MARCOS SAAVEDRA
—¿Cómo has estado? Has crecido mucho —dije mientras acariciaba su espalda y le daba un beso en la frente.
—Te extrañé —contestó Emilia sin dejar de sollozar.
—Yo también te extrañé mucho, me hacían falta tus travesuras. —Tomé su rostro entre mis manos. Ya era una niña grande, sus mejillas regordetas comenzaban a desaparecer. Facciones más afiladas, de señorita, empezaban a aflorar. Sería una mujer hermosa, como lo fue su madre—. ¿Cómo te ha ido con tu nuevo padre?
—Bien… —contestó con una sonrisa mientras se limpiaba las lágrimas—. Es muy bueno conmigo. Me cuida mucho y siemp
KATIA VEGA—¿Quién es este caballero tan guapo? —preguntó mi abuela pasando entre mi hermano y Rosa, dedicándole una sonrisa gentil a Marcos, gesto que no se merecía.—Marcos Saavedra… —contestó con elegancia y acercándose a ella de esa manera tan altiva.—Inclínate un poco, estás muy alto y no alcanzo a verte bien —pidió mi abuela y en cuanto Marcos siguió sus órdenes, tomó su rostro y lo miró con atención—. El padre de mi pequeño Samuel. No hay manera de ocultar el parentesco.»Ahora entiendo el revuelo que tiene, señor Saavedra. Es joven y atractivo, sin nombrar que es exitoso y adinerado. Todo un del
KATIA VEGAComo bien le había dicho, ante la mesa no solo estaba la familia, sino los peones, capataces y todo aquel que servía en la finca. Cocineros y conserjes, recolectores, jefes y empleados. El comedor estaba abarrotado. Sentado frente a mí, Marcos no dejaba de verme con intensidad, incluso sus ojos se veían más claros que de costumbre. Otra cosa de la que me percaté fue que Samuel no dejaba de aprovechar cada oportunidad para acercarse a él. La sangre llamaba y estaba segura de que mi pequeño no pasaba desapercibido el parecido entre él y ese hombre que apenas había conocido. Llegó un momento donde Marcos lo sentó en su regazo y juntos comieron del mismo plato en completa armonía. —Es curioso verlo así, ¿no? —preguntó Rosa—. No te imaginas que un hombre como él sea capaz de salir de su zona de confort. Como por ejemplo su pitbull amaestrado. Ambas volteamos hacia el licenciado Garza, quien comía en completo silencio, sin hacer gestos, pero con las miradas de cada fémina en
KATIA VEGACuando estuve casada con Marcos nunca lo visité en el trabajo, sabía que eso lo molestaría y significaría un castigo ejemplar, pero ya no estábamos casados y ya no me podía hacer nada. Aun así, al estacionarnos frente al edificio, no pude evitar que se me retorcieran las entrañas.—¿Estás segura? Podemos irnos y fingir que jamás se nos ocurrió regresarle una finca de cincuenta millones —dijo Rosa claramente preocupada.—¿Temes que no la acepte de regreso? —pregunté torciendo la boca.—¡Temo que sí la acepte! ¡Al diablo el orgullo! ¡Tú misma dijiste que ese hombre lo había pisoteado! ¡Quedémonos con la finca y ya! —exclamó con las manos aferradas al volante y dedicándome su mejor mirada de loca.Torcí los ojos y salí de la camioneta destartalada con los papeles en la mano. Llegué hasta la recepción con un nudo en el estómago y le ofrecí mi mejor sonrisa a la señorita del otro lado del mostrador. —¿En qué le puedo ayudar? —preguntó levantando una ceja mientras su mirada insp
KATIA VEGAMe quedé en completo silencio, conteniendo el aliento y buscando fuerza. Lo único que lo hizo darse cuenta de mi presencia fue su abogado, quien cerró la puerta a mis espaldas, dándome la sensación de estar encerrada en la jaula del león de ojos turquesa y melena negra como la obsidiana.—¿Kat? —preguntó frunciendo el ceño, confundido.Inhalé con fuerza y eché todo el aire en un resoplido que infló mis mejillas. Mis fosas nasales se habían inundado de su aroma amaderado, era como si todo el lugar hubiera sido rociado con su loción.Caminé con paso firme hasta su escritorio y dejé caer con fuerza el folder con las escrituras de la finca. &mdas
