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— Señor, ¿sigue en la línea?Pero no, Cristóbal Cienfuegos se había quedado mirando la fotografía con gesto destrozado.— ¿Señor…?— ¿Tiene la dirección de este lugar?— Sí, pero…— Envíemela ahora misma — y colgó, azotado por un desconcierto que, para ese momento, era más grande que él.— ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara? — preguntó Matías al entrar al despacho. Notando en el rostro de su amigo que algo andaba mal.Cristóbal no dijo nada, y a cambio, le mostró las fotos.Matías se rascó la nuca.— ¿Crees que… estén juntos?— No lo sé, pero… — clavó las manos contra el escritorio e inhaló profundo. De pronto, se escuchó una nueva notificación.— Te han enviado una dirección — le comunicó Matías, entregándole el aparato.Sin ver, pues sabía de qué se trataba, Cristóbal lo tomó, se puso su saco y salió del despacho, no sin antes pedirle a su amigo que lo mantuviera informado si tenían noticias sobre el paradero de su madre.Le tomó alrededor de cuarenta minutos llegar al lugar. Estaba
Media hora después, llegaron al hospital. Amelia estaba tan ansiosa y asustada que durante todo el camino no había dejado de rezar.— Tranquila, va a estar bien. Veré cuál es la situación y te mantendré informada — le dijo su amigo y doctor.Amelia asintió levemente, y lo vio desaparecer por una puerta, enfundado en su bata.— ¿Mami…?La voz del pequeño Cristóbal hizo que bajara la cabeza.— ¿Sí, mi amor?— ¿Mi papá Cristóbal estará bien? Estoy enojado con él, pero no quiero que nada malo le pase. ¿Me prometes que nada le pasará?Amelia sintió su corazón encogerse.— ¿Por qué dices eso, mi vida? ¿Por qué estás enojado con él?— Porque te ha hecho llorar, y yo no quiero que llores.— Ah, mi cielo — Amelia sonrió con tristeza y lo estrechó contra su pecho —. Siempre debes querer a tu padre, pase lo que pase, ¿de acuerdo?El obediente niño asintió, y le limpió con uno de sus deditos una lágrima que resbalaba por su mejilla.— ¿Amelia?La voz de un hombre llamó la atención de Amelia. Se tr
Casi amanecía cuando Matías se acercó a una Amelia desconsolada. Había estado largas horas al teléfono.— Hay una suite disponible para ti en este momento. Ve y descansa.Amelia alzó el rostro, todavía empañado, y negó con la cabeza.— Quiero esperar a que me permitan verlo.— Ya hablé con el doctor y por ahora no será posible. No tiene sentido que sigas aquí, mírate, estás cansada y ni siquiera quisiste comer.— ¿Y si… despierta y yo no estoy? Le dije cosas horribles. Merece saber que… — bajó la mirada, y Matías sonrió. Se notaba que lo amaba.— Si Cristóbal llegara a despertar, tú serías la primera en saberlo, créeme.Después de convencerla, Amelia al fin accedió. La suite estaba contigua a la de su hijo, y agradeció que Brazilia haya sido tan dulce como para quedarse a su lado toda la noche; sin embargo, no pudo evitar asomarse por la puerta. Entonces escuchó:— Ojalá y te hubiese podido ver crecer como mi nieto, mi niño. Ojalá y hubiese podido pelear por tu padre para que no me lo
— No aprendiste la lección, ¿verdad, Amelia? — preguntó Caterina, mientras cerraba la puerta tras de sí.Pero Amelia alzó el mentón y se interpuso entre ella y la figura laxa del padre de sus hijos.— ¿Qué está haciendo aquí?— Vine a ver a mi hijo, ¿no te parece obvio? Hazte a un lado. Mira cómo está por tu culpa. Siempre supe que lo destruirías.— ¡Aquí la única que nos destruyó fue usted, con sus mentiras y engaños! ¡No voy a permitir que se acerque a Cristóbal! ¡Sobre todo ahora que sé la verdad!Caterina entornó los ojos.— ¿Qué verdad?— Usted no es la madre de Cristóbal.— ¡Cállate! ¿Quién te dijo esa mentira? ¡Cristóbal es mi hijo y ni tú ni nadie me va a impedir estar cerca de él! — amenazó, y de pronto, sacó de su espalda una navaja. Amelia abrió los ojos y se protegió el vientre por instinto.Caterina la evaluó.— ¿Por qué te llevas las manos al vientre? — exigió saber en un gruñido, sospechando. Amelia no respondió — Estás embarazada otra vez… ¡Mald¡ta mosca muerta! ¡Estás
