Capítulo 200: La joyería que solo un criminal podría darle

ARTURO VEGA

—¡Cara de perro! —exclamó Rosa entrando a la finca, lanzándose a mis brazos. La estreché con fuerza y giré con ella, hundiendo mi rostro en su hombro, sintiéndome bendecido por volverla a ver.

Cuando por fin dejé que sus pies tocaran el piso, me di cuenta de que no venía sola. Detrás estaba Héctor, dedicándome una mirada matadora, obviamente celoso.

—¿Qué pasó aquí? —pregunté confundido, queriendo encontrar una explicación en Rosa—. ¿No se supone que…?

—Hay problemas más graves… —respondió y su rostro se volvió una mueca de tristeza y horror. Sus ojos se llenaron de lágrimas y comencé a preocuparme.

—¡Papito! —exclamó Samuel pasando entre los trabajadores y corriendo hacia Marcos quien se acercaba presuroso—. ¡Papito! ¡Se llevaron a mamita!

—¡¿Qué?! —pregunté horrorizado.

—Los hombres de Antonio —contestó Rosa agachando la mirada—. Le pusieron una trampa y la trajeron. Ella… los distrajo para que la abuela y los niños pudieran escapar, pero…

Entonces vi a la abuela entr
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