusiera atención, él al ser más pequeño que ellos todavía no mantenía bien el equilibrio al bajar. —¿Te fijaste? —El niño asintió con su cabeza. Después fue el turno de Jairo. —Fíjate bien como nosotros lo hacemos —dijo Carlos a Joaquín. Jairo y Carlos al tener once años eran unos expertos en bajar en la patineta por esa rampa, lo hacían de pie, arrodillados, y varias formas más que se les ocurría. —¡Tu turno Joaquín! —ordenó Ca
Cuenca- Ecuador. María Paz parpadeó y abrió con lentitud sus ojos, giró para tomar su móvil de la mesita de noche y mirar si tenía alguna llamada o un mensaje de Joaquín, sin embargo, no, por lo que entristeció y todo su ser se estremeció. —¿Por qué no me hablas? —susurró pensativa. —¿Te habrá pasado algo? —cuestionó con preocupación. Miró el móvil, dubitativa, estuvo a punto de marcar el número de él, pero no lo hizo, desistió, porque no quería parecer desesperada. Enseguida se fue a bañar y a cambiarse de ropa para posterior a eso bajar a desayunar con sus abuelos. Minutos más tarde mientras la jovencita avanzaba hacia la cocina escuchó sin querer la conversación de los señores Vidal. —Esa muchachita salió igual de insolente que su madre —expresó Rosaura—. Si mi Rodrigo se hubiera casado con una mujer decente, nuestros
—¿Y cómo se enamoraron? —investigó Joaquín con curiosidad. —Yo ese día no me fijé en ella, estaba tan asustada, era un desastre y creo que tu mamá ni me miró... Porque le había preguntado a Carmenza por el trabajador que le salvó la vida —mencionó pensativo—. Yo andaba por el cuartel de los recolectores, cuando a lo lejos divisé lo que para mí fue una aparición divina —expresó observando con melancolía el retrato de su amada esposa—. Vos has visto que los atardeceres de acá son espectaculares... Ella venía hacia mí, y su cabello dorado se agitaba con el viento, su rostro angelical mostraba sus finas y delicadas facciones, y esos azules ojos parecían dos zafiros. — Miguel Ángel suspiró al recordarla—. Bueno mijo para no hacerte tan largo el cuento pues, desde ese día nos hicimos amigos, nos encontrábamos a escondidas en el arroyo, ella me contaba sus anécdotas del colegio y yo de mi trabajo, de mis sueños, así nos fuimos enamorando. —¿Y s
María Paz regresaba a New York, en el avión evocaba los momentos maravillosos que vivió junto a Joaquín. Al instante que hicieron escala en Bogotá sintió unas enormes ganas de ir a buscarlo como él soñaba; sin embargo, no debía hacerlo, ella era aún menor de edad, no podía abandonar el aeropuerto. Caminaba por las tiendas y pasillos recordando como lo conoció, y también pensando en aquella mujer que lo llamó. «¿Por qué salió corriendo apenas ella le habló?, Debe ser alguien muy importante, de seguro su novia y yo de idiota pensando que me quiere» decía en su mente, mientras veía pasar de un lado a otro a las personas. Luego se sentó en una silla en la misma mesa de aquella cafetería en donde por vez primera habló con él, mientras le daba un sorbo a su bebida permanecía dubitativa sin comprender el silencio de Joaquín. Después de varios minutos la hora de partir llegó subió al avión con rumbo a New Yo
“… Tuve tantos momentos felices, que olvido lo triste que fue darte de mi alma, lo que tú echaste a perder…” Pablo Alborán. **** Manizales-Colombia. Joaquín con cuidado de que nadie lo siguiera llegó hasta la humilde casa en donde Ely residía, antes de bajar del vehículo, inhaló profundo, la decisión no era fácil, pero quizás era lo que necesitaba para proteger a María Paz de la maldición que según él pesaba sobre su familia, aunque alejarse de ella le provocaba un dolor inmenso, porque ya su alma no volvería a deleitarse de su sonrisa, ni sus ojos apreciarían la belleza de su mirada, y de ese rostro angelical, ya sus oídos no la escucharían su melodiosa y dulce voz llamándolo Duquecito, sus labios ya no probarían el sabor de los besos de ella, entonces presionó con fuerza el volante del auto, su corazón desde ya reclamaba la ausencia de aquella chiquilla, inclinó su cabeza y luego de unos
“… Y sin embargo la pena recordó que nos quisimos tanto…” Fausto Miño. **** Luz Aída le pidió a la muchacha que la dejara a solas con su hijo, la joven obedeció. —¿Cómo se te ocurre dar semejante espectáculo? —inquirió observando a Carlos con los ojos llenos de ira—. El patrón llorando por una simple empleada mugrosa y zorra. —¡Cállate mamá! ¡Ya basta! ¡No la ofendas! —gruñó él—. Yo la amo —murmuró temblando. —Vos que vas a saber del amor... si vos no naciste para eso, además ustedes los Duque no se dan cuenta de que están malditos... Siempre pierden lo que aman. Carlos salió fuera de sí de la casa de su madre, mientras ella sonreía feliz de que sus planes se hayan consumado. —Por fin acabé contigo maldita sirvienta entrometida —espetó observando a la puerta po
“… Quiero que seas feliz… Aunque no sea conmigo…” Enrique Bunbury. **** María Paz abandonó la cocina muy enojada y a la vez triste, subió corriendo y se encerró en su habitación. Encendió su reproductor de música a todo volumen colocó: «Aunque no sea conmigo by Enrique Bunbury» se escuchaba hasta la cocina. Joaquín, mientras degustaba el dulce de higo preparado por María Paz, prestaba atención a la melodía, los recuerdos golpearon su mente y su corazón. «Sé muy bien, que como yo estarás sufriendo a diario, la soledad de dos amantes que, al dejarse, están luchando cada quien, por no encontrarse...» María Paz, lloraba en su habitación abrazada a sus almohadas, se ahogaba en llanto, escuchando la letra de la canción, tenía a Joaquín tan cerca y a la vez tan lejos de ella. «Y no es por eso, q