Camila Volví a llorar mirando como se le desfiguraba el rostro y cómo apretaba fuerte su mandíbula, pasó su brazo por mi cintura apretándome a él. No sabía si le afectaba o no, y realmente no me interesaba, lo único que quería era dejar de sentir tanta culpabilidad por todo lo ocurrido, de haber sabido mi estado jamás lo hubiera perdido. Sino hubiera sido tan confiada ese hombre no me hubiera disparado y aquí estuviera feliz con la noticia. Me dolía el alma, estaba condenada al sufrimiento, no sé qué hice en mi vida pasada para estarlo pagando tan caro. —Ya no quiero que duela, estoy cansada, Dmitry —lo abracé fuerte enterando mi cabeza en su pecho y empapando su camisa con mis lágrimas.—Lo pagarán, malenʹkiy, todos los que te ficharon se arrepentirán de haberse metido contigo. Te lo juro—Mata a esa mujer, Dmitry, no la soporto. Me jode mucho, a cada nada trata de minimizarme y eso es algo que no tolero. Mátala y quítame un peso de encima. Se quedó en silencio haciéndome enojar,
CamilaAbordamos la camioneta que nos llevaría a la ciudad, la herida aún dolía pero era más soportable, el ambiente ya no me parecía tan insoportable, la nieve sobre el bosque era un panorama digno de admirar. Me sentía parte de ella, mi cabello lo había tentando en honor al lugar al que ahora pertenecía. El hombre a mi lado permanecía con la actitud de siempre, serio, silencioso y totalmente sombrío, él era de esas personas que con tan solo mirarla le temías y no era para menos, se mostraba tajante, imponente y poderoso. Sonreí recordando que eso fue lo que me cautivó, era tan diferente a los demás y el peligro que emanaba me llamaba a su lado, no fui consciente del momento en que el que me vi en vuelta en el mar de sensaciones que él me provocaba. Era una adolescente que se desvivía por tener un amor tan grande como el que leía en los libros, y para su fortuna lo había encontrado. Dmitry era todo lo que quería en un hombre, tenía sus desperfectos que le recordaban que era un hum
Camila Me levanté caminando hasta el escritorio y sentarme en la orilla frente a él. —Solía trabajar y no pasar haciendo nada en casa, de eso hablaba. Salir a hacer compras cuando se me diera la gana o a dar un paseo para despejar mi mente. No soy una mujer acostumbrada al encierro y lo sabes. —Puedes salir cuando quieras, no eres mi prisionera —hizo una pausa —bueno, no del todo. —¿Hablas en serio? —pregunté con el entusiasmo en mi voz —Si, siempre y cuando salgas con la debida seguridad. Me levanté rodeado el escritorio para sentarme sobre sus piernas y tomar su rostro entre mis manos depositando varios besos sobre él. —No es necesario tanta melosidad. —¿Y trabajar, puedo? —pregunté despacio deseando no recibir una respuesta negativa. —No por el momento, hay asuntos que resolver antes de que te expongas tanto al mundo. Comenzar a trabajar requiere de viajes a otras ciudades o fuera del país y no es adecuado. Quizá más adelante puedas hacerlo —Está bien, ¿me dirás cuál es e
CamilaPor la mañana regresé a la mansión sin compañía de Dmitry, quien había tomado otra camioneta hacia otra ciudad por asuntos que lo requerían con urgencia. Como era mi costumbre, me di una ducha y me cambié de ropa para bajar al sótano a hacerle una pequeña visita a la rusa, estaba ansiosa por enfrentarla y devolverle cada una de las palabras que me dijo. No sabía exactamente el por qué, pero desde que llegué y me topé con su actitud arrogante un aborrecimiento hacia ella creció en mi. No se trataba de que halla tenido algo con Dmitry, mi odio iba más allá de eso. Me detuve frente a los guardias que custodiaban la entrada al sótano, uno de ellos se mostraba reticente a dejarme pasar. —Déjala, recibí órdenes del jefe para escoltarla hasta los calabozos —dijo uno de ellos al otro, que se apartó abriendo la puerta. Pasé bajando las escaleras con cuidado mientras una de mis manos se posaba sobre la herida. Bajé uno a uno los escalones caminando por los sombríos pasillos, encontrá
