capitulo 130

“Mi pequeña…” fue lo único que logró decir. Tuve que ponerme mi traje de hermano fuerte y pedir que la sacaran de ese lugar frio, para comenzar los trámites de un funeral digno, aunque después de una reunión se llegó a la conclusión de que se debía bajar el frio, una semana era mucho tiempo para sacarla a un ambiente más templado.

“Lo siento mucho”, le digo, poniendo mi mano en su hombro. Isabela ni siquiera es capaz de mirarme, sus ojos están pegados al piso. “Tenemos que limpiarla y vestirla”, le digo.

“No, yo lo haré sola”, solo dice eso y se va… una semana para que el brillo de sus ojos y su alegría desaparezca.

Pedí que trajeran a María; ella siempre supo qué hacer o qué decir en los momentos más difíciles de nuestra existencia. Junto a ella también lleg&oacu

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