Luego de un día agotador, lleno de reuniones aburridas y juntas de accionistas, me marcho con Camila a su departamento. En contra de todo lo que mi mujer quiere que haga, no sé qué bicho le picó que cada día está más sobre mí, exigiendo más compañía, llegadas a tiempo, salidas a cenar y hasta quiere un fin de semana en la casa de Concón.

Todo lo que se me antoja ahora es fundirme en el cuerpo de esta mujer a la que tengo clavada en la piel.  Debería ser mi esposa quien ostentara ese lugar, pero su falta de satisfacción en la cama me lleva a buscar a alguien cuya finalidad en el sexo sean los orgasmos explosivos y brutales, como los que Camila me enseña cada día al estar juntos.

Cada uno toma el rumbo en sus respectivos autos, a lo lejos veo que se acerca el vehículo de mi mujer, pero es detenida por el semáforo. Me subo rápidamente y