KATIA VEGA
Abrí mi puño, mostrándole el anillo, pues yo aún seguía aferrándome a él, pero solo torció los ojos y con un suspiro apesadumbrado, tomó el anillo entre sus dedos y negó con la cabeza. —A veces eres tan absurda. Sabía que casarme con una mujer tan joven e inmadura era un gran error. —De pronto, sin que me lo esperara, tiró del anillo, arrancándolo de mi cuello y lanzándolo al suelo como si fuera basura—. Lo que necesito es una mujer fuerte y decidida, no una que se la pase llorando por todo. Lo dije antes, lo sostengo ahora.
Cubrí mi cuello, aún escéptica. ¿En verdad me había arrancado el anillo?
—Vete, aborta y deja de joderme… ¿quieres? —d
KATIA VEGA—Mi niña… recuerda que todo tiene un ciclo —dijo mi abuela con melancolía—. Es triste que los hijos entierren a los padres, pero es aún más triste que los padres entierren a los hijos. Imagínate cuánto sería mi dolor si te fueras antes que yo. No es natural, ni benevolente.Entendí lo que quería decir sin que fuera tan directa: «No mueras antes que yo». Asentí y besé su frente con ternura. —Lo sé, abuelita, lo sé… —contesté con media sonrisa.—Bien, te dejo a solas con el doctor —agregó dándome palmaditas en la mejilla y apoyándose en Arturo para salir de la sala.—Señorita
KATIA VEGADecidí viajar sola. Tanto mi hermano como Rosa deseaban acompañarme, pero los rechacé. Sentí que era necesario que me enfrentara a esto por mí misma. Posé mi mano sobre mi vientre y me lamenté por lo que estaba a punto de hacer. Me dolía perderlo, me dolía renunciar a él.—¿Señorita Vega? —preguntó la enfermera mostrándome una enorme sonrisa—. Ya puede pasar al consultorio. Me recibió una doctora muy joven y de apariencia agradable. Me revisó con minuciosidad y le presenté el expediente que el doctor me había entregado. Después de hojearlo, levantó la mirada hacia mí. —¿Embarazada? —inquirió sorprendida en cuanto entró un doctor que le llevaba más años. Por el parecido, de seguro era su padre, el cual se asomó al expediente y no pudo ocultar su cara de sorpresa. —Vaya problema… —contestó el doctor Chapman y por un momento se vio a los ojos con su hija. —Estoy consciente de que no puedo tenerlo, si quiero tomar el tratamiento pertinente para salvar mi vida —agregué con lo
MARCOS SAAVEDRAUna caricia dulce, un beso suave en mis labios y su aroma torturándome. Podía verla entre la bruma, así como a sus encantadores ojos azules, sus labios rosas y su piel tersa. De pronto sentí su boca en mi oído, pronunciando suavemente: «despierta». Abrí los ojos, conectándome de nuevo con la realidad. Me quedé por un momento estático sobre la cama, queriendo saborear aún su presencia en mis sueños, el único lugar donde todavía la podía tener. Cuando mi cuerpo terminó de despertar y mis sentidos se despidieron de su recuerdo, me intenté levantar de la cama. Pasaban de las once de la mañana, era demasiado tarde, como últimamente ocurría. Sacudí mi cabello mientras escuchaba el suave ronquido de las dos mujeres que habían pasado la noche conmigo.Desde que Katia había desaparecido de mi vida, a esto se reducía mi rutina: trabajar, ir a algún bar saliendo de la oficina, beber hasta olvidarme de mí mismo y pasar la noche con una mujer diferente, despertar tarde y volver a
KATIA VEGA—Entonces… ¿Ya te vas a titular? —preguntó Rosa mientras veía el vino en el fondo de su vaso.—Sí, solo tengo que recibir la autorización de mi sinodal para que pueda presentar mi examen de titulación —contesté con media sonrisa.—Me siento muy orgulloso de ti —agregó Arturo expresando en su mirada su sentir. Tomó mi mano y la apretó con dulzura.—¡Sí, mami! ¡Eres muy inteligente! —exclamó Emilia acurrucándose a mi lado en el sillón—. Te extrañé tanto. ¿Volverás cuando por fin termines la escuela? ¡La abuela te mandó un gran beso y un abrazo! ¡Ya quiere verte de nuevo! Si de algo estaba decidida era en no volver a pisar ese país donde fui tan infeliz. Italia me mostraba todo un mundo nuevo, sin toxicidad ni dolor. Cuando me sentía melancólica y pensaba que volver a Marcos no sonaba como una mala idea, tomaba mi libro de Cumbres Borrascosas y veía esa flor seca entre sus páginas, recordándome la última vez que estuve frente a él y como me humilló, haciendo que de nuevo volv