Durante los días siguientes, Amelia no se separó de Cristóbal ni por un instante. Pasaba los días enteros a su lado y lo cuidaba como nunca nadie. Todo el personal médico estaba asombrado por su ardua dedicación.— Sabía que iba a encontrarla aquí — le dijo una enfermera una tarde —. Le traje este libro. Seguro acabó ya el otro, ¿verdad?Amelia sonrió.— Sí, y creo que a Cristóbal le ha gustado la lectura — pues todas las noches, se sentaba a la orilla de la cama y se devoraba páginas enteras hasta quedar profunda.— Me alegra. Los médicos no creen que él pueda escucharla, pero se nota que usted sí cree en los milagros, así que no deje de hablarle. Estoy segura de que en el fondo él sí la escucha. ¿Lo quiere mucho, verdad?— Lo amo — admitió sonrojada —. No solo es el padre de mis hijos, sino… el primer y único hombre en vida, en todos los sentidos.La dulce enfermera sonrió y tomó sus manos.— Él despertará para devolverle todo lo que hecho por él durante estos días. No me cabe la men
El primer juicio sería hasta dentro de cuatro días. Desde ese momento, Amelia no pudo conciliar el sueño sin sentirse inquieta al respecto.Un día antes de la fecha prevista, Matías la convenció para que fuese a realizarse un chequeo general. Ya su estado físico era preocupante.— ¿Cómo te sientes con tu nuevo corazón, Amelia? — el doctor le hizo preguntas mientras la inspeccionaba.— Bien, aunque me agito demasiado. Supongo que es por el bebé en camino.El doctor la miró brevemente, un tanto extrañado.— Revisaremos los exámenes para descartar cualquier cosa, ¿de acuerdo?Amelia asintió, ansiosa por volver a la habitación con Cristóbal, pero aguardó hasta que el doctor habló.— Después de la cirugía, ¿te hiciste algún chequeo?— No, doctor. ¿Por qué?— Amelia… este corazón no podrá sobrevivir por mucho tiempo dentro de ti.Amelia se quedó helada.— ¿Qué…?— Este corazón está rechazando tu cuerpo, y sí…De repente, alguien llamó a la puerta. Se trataba de una enfermera.— Doctor, discu
La recuperación de Cristóbal dejó atónitos a los médicos, pues ya perdían las esperanzas de que fuese posible verlo despertar, y no solo eso, sino que durante las horas siguientes, mostró increíbles mejoras en las pruebas que le realizaron.Amelia, por su lado, estuvo junto a él en todo momento, incluso lo ayudó a llegar a la tina y le preparó el agua a la temperatura perfecta, además de la ropa y cosas de aseo personal que tenía en la maleta que le hizo llegar Brazilia con uno de los guardias.— Si me necesitas, estaré en la habitación — le dijo ella con una sonrisa, y se dispuso a salir, pero Cristóbal la detuvo delicadamente por la muñeca y la devolvió a su sitio.— Te necesito ahora — respondió él con voz profunda y la mirada llena de matices sobre la suya. Tomó la suave mano de su esposa y la llevó a su pecho.Amelia parpadeó, turbada, pero con inocencia y seducción, pasó un trago a medida que, despacio, empezaba a explorar su piel.Cristóbal se tensó e irguió… por todas partes, e
Esperó paciente. Nadie se atrevería a ponerle un dedo encima a su mujer. No si estaba él para impedirlo.Cuando uno de sus guardias le avisó sobre la presencia de agentes en el hospital, Cristóbal miró de soslayo a una Amelia que dormía profundamente, luego salió de la habitación haciendo presión en una de las heridas que tenía a un costado.— Señor Cienfuegos, lamentamos venir hasta acá tratándose de un momento delicado de salud para usted, pero…— Sé a lo que han venido — interrumpió de tajo, para nada amigable —. Y de una vez les digo que, de lo que sea que estén acusando a mi mujer, ella es inocente.— Comprendo su postura, señor, pero entenderá que solo estamos haciendo nuestro trabajo.— Su trabajo es dar con la cabeza detrás de todo esto. Ella no tiene absolutamente nada que ver. ¡Yo soy el CEO de las empresas Cienfuegos! ¡Yo no he hecho ninguna denuncia en contra de mi mujer, por favor! ¡Esto es absurdo!— Temo que esto no se trata solo de usted, señor. Las personas detrás de l