KATIA VEGA —¿Cómo que trabajo especial? —pregunté al director de la universidad mientras mi estómago se retorcía. —Sí, recibí una solicitud de una persona muy influyente… —contestó sentado en el escritorio, revisando unos papeles—. Necesita que vayas a darle terapia a un hombre muy importante. Esto te servirá como un último escalón para titularte. —Yo creí que… con la tesis sería más que suficiente. Mi sinodal está contento con el resultado y, aunque el jurado sigue deliberando, parece que es un trabajo digno para titularme por fin. ¿Por qué agregar este requerimiento de improviso? —insistí angustiada. Me había esforzado demasiado para llegar hasta donde estaba como para hacer más larga mi espera. —Katia Vega, eres una psicóloga prometedora. Creo que tienes capacidades suficientes para llegar muy lejos… Sería una tristeza que, por no querer hacer un trabajo tan sencillo, vayas a truncar tu carrera. —¿Qué? —¿Me estaba amenazando? En ese momento la puerta se abrió y un taconeo i
MARCOS SAAVEDRACon la mirada clavada en las luces neón y esa escultural mujer bailando sobre mi mesa, no pude alejar mis pensamientos de la psicóloga. Me causaba molestia no saber tanto de ella como ella parecía saber de mí.Me acabé mi trago en el momento que mi teléfono comenzó a sonar. Se trataba de mi abogado. —Encontré su dirección… —dijo de inmediato—. Por lo que investigué, es psicóloga recibida en la universidad de Milán, aunque es nacida en Venecia. Eleonor Bianchi es su nombre completo.—Bien… Le haré una visita —contesté apretando los dientes.Salí del club, sacudiéndome a todas las mujeres que se me colgaban
MARCOS SAAVEDRALlegué cargado de determinación al despacho. Sabía que esa mujer ya estaba ahí, esperándome, pululando entre mis cosas. Abrí la puerta y me la encontré como siempre, tan misteriosa, frente a la ventana, viendo el jardín con atención. Giró sobre sus talones y me sonrió de medio lado, con la mano extendida me pidió que me sentara mientras ella tomaba sus apuntes.Sin perder más tiempo, me planté frente a ella y la tomé con fuerza del brazo, aumentando su desconcierto. Entreabrió los labios, pero antes de que me dijera algo, le arranqué la máscara de una sola intención.—¡No! ¡¿Qué le pasa?! —exclamó agachando el rostro y queriendo cubrirlo con sus m
KATIA VEGALlegué a la casa de Marcos, Silvia me recibió con cortesía. Mi disfraz era tan perfecto que ni siquiera ella me reconocía. Acomodé todo en el despacho y esperé paciente. Cuando la puerta se abrió, giré para poder ver a Marcos, con ese gesto frío. Conteniendo su malhumor, se dejó caer en una de las sillas frente a mí.—¿Qué pasa? ¿No era lo que querías? Vengo dispuesto a hablar… —dijo apretando los dientes. Parecía tener una lucha interna encarnizada.—¿De qué quieres que hablemos? —pregunté sentándome aún con desconfianza.—De ella… —contestó con melancolía y aga
MARCOS SAAVEDRASalimos juntos de la casa, manteniendo la distancia. Abrí la puerta de mi auto para ella y cuando pasó a mi lado, no pude evitar aprovechar para inhalar su aroma que se me hacía tan familiar y que solo aumentaba mi melancolía.Durante el camino ella se mantuvo en completo silencio y yo lo soporté. No quería decir algo que la espantara o hiciera que se arrepintiera.Llegamos a aquel bar en el que me refugiaba cada vez que me sentía vulnerable o perdía algo más en mi vida.—¿Entrarás con la máscara? —pregunté notando como estaba dispuesta a salir del auto así.—¿Y permitir que me vean contigo? —
KATIA VEGALlegué a hurtadillas a la finca. Cuando entré a mi habitación noté que había un hermoso vestido colgando de la puerta de mi clóset. Aún mareada por todo lo que había pasado con Marcos, me acerqué y acaricié la tela. Era hermoso.—¡¿Dónde estabas, hija del mal?! —exclamó Rosa saliendo de debajo de las sábanas, haciéndome pegar un brinco.—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué te escondiste así?! ¡Casi me matas de un infarto!—¿Qué ocurre? ¿Se prolongó la terapia toda la noche? —preguntó cruzándose de brazos y entornando los ojos—. ¡Te recuerdo q
KATIA VEGAMarcos entornó los ojos y apretó las mandíbulas. Siempre que se sentía retado, levantaba la frente, como si quisiera apuntar con la punta de su mentón. Eso solo auguraba que no dejaría las cosas así. —Señor Saavedra… Usted no necesita esos viñedos… —Recordando lo ocurrido en nuestra última sesión, decidí mostrarme amigable. —Yo siempre obtengo lo que quiero. Quítate de mi camino, Katia, si no quieres terminar muy mal parada.¿Me estaba amenazando? ¡Después de decir cuanto me extrañaba en la terapia, ¿se atrevía a hablarme así?! ¡Dijo mi nombre cuando estábamos en la cama! ¡¿Qué carajos le pasaba?! ¡Maldito bipolar!—Señor Torrejón, creo que la oferta que le estoy dando sobrepasa la valuación de su propiedad —agregó Marcos ignorándome por completo. —Ofrezco veinte millones —interrumpí llamando la atención del vendedor.—¿Veinte? —preguntó Torrejón haciendo más grande su sonrisa.—veinticinco… —agregó Marcos quitado de la pena. —¡Treinta! —contesté encarándolo, necesitaba
KATIA VEGA —Tienes toda la razón… en mi vida vuelvo a tolerar a un hijo de puta como tú, en mi vida vuelvo a tener fe en alguien que solo sabe destruir todo lo que toca —contesté entre dientes y supe que no solo me sentía herida por haber perdido el negocio, sino que estaba sacando lo que había arrastrado por tanto tiempo, todo ese odio que contuve con cada bofetada que me dio, con cada humillación y burla, con cada momento en el que me sentí torpe o tonta a su lado. La bomba había explotado y ya no tenía tiempo de decirle lo que en verdad sentía por él, odio—. Eres malo, Marcos Saavedra… Eres… lo peor que me ha pasado en la vida, y espero que un día pagues por todo el daño que has causado, no solo a mí. —¿Abortar a ese niño te puso tan sensible? —preguntó, como si en verdad quisiera llevarme al límite. Le sonreí sintiendo lásti