Cuando despierto por la mañana, lo hago bastante alterada. Aún sigue haciendo estragos en mi mente, el recuerdo de lo sucedido. La maldad y la decisión segura que emanaban los ojos de aquel hombre, dispuesto a deshonrarme de una manera tan vil, que no tiene justificación. Sus manos y su boca, adueñándose a la fuerza de mi piel.Aún sigo escuchando mis gritos, suplicando piedad, porque no podía defenderme. Podría simplemente dejarlo pasar, como una mujer madura, pero ni siquiera la madurez, lograrán borrar tal aberración de mi mente.Salgo de la cama y me dirijo al sanitario. Mientras el agua caliente cae sobre mi piel, las imágenes de ese hombre se reproducen en mi mente, y las lágrimas, junto con el recuerdo de mi desesperación, me obligan a sostenerme en la pared, para tranquilizar mi respiración.Después de un largo letargo, salgo y me preparo para ir a trabajar. No pienso quedarme ni un día más, porque realmente necesito despejar mi mente, para olvidarme de algunas cosas negativas
Los días fueron pasando, y el jefe de jefes, me cargaba con muchos clientes, en su mayoría todas eran mujeres, y señores de edad. No tiempo de pensar. Sin embargo, la conversación extensa que tuve con mi abogado, no me dejaba concentrarme en su totalidad en mi trabajo.Vine a trabajar porque no quiero pensar en lo que pasó, y, sin embargo, mi abogado, insiste en denunciar a la ex esposa de mi jefe. Podría hacerlo, claro que sí, pero eso implica también su hermana y la verdad, lo quiero mucho para lastimarlo con eso.En parte agradezco que me dé mucho trabajo, pero debo destacar, que estos no son clientes que deseo tratar, porque no son mi tipo. Lamentablemente, no puedo hacer nada, porque las veces que voy a su oficina, la respuesta es la misma. “Solo has tu trabajo, Amelie.”Estamos a una semana de que todo se acabe. Rafael me ha estado preguntando por la sortija, e Ismael no ha querido devolvérmela. Inventar historias, se ha vuelto una costumbre súper cansadora, y ahora, debo ver có
Hoy en la mañana desayunando con mi hija y con mi madre, oímos a alguien entrar por la puerta. Cuando la figura de Rafael paso por el marco, todas estábamos sorprendida.Rafael es un hombre muy apuesto, pero la cuestión que nos tenía un poco confundidas, es su ingreso a la casa sin previo aviso.—¿Cómo entraste? —pregunto con el ceño fruncido. Ayer ya se había comportado de una forma extraña, pero ahora, entrar a mí casa sin ser invitado.—Por la puerta —responde, y finge una sonrisa inocente, que no me convence de nada.—Sabes a lo que me refiero. ¿Quién te dio las llaves?—¡Oh, eso! En mi estadía en el campo, aproveché para tomar de tu cartera y hacer unas copias —Me muestra, las llaves. Rápidamente, me pongo de pie y se las arrebato.—Tú… ¿Tomaste mis llaves sin permiso e hiciste copias sin consultármelo?—Si. Al final de cuentas seremos esposos. Lo tuyo es mío, cariño —Se acerca a mí, y me acaricia la mejilla—. He venido…—No puedes hacer eso. No tienes derecho a hacerlo —inquiero
ISMAEL.Ella definitivamente no se encuentra bien, y no estoy tranquilo después de lo que me ha dicho mi escolta. Al revisar las cámaras, pude notar la pequeña discusión que al parecer tuvieron, luego de que yo ingresara en el estacionamiento. Y si es verdad que la lastimó, no le alcanzará la vida, para suplicar piedad. Del mismo modo como Jen pagará, haberse atrevido a tocarla.La vi muy concentrada trabajando en su oficina, que me pude dar cuenta que ni siquiera saldría a almorzar, por lo que opté en pedirle rabioles para su comida, las flores azules que tanto le gusta y un periódico, para que observe cuan bellos somos juntos en la portada.La foto perfecta, tomada justo en el momento donde dejaba un casto beso en su frente, y me veía feliz.Ella ni siquiera se imagina lo que tengo planeado.Unas horas más tarde, ella ingresa a mi oficina, sin siquiera tocar la puerta. Tiene un sobre en la mano, y eso me hace fruncir el ceño.—¿No te han enseñado a tocar? —pregunto con ironía. Escuc
