Que ganas de darle un tortazo a esa Vivian.
«La vida es como la selva: no sabes con qué tipo de animal te vas a tropezar.»MÍAAprovecho que me encuentro sola en la habitación de Joaquín para fisgonear un rato. Es bonita, acogedora y está limpia, lo que dice mucho de un hombre, la limpie él o no. Las paredes son grises con cortinas negras; están recogidas y dejan ver la enorme puerta corrediza que da a un balcón. Tiene una cama matrimonial en el centro vestida con sábanas blancas, un sillón del lado derecho y un gran escritorio con su silla del lado izquierdo. Al frente hay una entrada sin puerta. Al ingresar, veo un gran vestidor que no tengo ni yo, y eso que soy mujer. Hay ropa deportiva de un lado, pijamas, ropa de calle y varios trajes del otro. Todo en perfecto orden y sin una sola arruga. ¡Vaya!El vestidor tiene varios cajones que no pienso abrir, así que salgo y me quedo mirando su mesita de noche. Había visto el marco para fotos electrónico, pero en ese momento no me había llamado la atención. ¡Cielos! Son fotos mías, a
«Somos como un imán: atraemos lo que sentimos.»JOAQUÍNSon las once de la mañana y estoy en la oficina esperando a Vivian. La cité acá porque no quiero demorarme demasiado con ella. Seré claro y breve. La secretaria de gerencia me notifica que ha llegado y le pido que la deje pasar. La puerta se abre casi al instante.—¡Dulzura, qué alegría verte tan pronto! —me saluda caminando con coquetería.Me levanto de la silla, la saludo con un beso en la mejilla y la invito a sentarse en frente de mi escritorio. Cuando me siento en mi silla, veo que Vivian todavía tiene la sonrisa instalada en su cara.—Vivian. —El saludo es seco, como un pan de sal.—He dado un pequeño paseo por la cosmética. ¡Es una locura! Tengo mucha expectativa por el relanzamiento. Todo un hit, por cierto. La gente está loca por ver los productos nuevos —me dice emocionada.Ella es una gran fan de la marca. No solo ella. Todo nuestro círculo social está curioso, sobre todo con la fiesta y el desfile.—Sí, es una auténtic
♥♥♥—Quiero darte las gracias por lo que haces por mi hija —me dice Carlos en la sala mientras esperamos que Mía baje.Este señor cada día me cae mejor.—No hago nada, señor. Es ella la que hace muchas cosas por mí. Mía ha cambiado mi vida —le digo con sinceridad. Ojalá pudiera hablar con mi padre igual.Sonríe con orgullo.—Solo tenle un poco más de paciencia. Ella es fuerte pero no imbatible, y todavía hay cosas que tiene que superar. Estoy seguro de que tú la ayudaras.—Por supuesto. Amo a su hija.—Lo sé. ¿Recuerdas lo que te dije la primera vez que hablamos?Cómo olvidarlo, salir del cuarto de Mía recién levantado y encontrarme a toda su manada en la cocina, ha sido de las peores vergüenzas de mi vida. La mirada del señor Carlos ese día, me dieron ganas de salir corriendo de esa casa y no regresar nunca. Temí por mi vida —Sonrío.—Claro. Lo recuerdo bien.—Y te lo repito ahora. No rompas su corazón. Porque Mía es un tesoro. Es mi mayor tesoro. Y es noble, verá siempre lo mejor de
♥♥♥No puedo creer que Mía está aquí, en casa de mis padres. Todos nos encontramos en la terraza trasera, ansiosos por la cena. Mientras algunos disfrutan de limonada, Frank, recién llegado, mi padre y yo preferimos beber vino. Manteniéndonos apartados de las mujeres y de Ferd, por supuesto. Este siempre prefiere estar en compañía de las damas.Mi padre evita dirigirme la palabra, sus ojos buscan los míos, como si estuviera buscando el momento adecuado para entablar una conversación. No le permitiré el placer de ser el primero en hablar. Mientras Frank se aleja para servirse otra copa, mi padre aprovecha la oportunidad para romper el silencio:—Es una joven encantadora. Asegúrate de tratarla bien—dijo de repente.Por su tono, resulta más una advertencia que un consejo paternal, y así lo interpreto. Siempre me ha reprendido por mis comportamientos libertinos.—Claro —respondo, mientras mi padre emite un gruñido.—Viendo cómo sueles tratar a las mujeres, algo que jamás he aprobado.—¿Aho
