«Ninguna pareja es perfecta. Debes saber en el fondo de tu alma que, a pesar de todo, merece la pena luchar por la persona que quieres.» MÍA—Vístete y vete de mi casa —me dijo Joaquín. Estaba furioso, su mirada era oscura. Estaba cegado por la ira. ¡Me estaba echando!—¡¿Cómo?!—No te lo voy a repetir. Y llévate esto. —Sin verme a la cara, puso una cajita de terciopelo, una pulsera y una nota que, por supuesto, reconocí. El regalo de Lara. ¡Mierda! Él pensó que… Cuando quise reaccionar para explicarme, ya había salido del cuarto y me había dejado con la palabra en la boca.¡Me acababa de echar de su casa! ¡No lo podía creer! ¡Estaba desnuda y la noche anterior habíamos hecho el amor como nunca! Y lo peor de todo es que no me dejó explicarle, y ni siquiera era mi culpa. Era todo un malentendido. Me sentí humillada. Guardé la pulsera, me vestí con lágrimas en los ojos y salí del cuarto. Lara dejó las llaves de mi carro en la mesa. Las agarré y me dirigí a la puerta.La señora Sonia at
♥♥♥—Vamos a hacernos una foto —dice Andrés.Para cerrar estos días maratónicos con broche de oro. Estamos en la terraza de Armando Records, una de las discotecas más reconocidas de Bogotá. Lara, la abuela, Andrés y yo estamos sentados en una mesa hablando de la experiencia de ser modelos por tres días.—Cuando sean famosas, multimillonarias y todas unas top, podré presumir que hace un millón de años tuve el placer de ser su amigo y tomarme unas copas con ustedes —bromea Andrés.Nos hacemos la dichosa foto en medio de carcajadas.—Tú siempre serás mi mejor amigo, aunque sea multimillonaria y viva en Dubái —le digo plantándole un beso en la mejilla.—Ya estamos todos pasados de tragos. Estamos en la etapa de la borrachera donde la gente se pone cariñosa y quiere a todo el mundo —dice Lara.—Por cierto, ¿por qué Joaquín y Frank no están aquí? —pregunta Andrés.—Noche de chicos, supongo —le resto importancia.—Claro, precisamente hoy… Qué raro, ¿no? —replica Lara, tratando una vez más de
♥♥♥La madre de Joaquín es una señora encantadora y amable. A pesar de su estado de salud, me recibió con una sonrisa y un abrazo fuerte. Me notó un poco afligida y vio con preocupación los golpes de mi cara. Me dio tanta pena verla en ese estado que le conté que había discutido con Joaquín. Le comenté sobre el gran malentendido con la pulsera y me animó a hablar con él y aclararlo todo. Dijo que estaba muy feliz por la relación tan bonita que teníamos Joa y yo y que nunca lo había visto tan contento. Sus palabras me animaron a buscarlo y arreglar de una vez por todas las cosas con él.—Tenle paciencia, Mía. Es un buen chico, noble y de buenos sentimientos. Y te quiere —fueron sus palabras antes de que yo saliera de la habitación.Sé que Joaquín es una persona buena, y no solo eso, sino que es bueno para mí. Y también lo quiero. Sé que este traspié lo solucionaremos. Ninguna pareja es perfecta o nunca tienen una que otra discusión. Merece la pena luchar por lo que Joaquín y yo tenemos
«Podría estar con ella sin tocarla, sin besarla, solo estar y, aun así, ser la persona más feliz del mundo.» JOAQUÍNHan pasado más de veinticuatro horas desde la última vez que hablé con Mía en la clínica. Si se le puede decir hablar. Más bien discutimos. Nos gritamos, y eso no me gusta para nada. Estoy metiendo la pata más veces de las que debería. Hace dos horas le envié un mensaje para citarnos esta noche y hablar. La voy a llevar a cenar a un restaurante bonito. Mi intención es disculparme con ella por lo mal que la he tratado y reconciliarnos.La extraño. Me hace falta como el aire para respirar. Soy un lío sin ella: Este embrollo me tiene de mal genio e irritado. Solo quiero abrazarla, besarla, tocarla… No puedo pasar otro día sin ella. Le he dado espacio para que se calme y se me quite el enojo. Me preocupa su relación con el tal Sebastián. El muy imbécil… Los veo con mucha confianza, y eso no me gusta nada. No soy tonto, está interesado en ella. Y no voy a permitir que se le
