—Ella escapó de casa —informó la psicóloga, intentando con todas sus fuerzas contener su llanto, pero sin poder dejar de lagrimear y sin poder desaparecer el nudo de su garganta—. Mi hermana quería ser libre y vivir una vida bajo sus propias reglas...El dolor en el rostro de la joven era evidente, y por eso nadie fue capaz de decir absolutamente nada.» La busqué mucho tiempo —declaró esa joven entre lentas respiraciones—, pero ella no quería ser encontrada... o eso fue lo que pensé cuando me encontré a mí misma agotada de buscarla y dejé de hacerlo... Y yo... Yo ahora me arrepiento tanto porque, por cansarme, yo no supe que ella...Maximina caminó hasta una mujer que, antes, le hubiera apoyado en encontrar un poco de consuelo una semana atrás, y que, ahora, ella sabía era pariente de esa niña que solo los tenía a Maximiliano y a ella, y que, tal vez, llegaría a la vida de la pequeña con un poco más de familia para ella.—Me parecieron conocidos los apellidos —declaró Maximiliano, ac
—Me siento desplazada —declaró la joven de cabello y ojos cafés, que seguía siendo dejada de lado en las nuevas salidas y nuevos planes de esa familia—, creo que seguirme aferrando a ellos solo me hará mucho más daño... y aun así no logro irme. ¿Por qué será?—Por cobarde —respondió Maruca y Marisa se rio a carcajadas hasta que se quedó sin aire—. Y, déjame decirte que también es por cobarde que sigues sacándole la vuelta a comer en esa casa.—Ellos no van a estar ahí —declaró Marisa, levantando su cuerpo del mostrador de la recepción en donde había estado apoyándose desde que comenzó a hablar con Maruca—, siguen saliendo a comer con ella, de compras con ella y todo con ella... Supongo que ahora no me necesitan, así que no tiene caso buscarlos para solo terminar más lastimada.—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó la mujer delgada que siempre estaba detrás de ese mostrador, recibiendo amablemente a todas las personas que iban a trabajar o a recibir algún servicio en ese lugar.—Pues
—Marisa —habló Maximiliano, acercándose al baño, que tenía la puerta abierta, para ver si ella estaba ahí—. ¿Puedo hablar contigo?Marisa miró al hombre luego de apartar la toalla de su rostro, y le pidió que le diera un segundo, sonándose la nariz antes de salir a hablar con él, pues el agua no solo le había entrado a los ojos, sino también en sus fosas nasales, haciendo un poco de desorden.» Acabo de hablar con Julissa —declaró el hombre cuando al fin vio a esa joven salir del baño, y la castaña no pudo evitar sonreír.La joven de ojos oscuros no podía creerse que la otra fuera tan rápida para armar chismes, pero lo que ella menos quería creer era que ese hombre se pondría del lado de Julissa, al punto de ir a defenderla de ella.—Supongo que te dijo que le pedí que no se metiera en mi vida —declaró Marisa, tomando asiendo en su escritorio y viendo como el otro se sentaba frente a ella—. Si vienes a preguntar si se lo dije, pues, sí, se lo dije.Esa confesión sacó un poco de honda
—Buenas noches —saludó Marisa, sintiendo como si estuviera caminando hacia el paredón, pues no había manera de subir a la habitación sin pasar por donde todos estaban, al parecer, saliendo a cenar, y acercarse a ellos sería tan doloroso como morir.—Buenas noches —respondió Julissa, sonriéndole tan cínicamente que las ganas de llorar volvieron a Marisa, pero ella solo agachó la mirada y sonrió con sorna por lo patética que era la situación y lo patética que se sentía.—Estamos yendo a cenar —informó Maximina y Marisa asintió, fingiendo que nada le dolía con esa sonrisa, sin embargo, ella estaba segura de que no era para nada natural la mueca en su rostro, y todo empeoró cuando la mujer mayor le hizo una invitación—: ¿gustas acompañarnos?—No, gracias —musitó la joven de cabellos castaños, y terminó por aclarar la garganta, porque el nudo que ahí estaba la estaba asfixiando—. Solo vine por mis cosas. Me iré a mi casa ahora. Gracias por todo, fui muy feliz con ustedes.La sonrisa de Mar