«A veces lo que inicia como una gran locura se convierte en lo mejor de la vida.»MÍAJoaquín logró convencerme para quedarme en su apartamento, alegando que ayer perdimos la tarde juntos, que quería recompensarme y que me dejaría muy temprano en la mañana en mi casa para poder alistarme para ir a la universidad. No pude negarme. O, mejor dicho, no quise.La cena en la casa de sus padres ha sido fenomenal. Son personas encantadoras y me trataron muy bien; en ningún momento me sentí analizada, ni escudriñada, ni mucho menos incómoda por mi pierna. Es obvio que ya sabían que era novia de Joaquín. Aprecio y valoro sus demostraciones de cariño. Me caen muy bien.Ahora entiendo por qué no se lleva bien con algunos de ellos. Su padre apenas me dirigió la palabra; sin embargo, tampoco me hizo sentir incómoda. Su hermana mayor, Amelia, pasó casi la mayor parte del tiempo pegada a su padre como un imán y hablando de trabajo. Digamos que no se integró del todo, su actitud fue de total indiferenc
«Desafiar tus mayores miedos te empodera para conquistar cualquier desafío.»MÍADespierto a medianoche con un dolor en la pierna. Quedé mal acomodada y la prótesis me rozó. Quiero quitármela. Me duele, me fastidia e incómoda. Retiro la mano de Joaquín que me rodea y busco acomodarme lo mejor que puedo para volver a dormir. Me acomodo la prótesis y me acuesto quedando frente a él. Al verle el rostro en la penumbra de la noche, noto el brillo de sus ojos.¡Mierda, está despierto! Enciende la lámpara de la mesita de noche y se incorpora apoyando el codo en la cama.—¿No ves que te haces daño? Quítatela.Está molesto, pero intenta esconderlo.—Estoy bien, solo me estaba acomodando para dormir mejor. No exageres —replico con fastidio. No me gusta que me hable como si fuera mi padre. Ya con él tengo más que suficiente. Y con Andrés. Y la abuela. Y los doctores.Joaquín exhala tratando de controlarse y me observa como si estuviera esperando que le haga caso. No sé por qué se pone así.—¿Qué?
«El amor de una madre: la fuerza más pura y poderosa que sostiene el mundo en un abrazo inquebrantable.»JOAQUÍNAcabo de dejar a Mía en su casa. Cuando me desperté, ella estaba profundamente dormida con el ceño fruncido por un mal sueño, tal vez. Aun así, se veía linda, como siempre. Su prótesis estaba apoyada en el nochero. Nunca la había visto fuera de su cuerpo. Agarré mi cámara y les hice varias fotos a ella y a su prótesis. La ocasión lo ameritaba.Velé su sueño. La verdad, no pude pegar el ojo. Pensaba que en cualquier momento se iba a levantar y se iría o que le daría otro ataque de pánico. Casi me muero cuando la vi pálida, con la cara llena de lágrimas y sudor. ¡Dios, qué susto! Si lo hubiera sabido, ni loco la hubiera obligado a quitarse la prótesis.Nunca he cuidado de nadie que no sea de mí mismo. Es más, ni siquiera yo me cuido, pero con ella es distinto: sí que quiero cuidarla, protegerla y apoyarla. No hablamos mucho, las palabras sobraron. Cuando se levantó, ya estaba
«Que tus sueños sean más grandes que tus miedos.»MÍALara, la abuela y yo estamos en el spa. Mañana de chicas. Tenemos las caras untadas de mascarilla de arcilla y una rodaja de pepino frío en cada ojo. Unas manicuristas están arreglando y puliendo nuestros pies y manos.Me corté el pelo, solo las puntas, en capas, y me hice unas iluminaciones estilo californianas, con un estilo natural. Me quedaron divinas. Lara, en cambio, no permitió que le tocaran el pelo; solo se dejó aplicar unas mascarillas capilares. El pelo se lo corta su abuela Tomasa, que tiene buena mano y solamente lo corta los días donde la luna está no sé cómo. En fin, tiene toda una maestría en corte lunar de pelo.—No te burles, Mía, que está científicamente comprobado. Si no me crees, mira mi pelo, míralo. Me llega al trasero —dice Lara.Todas reímos, incluyendo las manicuristas.—Voy a enviar tu teoría del corte de pelo lunar a The Big Bang Theory. Seguro que Sheldon, como buen científico, descubrirá sus múltiples