♥♥♥Resultó que el sexo de reconciliación es el mejor de todos. Al despertarme, Mía no está en la cama. Voy al baño, me lavo la cara, los dientes y me mojo el pelo. Salgo del cuarto con una sudadera puesta y sin camisa. La encuentro sentada en la terraza arropada con una manta.—Muñeca, ¿qué haces ahí? Es muy temprano todavía. Vayamos a la cama —le pido con los brazos cruzados, cubriéndome del frío.—No tenía sueño —me dice con cara triste.Cuando camino hacia ella, me doy cuenta de que tiene su prótesis a un lado de la silla. Me detengo enseguida y la veo. Quiero ir con ella, pero no lo haré si no quiere. La miro esperando su aprobación y ella asiente. El alivio es inmediato. Y ella no se imagina lo complacido que estoy por abrirse a mí cada día un poco más. Su pierna amputada está debajo de la manta.—¿Qué tienes, mi amor? —le pregunto sentándome en el piso, a su lado.Ella se recuesta en el diván y mira el cielo oscuro. No deben ser más de las cuatro de la mañana.—Solo me desvelé,
«Después de la calma, viene la tormenta… ¿O es lo contrario?» MÍAEl día del desfile y la fiesta de relanzamiento llegaron. Estos últimos dos días han sido de reposo total. Y cuando digo total, es total: nada de ejercicios, baile, fotos, ni sexo. Después del episodio de los calambres, Joaquín me acompañó a terapia y está siguiendo al pie de la letra las instrucciones de mi fisioterapeuta.Ahora estamos todos en la piscina de la abuela tomando el sol antes de esta gran noche que tenemos por delante. Puedo bañarme con una de mis prótesis, de modo que disfruto de la compañía de Joa y de un buen chapuzón.Desde ese día en la tina no me ha visto otra vez sin ella. Fue una noche de liberación, de catarsis. A nadie le he dado tanto de mí. Tengo el corazón de Joaquín y él tiene el mío.—Estás exagerando —le digo a Joaquín mientras nadamos en la piscina.O, mejor dicho, mientras él me carga como si fuera un bebé. Me aferro a sus hombros fuertes y observo su precioso cuerpo enfundado en un bañ
«Que el mundo se detenga, que me quiero bajar.» JOAQUÍNNunca he sido una persona supersticiosa. Creo en el destino, en que nada en este mundo sucede sin una razón. Lo percibí cuando conocí a Mía. Supe al instante en que la vi que era especial, que sería una mujer importante en mi vida; e incluso después de enterarme de su discapacidad, mi interés creció.Tengo una sensación de vacío en el pecho, como si algo malo fuera a pasar. Lo sentí el día que murió Darío, y es una impresión que nunca he olvidado. El vacío desaparece, apenas la veo salir por la puerta. Tiene una pequeña maleta que parece pesada, así que me apuro en ayudarla.— ¡Carajo! ¿Qué llevas acá? ¿Piedras? —Ella ríe.—Cositas para el desfile. No entenderías —se burla.—Que no se te olvide que sé más de maquillaje que tú y sé mucho de mujeres, sobre todo cómo complacerlas —replico mientras le beso el cuello.—De eso no sé mucho últimamente…—Te compensaré.—Eso espero.Cuando llegamos al cementerio, caminamos hasta la tumba
Este día era el conductor designado, de modo que no debía beber ni un solo maldito trago. El problema es que ya me había tomado seis y no me sentía nada bien. Aparte tenía un dolor extraño en el pecho. De repente, me sentí intranquilo. No es que estuviera borracho. Era mi estómago. Lo tenía revuelto, no aguantaba los retorcijones.—¿Te sientes bien, Joaquín? —me preguntó Vivian.—No, me duele el estómago. Voy al baño. Permiso.—Quedamos en que no ibas a tomar hoy. Ya estás borracho. ¿Ahora quién nos va a llevar en la camioneta? —Frank me vio con ojos acusadores. Y tenía razón. Cada vez que salía con Vivian era difícil no aceptarle los tragos.—Nos vamos en un taxi. ¿Cuál es el problema? O llamamos a un conductor elegido —le respondo.Apenas alcancé a llegar al váter para vaciar todo mi estómago. ¡Joder, qué mal me sentía! Seguro el maldito trago estaba descompuesto. Cuando regresé al reservado, mi salud no mejoró.—Me voy, no me encuentro bien.—¿Te emborrachaste con cinco tragos? —se