Camila —Cambiarás de perspectiva luego de ver esto Me ubiqué tras de él jalando una silla, el video inició dando un panorama de Ava semidesnuda tirada sobre un cartón mugriento mientras le lanzaban agua encima con una manguera de presión. —Te preguntaremos una vez más, ¿dónde está ella? —sólo se escuchaba la voz masculina y sus pies era lo único que se podía ver de él—No lo sé —contestó ella en un hilo de voz —Si te sigues negando a responder será peor para ti, ¿crees que vale la pena sacrificarse por quien es responsable de que tú estés aquí? —Es que no lo sé, ¡maldita sea! De saberlo se los diría, ella no me importa cómo ustedes creen —¿Ah, no? ¿No eres tú su amiga? —Si, pero no —soltó con su voz ahogada por el llanto —odio a esa maldita con todo mi ser. Alguien ordenó que detuvieran el agua, dejaron de mojarla y le tiraron una vieja manta para que se secara o abrigara. —Cuéntanos, preciosa, ¿por qué la odias? —Ella me quitó al hombre que amaba, por años tuve que ver su p
CamilaDesperté sintiéndome un poco perdida, lavé mi cara y observé mi deplorable aspecto en el espejo, las grandes bolsas oscuras bajo mis ojos hinchados adornaban mi cara pálida. Sorbí la nariz e hice un gran esfuerzo por contener mis lágrimas. Al no haber traído conmigo el celular estaba completamente incomunicada, no sabía si él se enteró de mi salida o seguía sin contestar a las llamadas que irrumpieran su tiempo con la tal Kira.Caminé fuera de la habitación yendo a la cocina, era obvio que no había nada que consumir. Este sitio estaba abandonado, mi estómago rugía al sentir la necesidad de comida, mi cabeza parecía querer explotar del dolor. Todo pintaba que sería un día de mierda. Al salir con la cabeza caliente por el enojo, la frustración y la decepción ni siquiera me detuve a pensar en tomar lo necesario para salir de ese lugar. Arrastré mis pies al ascensor para bajar al primer piso y mandar al primer escolta en busca del celular y mis tarjetas. —Señorita es mejor que r
CamilaSolo me miró por encima de su hombro y siguió caminando a la salida. Lo seguí hasta la sala donde cogía un maletín dispuesto a marcharse.—¿Por qué me estás siguiendo? —se detuvo a enfrentarme —¿a caso quieres que me quede? —Quiero que entiendas de una vez por todas que no soy alguien por el que tengas que decidir, haré las cosas sólo si yo quiero y si digo que no regresaré a esa mansión así será. Me miró cansado, hizo una mueca antes de hablar —¿Sabes qué? Has lo que quieras, no voy a estarte reteniendo cuando lo único que quiero es protegerte. ¿Te quieres ir? Vete, pero atente que allá afuera estás sola, no tienes familia ni nadie que te proteja como yo lo hago. Te guste o no, soy la única persona que se ha quedado a tu lado, Camila. Se acercó a mi para depositar un pequeño beso en mis labios, me miró unos segundos y después retomó su marcha dejándome sola, nuevamente con pensamientos contradictorios. Dudando de mis decisiones y reflexionando sobre sus últimas palabras.
El sonido de los pasos sobre la nieve lo puso alerta, escondió su cuerpo detrás de un árbol tratando de mantener la serenidad. Se le había hecho difícil escabullirse del resto de sus compañeros que vigilaban la zona, si lo descubrían era hombre muerto. —Ostión —murmuraron en un idioma que se le dificultaba entender, japonés. De apoco salió de su escondite encontrándose frente a él a cinco hombres de rasgos asiáticos, sus enormes abrigos ocultaban el armamento que cargaban. —Nuestro líder te está esperando, Ahmad falleció por lo tanto él está a cargo ahora. Es mejor que te muevas ya sino quieres que sea por las malas —demandó uno de ellos mirándolo con desconfianza—No trates de darme órdenes porque no las digo, trabajo con quien quiero y no por la fuerza —contestó tocando disimuladamente el mango del arma que traía en su espalda bajo su abrigo. —No te creas superior, en esta cadena de poder solo eres un peón más, no trates de disfrazarlo. Tensó su mandíbula notoriamente enojado,