Capitulo 30.

-Permiso...-Dije cerrando las puertas detrás de mí, después de haberme influido todo el valor posible a mi misma.

-Toma asiento por favor-Pidió Massimo, y al menos era buena señal que tuviese por lo menos ese gesto amable, quizás la charla no sería tan mala como creí.

Me acerque y me resultó ridículamente escalofriante verlo sentado en la silla de Salvatore, quizás por el parecido físico que tienen.

Tome asiento y entrelace mis dedos encima de mis piernas para tratar de estar lo más quieta posible.

Massimo me observo en silencio durante unos minutos que resultaron eternos y en los cuales yo no supe hacia donde dirigir mi mirada, fue bastante incómodo.

-De todos mis hijos...-Por fin empezó a hablar-Salvatore siempre a sido el más correcto, el más organizado y leal a mí-Negó con la cabeza-Corrijo, lo era.

"Ok", comenzamos mal, a mi parecer muy, muy mal, porque ninguna frase que empiece de esa manera puede terminar en un" "Estoy conforme con la situación".

-Ahora llego, y lo encuentro co
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