Julissa se fue, y Maximina subió para encontrar a Marisa, guardando su ropa en un par de maletas, que estaban sobre la cama, donde, además, había un par de mochilas, que seguro llenaría con otras de sus cosas. » Marisa, no te vayas —pidió Maximina, entrando a la habitación, con la voz ahogada y el corazón desesperado. Pero, la mencionada, tras mirar a esa mujer a los ojos, volvió a fingir una sonrisa y a negar con la cabeza, sin ser capaz de responder de inmediato. —Es mejor que me vaya —declaró la joven algunos segundos después—, porque este no es mi lugar. Los labios de la castaña temblaron con fuerza y, para que la señora no la viera llorar aún más, Marisa se encaminó al baño y se recargó a la puerta que había cerrado mientras llevaba sus manos a su boca para acallar sus sollozos, pues no pudo contener el llanto más. —Haz algo, Max —pidió Maximina a su hijo, que se asomaba por la puerta, pero el hombre negó con la cabeza. Él no sabía qué hacer, así que, estaba completamente s
—¿Cuándo dijo eso? —preguntó Maximina, que no recordaba esas palabras saliendo de la boca de la psicóloga. —Julissa fue a buscarla a su oficina horas atrás —informó Maximiliano y Maximina entendió que, en el herido corazón de esa joven, había mucho más de lo que ella había hecho mal, y que no sabría curarlo porque lo desconocía. —Tal vez Julissa no lo dijo con mala intensión —sugirió Marisa tras ver la consternación en el rostro de la mujer mayor—, parece que está buscando lo mejor para su sobrina y…, tal vez tiene razón... Tal vez lo mejor para Mía no soy yo, pero, como eso es tan difícil de aceptar para mí, creo que lo mejor es que me vaya antes de causar más daños. Maximina llevó ambas manos a su cara, cubriendo su lloroso rostro, pero su llanto comenzó a ser audible hasta cuando escuchó de esa joven la petición de despedirse de Mía, que había pasado todo el tiempo dormida en el portabebés sobre el comedor de la cocina. » Adiós, mi bebé —dijo Marisa y lloró de nuevo bajito, a p
—Marisa, no te vayas —pidió de nuevo Maximina y la expresión de la joven fue casi suplicante—, por favor, no te vayas. La joven en la cama no pudo decir nada, solo agachó la mirada y negó con la cabeza. Ella había tomado una decisión, y una difícil decisión, así que no había caso ya en hablar sobre eso. » Lamento lo que pasó —dijo Maximina, llegando hasta la cama, sentándose en ella y tomando la mano de la joven—, te perdí de vista porque pensé que compartías mi emoción por saber algo de la familia materna de Mía, pero lo que yo quería que mi nieta aumentara sus relaciones, no que te suplantara con Julissa; pero no lo supe hacer, así que te lastimé, lastimé a Mía y hasta yo terminé herida por dar por sentado algo que debí preguntar. Marisa no supo qué decir, porque, algo en su interior le seguía diciendo que esas cosas seguirían pasando si no se alejaba, y porque, aunque intentó no dejarla mal parada frente a ellos, Marisa tenía en claro que Julissa no era una buena persona, y que
—¿No están tú y tu madre siendo demasiado crueles conmigo? —preguntó una azabache envuelta en llanto—. Sí, soy consciente de que piensan que cometí un error, pero no lo hice... Yo no quiero hacerle ningún mal a esa mujer, solo quiero que mi sobrina esté bien, y eso no es algo tan abominable como para que me saquen de la vida de mi sobrina... Ella es mi sobrina... Es la única hija de mi difunta hermana... Ustedes no pueden quitármela... No pueden alejarme de ella por causa de esa mujer. —Esa mujer, como tú le llamas, no es causa de nada —respondió Maximiliano que, por alguna extraña razón, no lograba sentir simpatía con las lágrimas de esa mujer frente a él—... Fueron nuestras vacaciones familiares. Sí, eres la tía de Mía, pero nada más. —¿Y ella qué es? —cuestionó Julissa, rabiosa más que furiosa—. No es tu hermana, no es hija de tu madre, por supuesto no es la tía de mi sobrina, mucho menos su madre... ¿Qué la convierte en su familia, entonces? —Que soy la novia de Maximiliano —de