CAPITULO 48

“Entonces, ¿qué necesitas, Ilyasov?”.

“Un favor” dice con un encogimiento casual de hombros. “Solo necesito que me hagas un mandado. Ocúpate de algo de lo que llevo tiempo queriendo ocuparme”.

Cualquier otro podría dejarse engañar por el tono de mi hermano. Pero, con o sin diez años de distanciamiento, yo conozco el brillo en sus ojos.

Aprieto la mandíbula. “¿A quién quieres que mate?”.

Su sonrisa se convierte en una sonrisa completa. “Por eso te admiro, Dante. Siempre vas directo al grano. Nada de jodidas evasivas”.

“Ojalá tú hicieras lo mismo”.

Se acabó el momento de las sutilezas. Las fichas de negociación están sobre la mesa. Es hora de negociar.

La mirada de Ilyasov se agudiza. “Solo es un hombre que me ha estado molestando. No te aburriré con los detalles. Si aceptas, te daré la información que necesitas saber”.

“Necesito saber qué hizo”.

Mi hermano mueve el dedo. “No, sobrat, ahí es donde te equivocas. No necesitas saber lo que hizo. Sólo tienes que hacer lo que yo te diga. Si
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