—¿Y cómo se enamoraron? —investigó Joaquín con curiosidad.
—Yo ese día no me fijé en ella, estaba tan asustada, era un desastre y creo que tu mamá ni me miró... Porque le había preguntado a Carmenza por el trabajador que le salvó la vida —mencionó pensativo—. Yo andaba por el cuartel de los recolectores, cuando a lo lejos divisé lo que para mí fue una aparición divina —expresó observando con melancolía el retrato de su amada esposa—. Vos has visto que los atardeceres de acá son espectaculares... Ella venía hacia mí, y su cabello dorado se agitaba con el viento, su rostro angelical mostraba sus finas y delicadas facciones, y esos azules ojos parecían dos zafiros. — Miguel Ángel suspiró al recordarla—. Bueno mijo para no hacerte tan largo el cuento pues, desde ese día nos hicimos amigos, nos encontrábamos a escondidas en el arroyo, ella me contaba sus anécdotas del colegio y yo de mi trabajo, de mis sueños, así nos fuimos enamorando.
—¿Y s
María Paz regresaba a New York, en el avión evocaba los momentos maravillosos que vivió junto a Joaquín. Al instante que hicieron escala en Bogotá sintió unas enormes ganas de ir a buscarlo como él soñaba; sin embargo, no debía hacerlo, ella era aún menor de edad, no podía abandonar el aeropuerto. Caminaba por las tiendas y pasillos recordando como lo conoció, y también pensando en aquella mujer que lo llamó. «¿Por qué salió corriendo apenas ella le habló?, Debe ser alguien muy importante, de seguro su novia y yo de idiota pensando que me quiere» decía en su mente, mientras veía pasar de un lado a otro a las personas. Luego se sentó en una silla en la misma mesa de aquella cafetería en donde por vez primera habló con él, mientras le daba un sorbo a su bebida permanecía dubitativa sin comprender el silencio de Joaquín. Después de varios minutos la hora de partir llegó subió al avión con rumbo a New Yo
“… Tuve tantos momentos felices, que olvido lo triste que fue darte de mi alma, lo que tú echaste a perder…” Pablo Alborán. **** Manizales-Colombia. Joaquín con cuidado de que nadie lo siguiera llegó hasta la humilde casa en donde Ely residía, antes de bajar del vehículo, inhaló profundo, la decisión no era fácil, pero quizás era lo que necesitaba para proteger a María Paz de la maldición que según él pesaba sobre su familia, aunque alejarse de ella le provocaba un dolor inmenso, porque ya su alma no volvería a deleitarse de su sonrisa, ni sus ojos apreciarían la belleza de su mirada, y de ese rostro angelical, ya sus oídos no la escucharían su melodiosa y dulce voz llamándolo Duquecito, sus labios ya no probarían el sabor de los besos de ella, entonces presionó con fuerza el volante del auto, su corazón desde ya reclamaba la ausencia de aquella chiquilla, inclinó su cabeza y luego de unos
“… Y sin embargo la pena recordó que nos quisimos tanto…” Fausto Miño. **** Luz Aída le pidió a la muchacha que la dejara a solas con su hijo, la joven obedeció. —¿Cómo se te ocurre dar semejante espectáculo? —inquirió observando a Carlos con los ojos llenos de ira—. El patrón llorando por una simple empleada mugrosa y zorra. —¡Cállate mamá! ¡Ya basta! ¡No la ofendas! —gruñó él—. Yo la amo —murmuró temblando. —Vos que vas a saber del amor... si vos no naciste para eso, además ustedes los Duque no se dan cuenta de que están malditos... Siempre pierden lo que aman. Carlos salió fuera de sí de la casa de su madre, mientras ella sonreía feliz de que sus planes se hayan consumado. —Por fin acabé contigo maldita sirvienta entrometida —espetó observando a la puerta po
