CAPITULO 55.2

Este día era el conductor designado, de modo que no debía beber ni un solo maldito trago. El problema es que ya me había tomado seis y no me sentía nada bien. Aparte tenía un dolor extraño en el pecho. De repente, me sentí intranquilo. No es que estuviera borracho. Era mi estómago. Lo tenía revuelto, no aguantaba los retorcijones.

—¿Te sientes bien, Joaquín? —me preguntó Vivian.

—No, me duele el estómago. Voy al baño. Permiso.

—Quedamos en que no ibas a tomar hoy. Ya estás borracho. ¿Ahora quién nos va a llevar en la camioneta? —Frank me vio con ojos acusadores. Y tenía razón. Cada vez que salía con Vivian era difícil no aceptarle los tragos.

—Nos vamos en un taxi. ¿Cuál es el problema? O llamamos a un conductor elegido —le respondo.

Apenas alcancé a llegar al váter para vaciar todo mi estómago. ¡Joder, qué mal me sentía! Seguro el maldito trago estaba descompuesto. Cuando regresé al reservado, mi salud no mejoró.

—Me voy, no me encuentro bien.

—¿Te emborrachaste con cinco tragos? —se
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