Evelyn se ha pasado todo la semana intentando dinamitar mi relación con Jared Levy hablándome pestes de él, pero esa «relación» no existe, aunque ella se empeñe en creer que sí.Me encuentro en mi despacho mirando a la nada, cuando oigo unos golpes en la puerta.Esta se abre, y aparece la cabeza de Susan.—¿Molesto? —pregunta con cautela.—No, que va. Pasa.—¿Cómo estás? No te he visto mucho esta semana.—Bien —le digo con una gran sonrisa. Aunque bastante forzada, la verdad—. He estado trabajando mucho.Me mira con la cabeza ladeada, y siento que no me cree. Pero no dice nada.—Bueno, una semana pasa volando —me dice mientras se sienta.—Sí, lo cierto es que ni me he dado cuenta.—Evelyn se ha ido ya —dice, pero no entiendo por qué a mí—. Podemos hablar, yo, no quería que nos pudiera oír, por eso vengo ahora.¿A que se debe tanto misterio?—Tú dirás —la animo.—Pues verás —empieza—. Yo no sé qué clase de relación tienes con el jefe, el señor Levy. Y tampoco es de mi incumbencia pero,
Chloë, Chloë, Chloë.¿Qué voy a hacer contigo?Lleva gafas de pasta, imagino que son para leer porque no las lleva normalmente, aunque le quedan de vicio.Es sexi, y fascinante, a partes iguales.Me estoy aguantado, y mucho, las ganas de besarla con ellas puestas.Encima va vestida para matar.Lleva un mono negro, con la parte superior de encaje y tirantes anchos.Este se le pega al cuerpo como una segunda piel. Y no puedo evitar imaginarme, lo que habría debajo si se lo quitase.«Dios, ayúdame, y no me dejes caer en la tentación».Me alejo de ella lo bastante, para no sucumbir al placer de la carne.Y me doy la vuelta para no seguir imaginándome cosas.—¿Jared?—¿Qué haces aquí tan tarde, Chloë? —le digo con la voz ronca por el deseo mientras finjo hacer algo.—Recoger unos documentos para mañana. Ev... —no termina de nombrar a «Bloody Mary», no sea que aparezca.—¿Y en la oficina? No creo que te lleve tanto tiempo recoger unos papeles —digo con retintín al darme la vuelta y mirarla
Estoy desesperada.Necesito tenerlo cuanto antes dentro de mí, y así se lo hago saber.—¡Fóllame, ahora!—Chloë, ¿es eso lo que quieres? —pregunta.¿Quiere hacerme suplicar?—Sí.—Creía que querías hablar de cosas serias, ¿es que ya no quieres?«¡Cabrito!».Así es como están las cosas, ¿eh? ¿Esto va de quien de los dos tiene el poder?Pues a eso podemos jugar los dos.Lo aparto de un empujón, y de alguna manera consigo girar las tornas y ponerlo contra la mesa.¿Quieres jugar, Jared Levy?Pues juguemos.Le hago un repaso de arriba abajo.—No te muevas —le ordeno.Intenta tocarme, pero le doy un toque en la mano, como cuando un niño quiere coger una galleta recién salida del horno, y su mamá le advierte de que aún no puede.Pues yo soy ahora esa galleta.No le voy a permitir que me toque, hasta que aprenda una lección muy valiosa.Y es: qué conmigo no se juega.—No vas a tocarme hasta que yo te diga que puedes hacerlo, ¿lo has entendido?—Claro como el agua —me contesta con esa sonrisa
—No tiene gracia —se queja, pero con una sonrisa—. Dame mis braguitas. Finjo buscarlas y niego con la cabeza, entonces, las saco del bolsillo. —¿Estás? Son mías. —¿Tuyas? —Sí, mías. Las colecciono. Va en busca de su mono, y lo recoge de la silla donde lo he dejado doblado. La ayudo a ponérselo. —¿Y tienes muchas de estas? No sería verdad, pero tengo la sensación por su mirada, de que si digo que sí me las comeré. —No, de hecho, empecé la colección el día en que te conocí —confieso. «Eso sí que es verdad». Creo saber también por cómo sonríe, que eso le ha gustado. —Esta es la segunda de muchas —le doy una palmada en el culo cuando termina de vestirse—. ¿Me ayudarás a conseguir más? No contesta, pero la idea le parece bien. —Por cierto —le cojo la cara con ambas manos—. No hemos aclarado nada todavía. Y le doy un piquito. —¿Aclarar el qué? —Me dijiste que querías hablar —le digo y ella abre mucho los ojos. —¡Ah, eso! —Te llevo a casa y, ¿lo hablamos por el camino? —l
