CAPÍTULO 17

—¿Cómo está? —preguntó Maximiliano, viendo a Marisa sentándose a su lado y resoplando—, ¿sigue llorando?

—No —respondió la joven—, se durmió ya... Max, yo creo que sería bueno llevarla al psicólogo. Sé que hay un tiempo en que es normal sentirse mal luego de perder a alguien, pero, tal vez, no deberíamos asumir que está bien que pase sola por su duelo porque, al menos, yo no puedo entender bien cuánto es lo que le duele.

Al decir eso, Marisa también lloró; y es que se sentía impotente por no poder sacar a esa mujer de su dolor a pesa de que intentaba que siempre estuviera ocupada, distraída, cómoda y feliz.

Había pasado ya un año de la muerte de loa padres de Mía, y por supuesto que ni Marisa ni Maximiliano esperaban que Maximina hubiera superado la muerte de su hijo en ese tiempo, pero, desde el aniversario luctuoso de esa pareja, ella se había hundido en su depresión, y ya eran tres semanas de ella llorando por todos los rincones.

—Hagamos eso —concedió Maximiliano, abrazando a la d
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