MARCOS SAAVEDRA —¿Siempre es tan explosivo y violento? ¿Ha golpeado a alguien en un arranque de ira? —preguntó la psicóloga tranquilamente mientras apuntaba en su libreta. —¿Hay algún problema con que sea así? —inquirí divertido sin apartar mi mirada—. ¿La intimidan los hombres fuertes? —La violencia no es sinónimo de fuerza… por el contrario, señor Saavedra —contestó levantando la mirada—. ¿Le importaría sentarse? Durante la sesión me había rehusado a estar quieto. Preferí deambular por mi despacho y concentrarme en el librero, paseando no solo la mirada, sino también mis dedos que buscaban algún título interesante para distraerme de ese momento. —¿Le molesta que caminé por mi propio despacho? —pregunté divertido, me detuve detrás de ella y posé mis manos en sus hombros—. ¿Se siente vulnerable al no tener el control de la situación? Lo lamento, pero… suelo tener un carácter muy dominante, más cuando se trata de mujeres hermosas. Pude sentir como su cuerpo tembló antes de que
KATIA VEGA —¿Cómo que trabajo especial? —pregunté al director de la universidad mientras mi estómago se retorcía. —Sí, recibí una solicitud de una persona muy influyente… —contestó sentado en el escritorio, revisando unos papeles—. Necesita que vayas a darle terapia a un hombre muy importante. Esto te servirá como un último escalón para titularte. —Yo creí que… con la tesis sería más que suficiente. Mi sinodal está contento con el resultado y, aunque el jurado sigue deliberando, parece que es un trabajo digno para titularme por fin. ¿Por qué agregar este requerimiento de improviso? —insistí angustiada. Me había esforzado demasiado para llegar hasta donde estaba como para hacer más larga mi espera. —Katia Vega, eres una psicóloga prometedora. Creo que tienes capacidades suficientes para llegar muy lejos… Sería una tristeza que, por no querer hacer un trabajo tan sencillo, vayas a truncar tu carrera. —¿Qué? —¿Me estaba amenazando? En ese momento la puerta se abrió y un taconeo i
MARCOS SAAVEDRACon la mirada clavada en las luces neón y esa escultural mujer bailando sobre mi mesa, no pude alejar mis pensamientos de la psicóloga. Me causaba molestia no saber tanto de ella como ella parecía saber de mí.Me acabé mi trago en el momento que mi teléfono comenzó a sonar. Se trataba de mi abogado. —Encontré su dirección… —dijo de inmediato—. Por lo que investigué, es psicóloga recibida en la universidad de Milán, aunque es nacida en Venecia. Eleonor Bianchi es su nombre completo.—Bien… Le haré una visita —contesté apretando los dientes.Salí del club, sacudiéndome a todas las mujeres que se me colgaban
MARCOS SAAVEDRALlegué cargado de determinación al despacho. Sabía que esa mujer ya estaba ahí, esperándome, pululando entre mis cosas. Abrí la puerta y me la encontré como siempre, tan misteriosa, frente a la ventana, viendo el jardín con atención. Giró sobre sus talones y me sonrió de medio lado, con la mano extendida me pidió que me sentara mientras ella tomaba sus apuntes.Sin perder más tiempo, me planté frente a ella y la tomé con fuerza del brazo, aumentando su desconcierto. Entreabrió los labios, pero antes de que me dijera algo, le arranqué la máscara de una sola intención.—¡No! ¡¿Qué le pasa?! —exclamó agachando el rostro y queriendo cubrirlo con sus m