JoaquínNos habíamos pasado casi una hora buscando ese maldito pedido que se había perdido.Al principio, ella estaba frustrada, su ceño fruncido mientras sus dedos se movían nerviosos entre las hojas.Poco a poco, su ansiedad había empezado a contagiarme. A pesar de todo, había algo en su concentración que me resultaba... intrigante.—¡Aquí está! —gritó, levantando un papel como si fuera un trofeo.Su cara se iluminó instantáneamente, y antes de que pudiera reaccionar, saltó de la silla con una felicidad haciendo un baile de triunfo.—¡Lo encontramos! —gritó de nuevo, riendo como si acabara de resolver el mayor misterio del mundo.Estaba tan feliz que por un segundo no pareció notar lo que hacía. En su euforia, se giró hacia mí y, sin pensarlo, me dio un beso rápido en la mejilla.El contacto fue breve, casi accidental, pero lo sentí.Un cosquilleo subió por mi estómago y se quedó en mi pecho. No era nada dramático, solo un leve hormigueo, pero fue suficiente para dejarme inmóvil por
CamilaSalí de la oficina como una loca, sintiendo el calor subir a mis mejillas, maldiciendo en mi mente por el estúpido beso con Joaquín."Mierda, soy una estúpida", me recriminé, caminando a paso rápido hacia el estacionamiento. "¿Cómo demonios pasó eso?"Todo el trayecto hasta la puerta iba repitiendo la escena en mi cabeza.Me acerqué para darle un beso en la mejilla, como siempre hacía con todo el mundo cuando me despedía, pero él..."Maldito pasante de mierda, quién se cree girando la cara justo en ese segundo."El roce había sido mínimo, un choque rápido de labios, pero para mí fue como si hubiera sonado una alarma de emergencia en mi cabeza.Trataba de convencerme de que no era para tanto, que había sido un simple accidente, que no tenía importancia, pero el maldito cosquilleo en mis labios me decía otra cosa.Y lo peor de todo es que cada vez que lo pensaba, sentía como mi estómago daba un vuelco.—¡Qué ridículo! —murmuré entre dientes, sabiendo perfectamente que estaba más
CamilaNo me quedaba de otra. Crucé los brazos, enfadada, y asentí con un bufido.—Está bien, pero no lo hagas más incómodo de lo que ya es, ¿sí? —dije, a punto de estallar de vergüenza.Joaquín asintió y comenzó a caminar hacia su auto. Yo lo seguí, todavía maldiciendo en mi mente por todo lo que había pasado hoy."Esto no podía ir peor, ¿o sí?"Cuando llegamos a su auto me detuve en seco, boquiabierta.Frente a mí estaba un auto que no tenía ningún sentido para alguien que se suponía que era un simple pasante. Era un deportivo, brillante, impecable, y probablemente costaba más que lo que yo ganaba en un año.—¿Cómo mierda te puedes permitir un auto así? —exclamé, incapaz de controlar mi asombro. —Eres solo un pasante, ¿no?Joaquín se detuvo y me miró por encima del hombro, con una sonrisa divertida, como si hubiera esperado esta reacción.—Tengo mis ahorros —respondió, encogiéndose de hombros como si no fuera nada del otro mundo.—¿Ahorros? —repetí, todavía incrédula. —¿Ahorros o un
JoaquínFui arrastrado al apartamento de Camila y estaba sentado a la mesa, esperando a que Amy terminara de preparar la cena en la cocina, con una concentración digna de un chef profesional.Me quedé observando la escena, sin saber muy bien cómo había terminado aquí, con dos niños curiosos, una tía demasiado hermosa y con el aroma de pizza casera llenando el aire.Nathan no había dejado de hablar desde que nos sentamos. Me acosaba a preguntas con la energía imparable de alguien que no tiene filtros ni límites.—¿Te gusta el fútbol? —preguntó, con los ojos brillantes.—Sí, un poco —respondí, sonriendo, aunque la verdad era que no seguía ningún deporte en particular. Pero no quería decepcionarlo.—Bueno, ¿a quién no? ¿Pero cuál es tu equipo favorito? —insistió de inmediato, sin darme respiro.—Eh... —Me quedé en silencio, buscando en mi cabeza algún nombre que sonara creíble. ¿Cuál era el equipo que siempre ganaba? —El Barcelona —respondí, esperando que fuera una respuesta aceptable.—