AMELIE.Todo era un caos. Cuando llegamos a la clínica, ya los medios de comunicación estaban abordando a la ambulancia.Yo no solté en ningún momento su mano. No podía ni quería hacerlo. Sentía que, si dejaba de sentirlo, lo perdería, y siendo honesta, no sería capaz de soportarlo. Hasta llegamos a un punto, donde ya no se me permitía avanzar.Lo único que podía hacer era llorar, estar inquieta, desesperada y loca por que me digan que él, va a estar bien, a pesar de que ni siquiera han pasado cinco minutos de su ingreso.Minutos más tarde, su hermana llega en compañía de Dante, y lo primero que hace al llegar, como una desquiciada, gritando el nombre de Ismael, es abofetearme. Lo hizo tan fuerte que mi mejilla derecha ardía por el escozor que producía la misma. Roberts rápidamente se interpone, para defenderme.—¡Sal de ahí Roberts! No la protejas —Se pone a un costado, para verme y señalarme con su dedo—. ¡Esto es tú maldita culpa! Tú debías morir no mi hermano.—Él no está muerto —
Estaba sentada en la sala, acababa de llegar de dejar a mi hija del kínder, pensando exactamente en que debía hacer. He llamado a mí abogado, y por desgracia, me dijo que no hay nada por resolver en estos momentos, más que enfrentar la guerra con las armas que tenemos.Dante y Sofía, se han mostrados muy amorosos y felices ante los medios, todo para quitarme a mí hija, o proceder a apoderarse de su herencia. Mientras me encuentro desplomada en la silla, mirando el techo y pensando en cómo salir de estas, el timbre de la casa suena.Me pongo de pie, y camino hasta la misma para abrirla, sin embargo, para mi sorpresa era mi mejor amiga, y para desgracia mía, me impacta sus manos en la mejilla; muy furiosa.Sorprendida por su acto violenta, detengo su otra mano, cuando me percato que me daría otro golpe.—¡¿Qué te sucede?! —pregunto exclamando y levantándole la voz por primera vez. Tengo tantos problemas que resolver como para lidiar ahora con otro—. ¿Por qué me golpeas?—Has lastimado a
Lamentablemente, no podía quedarme más tiempo. Tenía que ir a mí casa a prepararme mentalmente para ese maldito juicio. No entendía, porque Dante me hacía eso, ya mi vida se estaba volviendo un completo infierno en cuestión de meses. Cuando salí de su habitación, su hermana tenía unas ganas locas de lanzarse encima de mí, pero en cuestión de segundos, cambió de parecer y simplemente me sonrió. Lo más seguro es que crea que ganará mañana, y aunque no quiero ser pesimista, pero es un noventa por ciento seguro que lo haga. Tengo la comodidad y el dinero para tener conmigo a Maga, y, aun así, ponen la ridícula excusa que no podré cuidarla, por no tener una figura masculina en la casa. Las leyes para las mujeres es algo…, absurdo. No nos protegen de nada, o simplemente, no entiendo nada. Cuando llego a casa, ayudo a mi madre a bajar a Maga, quien se encuentra emocionada por hablar con Ismael. En mi caso, debo hablar con el abogado, por lo que le pido a mi madre que la acompañe. Minutos
ISMAEL.Algo terrible estaba por pasar, lo intuía. La hermosa mujer, sentada a mi lada, tenía las manos sosteniendo con fuerza parte de su saco, abrazaba a su hija con fuerza, y sus pies no dejaban de moverse, señal de que está sufriendo de ansiedad.Imagino las mil y un preguntas que se estarán formando en su cabeza, y las mil y un respuestas que desea de ellas.—¿A dónde nos llevas? —Su voz escasa de alegría. ¿Tan mal hice en convertirla en mi esposa? ¿Acaso no siente lo mismo?Otra en su lugar, estaría feliz; y ese es el problema. Ella no es como las otras.—A nuestra casa —respondo, trayendo de regreso la seriedad en mi rostro, dibujando lo pétreo que me caracteriza. Puede que en el fondo me encuentre brincando en una sola pata, por primera vez creer que hice lo correcto, sin embargo, es normal que tenga una reacción así.En realidad, esperaba algo mucho peor.—¿Nuestra casa?—¿Viviremos juntos, príncipe Is? —interviene su hija, y solo me queda sonreír.—Hablaremos dentro de la ca