Jared Levy está en mi casa, en mi ducha, y poniéndose jabón en las manos para lavarme.¿A qué es lo más erótico que habéis escuchado nunca?Una de mis reglas era no traer hombres a casa, y he roto esa regla por él a la primera de cambio.Aunque ya puestos, también he roto la regla de no repetir con el mismo tipo, esta tarde en su oficina. Y la semana pasada rompí la de no confraternizar con el sexo opuesto yendo a cenar o al cine, y la semana pasada vi una película en el sofá de su casa, con palomitas y todo.¿Qué me está pasando?—Pásame el champú que usas para el pelo —me pide, y yo sé lo doy.Se pone un poco en la palma de la mano, y me lava la cabeza con este.No soporto estar quieta sin hacer nada cuando él esta haciendo todo el trabajo, por eso cojo el gel, y le limpio el pecho con él, pasando mis manos por sus hombros anchos y sus fuertes brazos, en los cuales tiene varios tatuajes tribales, luego bajo mis manos por su abdomen plano y duro al tacto, y esa v que tanto me gusta.¿
He pasado todo el fin de semana con ella. El sábado por la tarde me marché de su casa para ir a la mía y recoger algo de ropa, pero después de una hora y media, ya volvía a estar en sus brazos, y digo sus brazos porque allí es el único lugar donde he querido estar desde que la conocí.Y nos hemos pasado esos dos días metidos en la cama.—¡Dios! Eres insaciable —me dice bajándose de encima de mí.—Me tienes embrujado, que le voy a hacer —me defiendo cogiéndola de la mano para que no se vaya—. Vuelve a la cama.—No podemos. Son las siete y media, y en una hora tengo que estar en la oficina, y tú en la tuya, ¿recuerdas?Lo había olvidado, es lunes y lo bueno se ha acabado ya.Me dejo caer hacia atrás sobre la almohada, y pongo mis manos sobre esta.La observo desnudarse, y se me pone dura al instante.«Estoy obsesionado con poseerla, a todas las putas horas del día».—¿Vienes a la ducha? —me pregunta llamando mi atención.—!Gracias, Dios!De un salto salgo de la cama, y voy tras ella.—Ti
Estoy en una nube, una nube dulce y esponjosa.Me siento plena, feliz.Jamás pensé que esto pudiera pasarme a mí, yo enamorada, quien lo diría.Pero no puedo negar lo evidente.Jared Levy a conseguido lo que no creí que fuera para mí, encontrar el amor ya no es un cuento chino.Y ya no puedo eludir lo que siento por él.Tengo ganas de verlo, de estar con él a todas horas, de pasar mis días junto a él.Y eso me asusta.Mucho.Ya que Jared Levi podría hacerme mucho daño si le dejo.—Tierra llamando a Chloë.La voz de Susan me despierta de mis fantasías.—Hola —dice pasando su mano por mi cara.—Hola Su, perdona, pensaba en mis cosas.—¿Y esas cosas tienen nombre y apellido? —me pregunta con una gran sonrisa.—No te entiendo.Sí lo hago, pero es más fácil hacerse la tonta.Susan se deja caer en la silla que hay frente a mí, y apoya los codos en esta para taladrarme con la mirada.—Haber niña, que no me caí de un guindo anoche. Que desde que has entrado por la puerta esta mañana, no has p
—Puedo contigo y dos más como tú —le digo cambiando las tornas de nuevo y colocándola debajo de mí.—¡Oye! —se queja—. Que yo no comparto a mi hombre.—Yo tampoco, chiquitina.Se ríe y entierro mi cara en su cuello. Me encanta como huele, a sexo y a mí.Y entonces vuelvo a hacerla mía. Es tan exquisita, que no puedo apartar mis manos y lo que no son mis manos de ella.Es adictiva.Y como ya he dicho antes, no puedo dejar de poseerla.Son más de las cinco de la mañana, y estamos de nuevo abrazados y saciados, creo que no he mantenido tanto sexo en una misma noche en toda mi vida.—¿Crees que si nos quedáramos en esta cama toda la vida, alguien nos echaría en falta? —me pregunta retorciéndose entre mis brazos para mirarme a la cara.—No lo sé, pero lo cierto es que no me importa demasiado. La única persona que me importa está aquí conmigo, en mi cama.Ella me besa y yo le devuelvo el beso con pasión.«No, que no hay más sexo, pervertid@s, ¿es que no habéis tenido suficiente?».Llegada l