JoaquínTomé un sorbo de mi copa y, después de un par de segundos, rompí el silencio que se había formado entre nosotros.—¿Qué le pasó a tu hermana? —pregunté de manera casi instintiva.La pregunta había rondado mi cabeza toda la noche, desde el momento en que ví a los niños.No sabía si era el momento adecuado para preguntar, pero sentí que, si no lo hacía ahora, nunca lo haría.Camila se quedó en silencio, su mirada fija en el líquido de su copa mientras lo giraba lentamente.Suspiró, como si la pregunta le hubiera llegado con más peso del que esperaba. Sentí el aire ponerse un poco más denso, pero también supe que ella no iba a evadirlo. Era fuerte. Siempre lo había demostrado.—Mi hermana, Ana, murió hace un año —dijo, su voz baja, casi un susurro. No levantó la vista, y me di cuenta de que esta historia podía haberla contado muchas veces, pero nunca dejaba de dolerle. —Fue algo repentino, un accidente. Me dejó a cargo de Amy y Nathan. Ellos eran lo más importante para ella, y su
CamilaEstábamos en mi casa, Joaquín y yo, sentados en el sofá, hablando de algo que ya no recordaba bien.Pero eso no importaba.Todo se sentía tan natural, tan cómodo.Él me hacía reír, con esa sonrisa que parecía desarmar cualquier barrera que hubiera levantado. La tensión de los últimos días se había desvanecido por completo, y ahora solo quedábamos él y yo, sin miedos.Cada vez que lo miraba, sentía algo extraño en el estómago, un nudo que se deshacía y se volvía a formar cuando sus ojos se quedaban en los míos por un segundo más de lo necesario.No recuerdo en qué momento exacto nuestras sonrisas se apagaron. El ambiente cambió, se volvió más denso, pero no de una manera incómoda, sino de una forma que hacía que mi corazón comenzara a latir más rápido.Joaquín estaba más cerca ahora, apenas unos centímetros entre nosotros. Sus ojos no se apartaban de los míos, y mi respiración se hizo más lenta. Mis manos temblaban sobre mi regazo, pero no me aparté.No quería apartarme. Algo de
JoaquínNo podía dejar de pensar en el sueño.Fue tan real, tan vívido, que hasta el más pequeño detalle parecía estar impregnado en mi mente y en mi piel.Camila y yo, en una cena romántica.La luz tenue de las velas, el sonido lejano de una música tranquila de fondo. Sus ojos brillaban cuando me miraba, y cada vez que sonreía, algo dentro de mí se agitaba, como si todo mi cuerpo respondiera a ella de manera automática.Nos reímos, hablamos de todo y de nada al mismo tiempo.Yo no podía apartar los ojos de su boca, de cómo movía sus labios mientras hablaba, del ligero rubor que subía por sus mejillas cada vez que nuestras miradas se cruzaban.Sabía lo que iba a pasar, lo sentía en la forma en que nuestras manos se rozaban en la mesa, en cómo nuestros cuerpos se inclinaban cada vez más el uno hacia el otro.Al final de la cena, no pude contenerme más.La tomé de la mano, y la atraje hacia mí sentándola en mis piernas, mis labios encontrando los suyos en un beso que empezó lento, pero
Camila El silencio en el auto era cómodo, aunque aún sentía la tensión de la conversación anterior colgando en el aire. Había sido demasiado brusca con Joaquín. No podía evitarlo, ese casi beso me había dejado descolocada. ¿Cómo no hacerlo? La forma en que me miró, cómo sus labios estuvieron a punto de rozar los míos... Por Dios, estuve a milímetros de perderme completamente en él. Y luego los niños, con sus risitas desde la puerta, cortando el momento de manera tan absurda que casi me sentí agradecida. Porque, si no hubiera sido por ellos..., bueno, mejor ni pensarlo.Sabía que lo había alejado con mis palabras. Pero no podía dejar que las cosas avanzaran más entre nosotros, Joaquín era mi compañero de trabajo, y eso lo complicaba todo.Sin embargo, cuando lo vi conducir, su perfil relajado, la sonrisa que había desaparecido de su rostro hacía unos minutos, me sentí culpable. No tenía que ser tan fría. Después de todo, él había sido increíblemente generoso y amable, tanto con