Capítulo 3

Kirill.-

Luego de la tediosa conversación con el líder del consejo estuve conduciendo por las calles de Moscú, observaba mujeres y ninguna era lo suficientemente digna para darme un hijo, además del hecho de que no hubiera alguna que me gustara, tengo mis gustos en mujeres bien plantados, cuerpo curvilíneo, pero bien tonificado para que soporte mis embestidas, cabello negro como el ébano, ojos verdes, labios carnosos, no me gusta variar en mis deleites femeninos, las mujeres en mi opinión con esas características son sensuales y exudan misterio, oscuridad, que me enloquecen, aquí en Rusia solo se ve pura rubia, por lo que mi listado de mujeres casi todas extrajeras ha sido algo limitado; estaciono frente a “Black Roses” mi club privado y el más exclusivo de toda la ciudad. 

Al entrar el estruendo de la música me revientas los tímpanos observo a cada uno de mis hombres colocados en los puntos estratégicos vigilando cada rincón, me detengo en la barra le hago una seña a Luda para que me sirva lo de siempre un trago de mi vodka más costoso. 

— Kirill ¡Bienvenido! –Observo de arriba abajo a la mujer que me saluda, es hermosa no lo puedo negar, pero no es mi tipo, Anfisa es una de mis empleadas, una de las encargadas de ofrecer una atención especial a los clientes VIP del club, pero siempre me ha querido hincar el diente, un error de una noche y ahora no me la puedo quitar de encima. 

— ¿Cambio de look? –Sonríe enrollando un mechón de su cabello en su dedo, mirándome de manera seductora.

— Solo para ti, sé que esto te gusta –Acaricia mi brazo lentamente, odio que me arruine el primer trago de la noche. 

— Anfisa, me gusta la belleza natural –Su borra su sonrisa de inmediato. –No se trata de pintarse el cabello o ponerte lentes de contacto deja de insistir –Anfisa como la mayoría de las rusas es rubia, su cabello es tan amarillo que podría compararse un lingote de oro y sus ojos eran de color marrón claro no podría estar más lejos de mis gustos, se cree la abeja reina de este lugar.

— ¿No te ensenaron a que a una mujer no se le rechaza Kirill? –Ejerzo presión en su muñeca que en este momento se posa sobre mi pecho, su gesto cambio de ser amenazante y seductor a uno de dolor.

— ¿Y tú no aprendes? Soy tu puto jefe Anfisa, que me revolcara contigo una noche estando ebrio no te hace especial ¿Qué es lo que no entiendes? –Aprieto con más fuerza logrando ponerla de rodillas, quejándose del dolor, nadie alrededor hace un intento de ayudarla, porque sabe que no deben meterse.

— ¡Suéltame! Me la estas rompiendo –Dijo apenas audible.

— Que sea la última vez que te creas con el derecho de hablarme como si fueras mi mujer no lo eres y nunca lo serás, si sigues insistiendo voy romperte más que la mano –Le advertí. – ¿Dónde está Shanel? –Le pregunto a Luda señaló con su cabeza la zona VIP, mi sala privada dejo Anfisa tirada en el suelo masajeando su mano, el vigilante de la zona baja la mirada y se aparta comienzo a subir las escaleras Shanel es la zorra que utilizo para satisfacer mis deseos carnales, su padre trabajaba para mí cuando descubrí que ambos me estaban traicionando con aquel federal a su padre lo maté y lo enterré en un lugar donde ella no supiera y a ella la utilizo como mi esclava s3xual haciendo su vida miserable y lo es porque no puede evitar dejar escapar sus gemidos mientras me entierro en ella, cuando llego a mi sala comienzo a desvestirme, ella ya está como debe completamente a mi merced. 

— Mi amo –La obligué a llamarme así cada vez que tenemos nuestros encuentros, me acerco a ella y la observo a detalle su cabello es negro rizado, sus ojos son de color verde oliva, aunque hemos tenido sexo un sinfín de ocasiones su cuerpo tiembla de miedo, con mi mano envuelvo uno de sus pechos, se sobresalta y da un paso hacia atrás, la tomó por la cintura y la pego a mi girándola e inclinándola acaricio su espalda, su piel esta erizada ante mi tacto.

— ¿Por qué tienes miedo? –Le susurro al oído, sonriendo con malicia porque disfruto atormentarla con este juego perverso, ella solo niega intentando hacerse la valiente.  – ¿No me temes? –Esta vez asintió, acaricie sus redondas y perfectas posaderas, pongo mi mano en su intimidad y comienza a jadear, la acaricio, abro más sus piernas con las mías y sin aviso le doy la primera embestida y así continuo hasta ser más rudo, clavo mis dedos en su piel fuertemente no tengo piedad solo deseo liberar mi estrés, sigo con más fuerza y ella sin poder evitarlo suelta un gemido, observo su rostro a través del espejo sé que lo disfruta, pero en su rostro se refleja el dolor que le estoy causando, no soy un romántico al tener sexo solo me importa mi propio placer y ella es una traidora que no merece romance está viva solo por su físico y lo sabe. – ¡Aaaah! –Ella cae sobre sus rodillas intentado ponerse de pie, pero sus piernas le fallan, la observo mientras limpio el sudor de mi cuerpo con una toalla.

— Cu… Cuan… ¿Cuándo desea verme de nuevo mi amo? 

— Cuando yo quiera, todavía estas en deuda conmigo Shanel, me gane muchos enemigos por salvar la vida de tu padre que al final resultó ser un traidor, agradece que tienes una belleza que me encanta de lo contrario estarías acompañándolo bajo tierra –Las lágrimas que contenía al final cedieron. –Yo decido hasta cuando me sirves y me satisfaces tampoco es que lo hagas muy bien, te puedes retirar –Se levanta como puede sin mirarme y sale de la habitación.

Podría obligarla a darme un hijo es la única con la que medio disfruto tener sexo en esta ciudad, puede ser una opción una vez que diera a luz a mi hijo me desharía de ella al fin y al cabo es una traidora y no permitiría que pusiera a mi descendencia en mi contra porque aunque no lo demuestre me odia por haber matado al amor de su vida el agente federal Henry Benett.

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