Capítulo 43: Adiós, esperanzas.

La mirada de Angus se clavó en Ramón, un desafío silencioso colgando entre ellos.

—¿Qué quieres decir? —Su voz era baja, firme, exigiendo una explicación, pero traicionando un atisbo de vulnerabilidad que se había colado en su conducta habitualmente inquebrantable.

Ramón le sostuvo la intensa mirada, inquebrantable.

—Ella tenía sueños —comenzó, con palabras cuidadosamente escogidas, deliberadas. —. Sueños grandes, como usted. Pero el padre de la señora y su padre... fueron quienes planearon todo.

—¿Planearon qué?

Los puños de Angus se cerraron a los lados, los músculos de su mandíbula se crisparon con una mezcla de ira y confusión.

—Todo eso, señor —señaló Ramón vagamente —. La unión de las dos fortunas, el matrimonio... incluso que ustedes estuvieran juntos… y yo fui el encargado de darle la bebida a ella. Todo fue un arreglo desde el principio.

—¿Por qué estás hablando ahora? ¿Acaso es porque estás buscando defenderla?

La voz de Angus restalló como un látigo, cortando la tensió
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