KATIA VEGAMe quedé sentada sobre el escritorio, aún con Marcos entre mis piernas, mientras sus manos me sujetaban de la cintura, dándole soporte a mi cuerpo que no dejaba de temblar, víctima de ese fuerte orgasmo. Nuestras respiraciones agitadas estaban coordinadas y el silencio se volvió una breve tregua.—Me perteneces, Katia… Tu cuerpo no sabe disimularlo… —susurró contra mi mejilla antes de depositar un suave beso en mi hombro.Lo empujé por el pecho, mientras la culpabilidad me comenzaba a atormentar. —No… voy a ser solo un capricho… —No sabía si se lo estaba diciendo a él o a mí misma, queriendo convencerme.Me acomodé la ropa y alisé
KATIA VEGA—¿Señor Saavedra? —preguntó Rosa confundida, volteando hacia mí como si esperara una explicación.Marcos entró altivo, sin ser invitado, con una playera negra, pantalones de mezclilla y sin su acostumbrado traje. Incluso así, informal, era muy atractivo, podría decir que se veía incluso más joven. Se plantó delante de mí y sin apartar la mirada, rebuscó en su bolsillo hasta sacar mi anillo de bodas. Cuando lo alzó delante de mis ojos noté que él estaba usando el suyo.—Lo prometiste… —dijo poniendo el anillo sobre la palma de mi mano y cerrándola—. Una semana aquí y tú misma te pondrás el anillo. Después de que se cumpla ese tiempo, Katia V
KATIA VEGA Seguí sus instrucciones al pie de la letra, escuché con atención cada una de sus lecciones y en un par de horas todo el papeleo estaba en orden, había descartado ofertas que parecían una trampa para la empresa y me quedé con los mejores tratos. Envíe los correos electrónicos pertinentes y la situación parecía bajo control. A su lado todo lucía más fácil. Lo acompañé hasta su habitación y curé sus manos con cuidado de no lastimarlo más. Las ampollas reventadas ahora sangraban. Sus manos heridas habían empeorado por el uso de las herramientas, podría apostar que ese día Rosa fue más brutal que yo. —Gracias por ayudarme… No sé qué hubiera hecho —contesté mientras daba la última vuelta al vendaje en su mano. —Siempre te voy a ayudar… —respondió con una sonrisa melancólica—. Pase lo que pase, así no… me quieras a tu lado, puedes ir a la oficina con todos tus papeles y te ayudaré a resolverlo. Me quedé con su mano entre las mías y apreté los labios, de pronto me sentí con
KATIA VEGAAnte las advertencias de todos, corrí en busca de Marcos, saltando por los pedazos de madera hechos añicos en el suelo y las barricas que aún colgaban de la polea. —¡¿Marcos?! ¡¿Estás bien?! —grité angustiada, el polvo no me dejaba ver y mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.—¡Katia! —exclamó Rosa a mis espaldas, desesperada. Cuando volteé noté que señalaba arriba de mi cabeza. Uno de los barriles que no había caído, estaba listo para hacerlo. Retrocedí un par de pasos, pero las maderas a mis pies me estorbaban y por poco caigo, si no fuera porque un brazo fuerte envolvió mi cintura y me alejó a tiempo, antes de que el barril cayera haciéndose pedazos.—¿Katia? ¿Estás bien? —preguntó Marcos detrás de mí, sosteniéndome con firmeza, pegando mi espalda a su pecho sudoroso, sintiendo como su piel irradiaba calor y los músculos de su brazo se tensaban alrededor de mi cintura. Me estaba derritiendo. —Sí… Lo estoy… —contesté con la piel erizada antes de alejarme de é