“… Quiero que seas feliz… Aunque no sea conmigo…” Enrique Bunbury. **** María Paz abandonó la cocina muy enojada y a la vez triste, subió corriendo y se encerró en su habitación. Encendió su reproductor de música a todo volumen colocó: «Aunque no sea conmigo by Enrique Bunbury» se escuchaba hasta la cocina. Joaquín, mientras degustaba el dulce de higo preparado por María Paz, prestaba atención a la melodía, los recuerdos golpearon su mente y su corazón. «Sé muy bien, que como yo estarás sufriendo a diario, la soledad de dos amantes que, al dejarse, están luchando cada quien, por no encontrarse...» María Paz, lloraba en su habitación abrazada a sus almohadas, se ahogaba en llanto, escuchando la letra de la canción, tenía a Joaquín tan cerca y a la vez tan lejos de ella. «Y no es por eso, q
“… Como me llenas como me liberas. Quiero estar contigo si vuelvo a nacer…” Sin bandera. **** Meses después. Luego de una larga noche de fiesta Joaquín se levantó de la cama de la lujosa habitación de un hotel en la cual minutos antes había intentado tener sexo con una hermosa morena. —Lo lamento —se disculpó—, traigo la cabeza en otro lado, pero te pagaré por tus servicios. —¿Estás seguro de que no deseas intentarlo, muñeco? —susurró la chica contoneando su voluptuosa figura con sensualidad. Joaquín negó con la cabeza, tomó su ropa, se vistió y dejó dinero en la mesa de noche, bajó a recepción pagó la cuenta de la habitación y preguntó por su auto, le indicaron que estaba en el estacionamiento. «Lo mejor que
“… Ay, amor mío, qué terriblemente absurdo es estar vivo, sin el alma de tu cuerpo,sin tu latido…” Luis Eduardo Aute. **** Los padres de María Paz, entraron a la habitación de la jovencita, la abrazaron y besaron con cuidado de no lastimarla. La muchacha sollozando les comentó a sus padres sobre el accidente. —¿Cómo está Matt? En eso el joven ingresó en una silla de ruedas, también con un collarín y con varios moretones en el rostro. —Estoy bien princesa... ¿Cómo estás? —Algo adolorida por los golpes, sin embargo, me siento bien —respondió la muchacha feliz de ver a su amigo sano y salvo. Matt también dio su versión de los hechos tanto a los padres de Paz como a la policía. Los papás de María Paz, salieron de la habitación para que su
“… Y aunque haya un muro entre nosotros, para mí no estás prohibida. ¿Quién va a prohibirme que te entregué lo mejor que hay en mi vida?” Andrés Cepeda. **** Joaquín se quedó intranquilo, sabía que María Paz, estaba muy dolida con él y bajo esas circunstancias era capaz de hacer algo que después le iba a pesar, y si él podía evitarlo, nada lo iba a detener. En la habitación María Paz ya había ideado un plan para desquitarse de Joaquín, sabía que haría cualquier cosa por llegar a su alcoba, y tal como ella pensó el joven colombiano le mintió a Santiago que le había prestado a María Paz, varios cds y que necesitaba recuperarlos. María Paz, cada vez y cuando se asoma al pasillo y escuchó el pretexto de Joaquín, para acercarse a ella, entonces sonrió, y al percibir los pasos corrió a su alcoba. Joaquín llegó al pasillo, abrió sus ojos de
“… Son tus labios el ángel de la tentación…” Alberto Plaza. ****Semanas después.María Paz se observaba al espejo, retocaba por última vez su maquillaje. Se miraba de todos los ángulos, acomodaba unos mechones de su cabello, ese día era muy especial, cumplía sus dieciocho años, convenció a sus padres de realizar la celebración en una discoteca de la ciudad. Ellos le dieron gusto.—¿A quién quieres impresionar? —preguntó su madre ingresando a la habitación de su hija.—A nadie mamá —respondió sonriente la muchacha, mientras Diana, le acomodaba el cabello—. Gracias. —Las dos se observaron al espejo, y luego María Paz m