CAPITULO 55.1

«Que el mundo se detenga, que me quiero bajar.»

JOAQUÍN

Nunca he sido una persona supersticiosa. Creo en el destino, en que nada en este mundo sucede sin una razón. Lo percibí cuando conocí a Mía. Supe al instante en que la vi que era especial, que sería una mujer importante en mi vida; e incluso después de enterarme de su discapacidad, mi interés creció.

Tengo una sensación de vacío en el pecho, como si algo malo fuera a pasar. Lo sentí el día que murió Darío, y es una impresión que nunca he olvidado. El vacío desaparece, apenas la veo salir por la puerta. Tiene una pequeña maleta que parece pesada, así que me apuro en ayudarla.

— ¡Carajo! ¿Qué llevas acá? ¿Piedras? —Ella ríe.

—Cositas para el desfile. No entenderías —se burla.

—Que no se te olvide que sé más de maquillaje que tú y sé mucho de mujeres, sobre todo cómo complacerlas —replico mientras le beso el cuello.

—De eso no sé mucho últimamente…

—Te compensaré.

—Eso espero.

Cuando llegamos al cementerio, caminamos hasta la tumba
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