KATIA VEGACuando estuve casada con Marcos nunca lo visité en el trabajo, sabía que eso lo molestaría y significaría un castigo ejemplar, pero ya no estábamos casados y ya no me podía hacer nada. Aun así, al estacionarnos frente al edificio, no pude evitar que se me retorcieran las entrañas.—¿Estás segura? Podemos irnos y fingir que jamás se nos ocurrió regresarle una finca de cincuenta millones —dijo Rosa claramente preocupada.—¿Temes que no la acepte de regreso? —pregunté torciendo la boca.—¡Temo que sí la acepte! ¡Al diablo el orgullo! ¡Tú misma dijiste que ese hombre lo había pisoteado! ¡Quedémonos con la finca y ya! —exclamó con las manos aferradas al volante y dedicándome su mejor mirada de loca.Torcí los ojos y salí de la camioneta destartalada con los papeles en la mano. Llegué hasta la recepción con un nudo en el estómago y le ofrecí mi mejor sonrisa a la señorita del otro lado del mostrador. —¿En qué le puedo ayudar? —preguntó levantando una ceja mientras su mirada insp
KATIA VEGAMe quedé en completo silencio, conteniendo el aliento y buscando fuerza. Lo único que lo hizo darse cuenta de mi presencia fue su abogado, quien cerró la puerta a mis espaldas, dándome la sensación de estar encerrada en la jaula del león de ojos turquesa y melena negra como la obsidiana.—¿Kat? —preguntó frunciendo el ceño, confundido.Inhalé con fuerza y eché todo el aire en un resoplido que infló mis mejillas. Mis fosas nasales se habían inundado de su aroma amaderado, era como si todo el lugar hubiera sido rociado con su loción.Caminé con paso firme hasta su escritorio y dejé caer con fuerza el folder con las escrituras de la finca. &mdas
KATIA VEGAMe quedé sentada sobre el escritorio, aún con Marcos entre mis piernas, mientras sus manos me sujetaban de la cintura, dándole soporte a mi cuerpo que no dejaba de temblar, víctima de ese fuerte orgasmo. Nuestras respiraciones agitadas estaban coordinadas y el silencio se volvió una breve tregua.—Me perteneces, Katia… Tu cuerpo no sabe disimularlo… —susurró contra mi mejilla antes de depositar un suave beso en mi hombro.Lo empujé por el pecho, mientras la culpabilidad me comenzaba a atormentar. —No… voy a ser solo un capricho… —No sabía si se lo estaba diciendo a él o a mí misma, queriendo convencerme.Me acomodé la ropa y alisé
KATIA VEGA—¿Señor Saavedra? —preguntó Rosa confundida, volteando hacia mí como si esperara una explicación.Marcos entró altivo, sin ser invitado, con una playera negra, pantalones de mezclilla y sin su acostumbrado traje. Incluso así, informal, era muy atractivo, podría decir que se veía incluso más joven. Se plantó delante de mí y sin apartar la mirada, rebuscó en su bolsillo hasta sacar mi anillo de bodas. Cuando lo alzó delante de mis ojos noté que él estaba usando el suyo.—Lo prometiste… —dijo poniendo el anillo sobre la palma de mi mano y cerrándola—. Una semana aquí y tú misma te pondrás el anillo. Después de que se cumpla ese tiempo, Katia V
KATIA VEGA Seguí sus instrucciones al pie de la letra, escuché con atención cada una de sus lecciones y en un par de horas todo el papeleo estaba en orden, había descartado ofertas que parecían una trampa para la empresa y me quedé con los mejores tratos. Envíe los correos electrónicos pertinentes y la situación parecía bajo control. A su lado todo lucía más fácil. Lo acompañé hasta su habitación y curé sus manos con cuidado de no lastimarlo más. Las ampollas reventadas ahora sangraban. Sus manos heridas habían empeorado por el uso de las herramientas, podría apostar que ese día Rosa fue más brutal que yo. —Gracias por ayudarme… No sé qué hubiera hecho —contesté mientras daba la última vuelta al vendaje en su mano. —Siempre te voy a ayudar… —respondió con una sonrisa melancólica—. Pase lo que pase, así no… me quieras a tu lado, puedes ir a la oficina con todos tus papeles y te ayudaré a resolverlo. Me quedé con su mano entre las mías y apreté los labios, de pronto me sentí con
KATIA VEGAAnte las advertencias de todos, corrí en busca de Marcos, saltando por los pedazos de madera hechos añicos en el suelo y las barricas que aún colgaban de la polea. —¡¿Marcos?! ¡¿Estás bien?! —grité angustiada, el polvo no me dejaba ver y mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.—¡Katia! —exclamó Rosa a mis espaldas, desesperada. Cuando volteé noté que señalaba arriba de mi cabeza. Uno de los barriles que no había caído, estaba listo para hacerlo. Retrocedí un par de pasos, pero las maderas a mis pies me estorbaban y por poco caigo, si no fuera porque un brazo fuerte envolvió mi cintura y me alejó a tiempo, antes de que el barril cayera haciéndose pedazos.—¿Katia? ¿Estás bien? —preguntó Marcos detrás de mí, sosteniéndome con firmeza, pegando mi espalda a su pecho sudoroso, sintiendo como su piel irradiaba calor y los músculos de su brazo se tensaban alrededor de mi cintura. Me estaba derritiendo. —Sí… Lo estoy… —contesté con la piel erizada antes de alejarme de é
KATIA VEGAConforme los días pasaron noté que los trabajadores aceptaban a Marcos cada vez más, hasta el punto de que, a la hora de la comida y durante el desayuno, comían y bromeaban juntos, eso sí, con Samuel en su regazo, pegado a él. Aunque mi bebé no sabía que era su padre, parecía que a su corazón no le cabía duda. Durante él día Marcos realizaba cualquier trabajo, cada vez con más habilidad, y tenía tiempo para juguetear con Samuel, incluso con Emilia, aunque a Arturo le dieran celos, pero nadie podía negar que él había sido la primera figura paterna de la niña y ella no lo olvidaría tan fácil, mucho menos lo dejaría de querer. Por las noches le ayudaba a curar sus heridas, que cada vez eran menos, o él terminaba explicándome cosas que yo no dominaba en el arte de ser CEO. Después de tirar las gasas sucias a la basura y cerrar la computadora portátil, terminaba sucumbiendo a sus caricias. Cuando sentía sus labios deslizándose por mi cuello y su mano firme sobre mi muslo, subi
MARCOS SAAVEDRA—Valiente sacrificio, espero haya valido la pena —dijo Héctor, mi abogado, torciendo los ojos.—Lo valió… —agregué con pesadez—. No puedo esperar para que regresemos esta misma noche. Ya estoy harto, cansado de todo esto y de fingir que me agrada.—Pues Katia parece ser muy feliz aquí…—Pero yo no… —contesté fastidiado viéndome las manos—. El calor, el trabajo pesado, los accidentes, los insectos, el polvo… No sé cómo es que le fascina esto. Lo único bueno es la comida y el vino. De ahí en fuera, no le veo sentido a someterse a esta clase de ambiente si no es necesario.Último capítulo